

A la vuelta de vacaciones Córdoba es un desierto. Cuatro foráneos a los que la ola de calor y la alerta naranja les importa un pito, y cuatro nativos, que bien la crisis les ha impedido abandonar la ciudad, o bien que ya han disfrutado de su periodo vacacional. El caso es que Córdoba está más que nunca como cantó Lorca: Callada y sola.
El silencio es interrumpido en las céntricas calles por el ruido que hacen los autobuses municipales o por el aleteo de las palomas que buscan la sombra antes de que el sol caiga de lleno sobre estas nuevas calles graníticas que no hacen más que acentuar unas temperaturas difíciles de llevar. Paseo pues tratando de reencontrarme como el espíritu de una ciudad que cada vez más se resiste a despertar.
Empieza a castigar el sol. Los pocos transeúntes buscan la sombra. Los que vienen de fuera comienzan a darse cuenta de lo que es Córdoba en verano. Busco donde tomar un ‘medio’ fresco. La taberna de cabecera se encuentra cerrada por vacaciones. Cuando dispongo a bajar hasta la zona de la Corredera, veo a lo lejos bajar del autobús la figura de Rafael, el vaquero. Vestido impecablemente, como siempre, con la típica guayabera blanca, pantalón gris claro de mil rayas y tocado con su gorrita campera de verano. Viene resoplando y cargado con una bolsa de plástico en su mano derecha.
- Rafael ¿Dónde va usted con la fresca?
- Hombre, no lo había visto. Y el caso es que lo he
echao en falta estos días.
- Pues nada Rafael, unos días fuera con la familia. El descanso es tan obligado con el trabajar.
- Bien lo sabe
osté. Pues ahí vengo de comprar unos
‘tomaticos’ frescos de las huertas de Alcolea, que los que compra mi sobrina ni saben a
ná y p’a cormo no son más que agua.
Muestra Rafael su mercancía. Unos tomates de gran trapío y rojos como ellos solos. Fama tienen los criados en la ribera de Alcolea, barriada periférica de la ciudad, donde los productos de sus huertas gozan de gran prestigio en toda Córdoba. Ideales para la elaboración en estos tiempos del gazpacho fresco, o incluso para ser tomados en crudo como aperitivo, aderezados solo con unos granos de sal.
- Buenos tomates Rafael. Estos no se ven por donde yo he andado.
- ¿Donde se ha metido
osté? Que dice que no ha visto un tomate.
- Pues en el centro de la meseta, haciendo turismo de interior. He visitado entre otras cosas el monasterio de El Escorial.
- Hombre, eso me suena.
- Suelte usted de que le suena, pues me parece que va a soltar una de las suyas.
-
Pos que lo hizo Felipe II y las obras durando una
eternidá. Ya lo dice el refrán: eso va a durá más que las obras El Escorial.
- Veintiún años Rafael.
-
Pos más o menos lo que duran las que
jace nuestro ayuntamiento, que se saben cuando comienzan, pero no cuando acaban.
- También es verdad Rafael, las de mi calle van para el año.
-
Pa que vea osté. Ahhh y otra cosa cambiando de
tersio, en El Escorial esta la finca El Campillo, adonde pace la ganadería de Baltasar Ibán.
- Pero esa no la he visitado Rafael, aunque de haber tenido tiempo no me hubiera importado en absoluto.
- Otro ganadero genial, que
crusando sangres dispares consiguió algo único y que conste que los ‘contreras’ que le compró a Machaquito ya eran de primera calidad. Pero los cruso con los domecq de Fonseca y consiguió algo que superó lo que ya tenía.
Venga Rafael, vamos a una de las tabernas que hay en la Esparteria que vamos a tomarnos unos vasos fresquitos, que un buen Montilla-Moriles nos va a sacar del calor y así me pone usted al día de lo que ha pasado por aquí.
Llegamos a la antigua taberna de Salinas, castiza y coqueta donde las haya. En el patio y con una agradable temperatura, el ir y venir de los camareros y clientes, es acompañado por el rumor del sonido de una fuente. Pedimos dos medios del vino de la casa y una ración de berenjenas fritas, una de las especialidades de la casa y uno de los platos típicos de la ciudad.
- ¿Sabe
osté que hoy
jace años de la cogía mortal de Manolete?
- La verdad es que sí Rafael, sesenta y tres años ya y todavía lo recuerda el toreo.
- Yo era aún muy joven. Pero lo tengo
mu presente. Lo vi torear por vez primera en un festival de Artillería. ¡Qué torero! Único e inigualable. Todavía salen muchos que quieren parecerse a él.
- La verdad es que si. El torero de moda, José Tomás, dice beber de sus fuentes.
- ¡Más quisiera ese gato lamer el plato! Ese al
lao del
‘mostruo’ no es nadie, vamos que no le llega ni al lazo las zapatillas. Ese no mata más que becerros
escogios y no le ha visto al toro la barba en ningún
lao. Es más, a Manolete lo mató un toro de Miura y este no los ha visto ni de lejos.
- La verdad Rafael es que si. Hoy en día los toros de Miura parecen que están prohibidos para las figuras. Antes los mataban todos los que presumían de ser gente en el toro, hoy solo los matan los que llaman ‘especialistas’.
- Hablando de Miura, ¿a que no sabe
osté una cosa?
- ¿Cuál Rafael?
-
Pos se la voy a contar,
p’ a que aprenda
osté una cosa nueva hoy.
Rafael toma el catavino y toma un sorbo de vino con mucha mesura. Lo paladea y empieza a contar su relato.
