Cuando en esta vida caes mal a alguien, apaga y
vámonos. Por ideales, trayectoria, transparencia, por tomar un camino recto y
coherente, por no callar ante el fraude, la mentira e ir con la verdad por
delante, intentando siempre ser juez, sin ser parte, se comienza a incomodar a
ciertos personajes, de los muchos que pululan por este mundo, llamado planeta
toro. Personajillos que viven en un mundo servil y agradecido. Gentes que se
venden por poco. Que obedecen a la voz del poderoso esclavizando su dignidad y
la verdad. Que procuran pasar desapercibidos, sin molestar, para no perder
parabienes, gracias, ni palmaditas en la espalda.
Son seres que tratan, bien de trepar hacía un
lugar descollante de privilegio, o bien de mantener una posición sobresaliente,
adquirida sin saber bien como, a base de codazos y con un código en la que
ética está totalmente ausente. Gentes para la que palabra lealtad hacía sus
iguales no existe, siendo norma habitual, la zancadilla, la difamación, y hasta
el veto y la censura, con el solo objeto de continuar haciendo de su capa un
sayo, obedecer a la voz de su amo y de paso enaltecer un poco más su
egocentrismo, con el que tratan de tapar sus carencias, limitaciones y muchas frustraciones.
Todo da igual. Aunque la fiesta agonice ellos
seguirán a lo suyo, o lo que es lo mismo, tapar los agujeros por donde se
escapa la vida. No para tratar de sanar al enfermo, sino con el solo objeto de
prolongar su agonía para seguir mamando de élla lo poco que queda de
mamar. Los que no comulgan con ellos, ni
con el sistema impuesto, están condenados al ostracismo, al silencio, al
ninguneo, a la crítica e incluso al veto y la censura.
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