Toro de encaste Villamarta en El Toruño |
Cuentan que Plinio el Viejo afirmó que una ardilla podía
cruzar la península ibérica de árbol en árbol en la antigüedad. Exagerada o no
la afirmación del naturalista romano, siempre se ha pensado que estas tierra
eran un gran vergel, donde la biodiversidad era, o debió ser, infinita. Luego
el paso del tiempo, la deforestación, la especulación, la expansión
urbanística, siempre venida por la mano del hombre, fue acabando poco a poco
con la visión que nos legara el autor de la Naturalis Historia.
Los tiempos pasaron. Mucho después de la época de Plinio
el viejo, en las cuencas de los grandes ríos de la vieja Iberia se fue gestando
un bovino con unas señas muy particulares. Su carácter rústico, arisco y
agresivo hizo que el hombre enseguida sintiese atracción por él. Atracción por
su belleza y temor por su bravura indómita. El hombre y el toro comenzaron a
caminar juntos, para con el tiempo formar parte de la cultura propia de nuestro
país.
Los viejos tratadistas nos indican que en el viejo reino
de Navarra tomaron carácter unos ejemplares de pequeño tamaño, pelo rojo y
carácter vivaz y agresivo. En los páramos castellanos surgieron dos tipos de
animales diferentes. Unos, en el Raso del Portillo, de tamaño medio y ruda
fiereza y con los que la tradición cuenta tuvo un encuentro milagroso San Pedro
Regalado. Otros en la Mancha, grandes, de capas color rojo encendido y de mucho
poder. En la vieja Bética al amparo de las órdenes religiosas y producto de la
amalgama de sangres, surgieron los cabrereños y los gallardos. También en la
baja Andalucía se comenzaron a criar unos toros negros y de pastueña embestida
que con el tiempo se fueron imponiendo a los demás. Eran las llamadas castas
fundacionales: Navarra, Castellana (Raso del Portillo y Jijona), Cabrera,
Gallardo y Vistahermosa.
El hombre fue imponiendo su razón a la fuerza y poder
del toro. Atrás quedó la época romántica donde el torero se enfrentaba a
cualquier animal que en el campo pastase. La evolución del toreo trajo también
la evolución del toro. Un progreso no en beneficio del toro, sino del propio
hombre. Se buscaron cualidades para favorecer el lucimiento de lo racional en
contraposición de lo irracional. Guerrita impone su hegemonía y es en su época
cuando se inicia la caída de la casta navarra. En la edad de oro, Joselito y
Belmonte van mostrando sus preferencias por todo lo proveniente del tronco de
Vistahermosa. Las demás sangres fueron condenadas desde entonces al ostracismo,
sin bien el abanico de sangres y ganaderías a lidiar era infinitamente superior
al de hoy.
La cabaña de bravo atraviesa hoy un momento delicado.
Son muchos los frentes abiertos. La normativa sanitaria europea, que equipara a
la raza de lidia con las cárnicas y lecheras, los altos costes de producción, y
el que es peor de todos, la imposición del actual sistema que maneja el toreo
de determinada sangre en detrimento de otras, que como no cambie la situación,
están abocadas irremediablemente a la desaparición. Una pérdida que empobrece
no sólo la cabaña de bravo, sino a la biodiversidad de la dehesa mediterránea.
Raro es el día que no se anuncia que tal o cual
ganadería señera, ha terminado en el matadero. A algunos de los llamados
encastes fundacionales, se están uniendo otras formadas de cruces provenientes
del árbol de Vistahermosa. Los toreros y el sistema imponen tarde tras tarde un
animal con unas virtudes que encuentran en la exhaustiva selección de la rama
Parladé-Tamarón-Domecq. Lo demás no sirve para el toreo moderno. Sus exegetas
defienden su postura. Toda res que no tenga ese origen, no es válida para el
toreo actual. Son carne de matadero. Lo malo es que siguiendo las campañas de
Goebbels, de tanto repetir una mentira se puede creer que la misma es verdad,
con el daño que eso traería a la fiesta.
No obstante, estos encastes marginados, cuando tienen la
ocasión echan por tierra las afirmaciones interesadas del sistema y para
fortuna de los que aman una fiesta íntegra y pura, siguen emocionando al
tendido como lo hicieron de antaño. Cuadri, Miura, La Quinta, o Pedraza de
Yeltes así lo han demostrado en los últimos días, para mayor descrédito de los
que propugnan su falta de aptitud para el toreo del siglo XXI.
18/08/2014
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