- Habían pasado ya unos años de la muerte de Manolete. Andaba yo como vaquero en la ganadería de las señoritas Moreno de la Cova y nos encargaron ir hasta “Zahariche” a recoger un macho manso berrendo en
colorao que se había
comprao para cubrir unas vacas berrendas de la misma
prosedencia de Miura. Como bien sabe osté el cabestraje berrendo de Miura también tiene fama y en La Vega no faltaban nunca mansos de este origen.
- Ya lo se Rafael, esos cabestros tienen bien ganado su renombre, incluso en Salamanca, en la ganadería de Antonio Pérez de San Fernando, hubo cabestros de Miura.
- Bueno pues al lío. Hasta “Zahariche” nos fuimos al recoger al manso. Cuando llegamos el toro era un ‘dije’.
Ensabanao de capa, capirote y botinero y colorao. De grandes pitones y de gran alzada. De seguro que ligaría bien con las seis vacas berrendas que ya había en la casa. Nos atendieron con el señorio que caracteriza a las gentes que trabajan en “Zahariche”. El mayoral, Antonio Mateo, nos dio las instrucciones para el viaje.
- Antonio Mateo si mal no me equivoco fue el mayoral que salió a hombros por la puerta del Principe de la Maestranza en la feria de abril de 1970 en compañía de Limeño, Palomo y El Hencho.
- Pues para que
osté se entere, Antonio Mateo fue el mayoral que llevo a ‘Islero’ a Linares.
- Pues no lo sabía Rafael, un nuevo dato que conozco gracias a su conocimiento.
- No me haga
osté la bola y vamos a pedir más vino que los vasos se han
vaciao.
Pedimos dos nuevos vasos de vino. El vino de esta casa tiene un toque avellanado que lo hace distinto de los demás de la zona. Rafael lo paladea y me dice por bajo.
- Este vino es
superió. Tenemos que venir más por esta casa.
- La verdad es que con lo cerca que la tenemos y lo poco que la frecuentamos. Debemos de ser más asiduos. Vamos siga usted con la historia de Antonio Mateo que algo más debe de usted saber.
- Pues nada amigo mío, que antes de salir de allí con el manso y cuando departíamos un cigarrillo, me dio por preguntarle a Antonio que como había sido el toro “Islero” en el campo.
- Supongo que aquel hombre con el recuerdo de la tragedia tan fresca, le costaría un mundo arrancar ¿no?
- No crea. La poca
verguensa mía, las cosas de la edad y la instrucción, era joven y bruto, le hicieron ver a aquel hombre que mi pregunta no tenía
malisia alguna.
- ¿Y qué les dijo Rafael?
- Nos contó que “Islero” no
nasio en “Zahariche”. Aquella mala bestia nasio en “Valdelinares”, donde don Eduardo tenía a las vacas. Que era hijo de la “Islera” número 226, y que se tentó a campo abierto dando un juego normal. Era un torete de buen trapío, peso 295 kilos a la canal, algo abrochado y cornicorto. Vamos un toro
p’a Linares.
- En las fotos se ve un toro que estaba bien presentado para Linares y para cualquier otra plaza. Con la que estaba cayendo en esos años, el toro estaba bien de trapío.
- Eso es. Pero otra cosa, nos dijo Antonio que el toro no estaba
reseñao para esa plaza. La corrida la tenía
vendia don Eduardo para Murcia. Don Pedro Balañá llamó a don Eduardo Miura y le dijo que necesitaba una
corria para Manolete en Linares. Miura le dijo a Balañá que no tenía nada disponible, pero que en el campo había una apalabrada para Murcia, que se pusiera de acuerdo con el empresario para ver si quería cedérsela.
- Y que paso Rafael, que se hace usted siempre tela marinera de rogar.
Es una de sus argucias. Cuando más interesante esta lo que cuenta se hace el remolón y hasta que no se le dice que siga, no continua con lo que este contando. Se ríe socarronamente y carraspea.
- Pues nada que Balañá, que si tenía peso en la fiesta de aquella época, telefoneo al empresario de Murcia y consiguió que le dejara la corrida. Balañá llamo a don Eduardo y le dijo que el empresario de Murcia le había dejado la corrida, que cuando dinero más le tenia que
endiñar. Miura, que era un señor, le respondió al catalán que lo mismo que costaba la corrida para Murcia, costaba para Linares.
- Otra de las cosas que se está perdiendo, si no se ha perdido ya, la palabra.
- Pues eso nos contó Antonio Mateo. El toro se embarco en la finca “La Cascajosa” y lo que paso después todo el mundo lo sabe.
- La historia trágica de esta maravillosa fiesta escribió una página esa tarde.
- También nos contó que don Teodoro Matilla quería conservar la cabeza del toro, pero que en un tris que desapareció del desolladero los matarifes la destrozaron.
- La de la vaca madre si que se conserva Rafael.
- Eso si lo sé, ese mismo día nos contó Antonio Mateo, que cuando murió Manolete la vaca estaba
paria, pero que cuando se hiso el desahijao, don Eduardo ordenó matarla, mandando el ganadero disecarla. Se la
sedió a su amigo, Enrique García Oviedo, y que cuando este murió se quedó en depósito en la Maestranza de Sevilla donde está puesta en su museo.
- Y hace sesenta y tres años ya Rafael. Y todavía hablamos de ello.
- Ahí vemos la grandeza de este hombre. Hoy quitando tres o cuatro, no hay más que muchos “sarramplines” que se visten de toreros y se creen figuras.
Terminamos el vino y nos apresuramos cada uno a coger el camino más corto a su casa. El calor aprieta, igual que dicen que apretó aquel 28 de agosto de 1947.