9/27/2015

UNA TARDE DE RECUERDOS EN POZOBLANCO

A pesar del resultado de trofeos, el toreo brilló por su ausencia debido a las carencias de una terna que no supo sacar partido de sus buenos oponentes.

GANADERÍA: DOS toros de "La Castilleja" para rejones, reglamentariamente despuntados, y de buen juego; y cuatro para lidia ordinaria de "Alcurrucén", el jugado en 5º lugar como sustituto de uno que fue devuelto. Terciados de presentación y de buen juego en la muleta, destacando los jugados en tercer, quinto y sexto lugar. TOREROS: Fermín Bohórquez (rejoneador). Silencio y vuelta al ruedo por su cuenta. Manuel Jesús "El Cid". Silencio tras aviso y oreja tras aviso. David Fandila "El Fandi". Oreja con petición de la segunda y oreja tras aviso. INCIDENCIAS: Plaza de toros de Pozoblanco. Corrida mixta con motivo de la Feria en honor de Nuestra Señora de las Mercedes. Media entrada en tarde de nubosa y agradable temperatura. Antes de comenzar el festejo se guardó un minuto de silencio en memoria de Francisco Rivera "Paquirri" en el XXXI aniversario de su cogida mortal en esta plaza. David Fandila "El Fandi" salió a hombros por la Puerta del Gallo. 
Pozoblanco forma parte de la historia del toreo. Siempre fue una plaza que ponía, junto a Montoro, el broche de oro a la temporada taurina en la provincia de Córdoba. Una plaza que celebraba una feria agradable y con un marcado carácter popular. Muchos figuras pisaron la arena del coso de los Llanos. Era un lugar amable donde solían disfrutar antes de afrontar los últimos compromisos en Zaragoza y Jaén. Desgraciadamente Pozoblanco fue testigo de la cara más dura de la fiesta.
 Parece que fue ayer, pero han pasado 31 años desde que un astifino y terciado toro, con el hierro de Sayalero y Bandrés, hiriese mortalmente a Francisco Rivera Paquirri en la arena. Pozoblanco dejó de ser una feria amable entre la torería, para pasar a ser un lugar recordado por haber sido el escenario del drama desnudo de la fiesta de toros, como es la muerte. 
Pozoblanco ha conformado para esta edición, una feria con dos festejos con el formato de moda. Un rejoneador y dos espadas de a píe. Ayer partieron plaza, el jerezano Fermín Bohórquez en esta su temporada de despedida; El Cid que sustituía a un lesionado Castella y el omnipresente -¿hasta cuándo?- David Fandila El Fandi. No fue una tarde redonda. Tuvo algunos detalles, pero poco más. Detalles tan nimios, que fueron nublados por la mediocridad, por la vulgaridad y por el insuficiencia del toreo viciado de hoy. Tarde por tanto de grises sobre claros.

Fermín Bohórquez pasó por Pozoblanco sin pena ni gloria. El caballero jerezano no estuvo a la altura de su dos oponentes de La Castilleja. Su rejoneo, a pesar de buscar siempre el clasicismo y la ortodoxia, careció de la brillantez que le llevó a ser un referente en el escalafón del toreo a caballo. Ayer lo intentó, pero no obtuvo el éxito buscado. Todo quedó a medias, sin rematar y, lo que es peor, con una desconexión total con el tendido. Cierto es, que el rejoneo de hoy camina por unos derroteros muy alejados de los conceptos de este Bohórquez que está diciendo adiós. Destacó en los pares a dos manos y en la fidelidad a su concepto, poco más. Triste ver cómo tras dar muerte a su segundo trataba de conseguir la complacencia de un tendido que solo acertó a aplaudirle quizás por el recuerdo de otra época, donde con sus primos los Domecq, sí se encontraba en plena comunión con el público. 

El Cid sustituía al anunciado Castella y no respondió a las expectativas que la llevaron a cubrir la vacante del francés. El torero de Salteras cuajó dos trasteos inconexos, demasiado irregulares y en ocasiones sin entender lo que sus oponentes le pedían. Mejor en su segundo, un bravo toro que solo pedía mando y templanza, cosas que solo consiguió El Cid en contadas ocasiones. No obstante, cuajó tandas donde algunos muletazos tuvieron el sello del toreo que llevo al torero sevillano al triunfo temporadas atrás. La pena fue que esos momentos quedaron difuminados por no acertar con distancias acertadas, resultando los muletazos atropellados e incluso en ocasiones deslavazados y vulgares. La faena a su primero resultó aún más anárquica en forma y fondo. La desigualdad fue tónica general en la actuación del de Salteras. Para ser fiel a la memoria, la espada volvió a ser su talón de Aquiles, recetando dos estocadas haciendo guardia a su primero y pinchar a su segundo. El Cid fue ayer en Pozoblanco solo un recuerdo de lo que fue. 


El Fandi puede ser uno de los toreros más honrados del escalafón. Hace todo lo que sabe. No se deja nada atrás. Siempre fiel a su público y a su concepto del toreo. El de Granada nunca defrauda a los espectadores que acuden a la plaza a verle. No es un virtuoso con el capote, aunque lo maneja mejor que en sus comienzos; no es un ortodoxo rehiletero, pues basa el segundo tercio en sus portentosas facultades físicas; y con la tela roja no pasa de ser un vulgar muletero. Eso sí, se entrega todas las tardes a más no poder para contentar a la parroquia y eso es siempre de agradecer. Analizar su actuación de ayer, es más de lo mismo. Se encontró con dos buenos oponentes a los que hizo lo que sabe y lo que puede. Poco más. Es destacable su entrega. Su segundo, en otras manos, hubiese sido un toro de lío. El Fandi no supo dar tiempos, ni estructura a un trasteo que resultó una sucesión de trapazos inconexos entre si, sin fondo y sin forma. Lo dicho. Su honradez es su principal virtud.

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