9/10/2017

EL TORO, EL TOREO Y EL VIENTO (Crónica Belmez)


Tal vez el público que suele asistir a los toros, acuse falta de aire fresco en un espectáculo que  sigue siendo el segundo de masas de este país. La monotonía se ha enquistado en la corrida, y muy pocas son las veces que ésta se rompe. Se ha buscado un toro excesivamente amable, tanto que la emoción y la sensación de peligro han desaparecido de los ruedos, quedando la tauromaquia tan previsible, que el público pocas veces encuentra el aliciente bastante para pasar por taquilla y ocupar los tendidos de las plazas de toros. Por eso hay que buscar ese estímulo, que vuelva a hacer que el gran público apueste por el toreo como un espectáculo pleno y capaz de divertir a los que se congregan en las plazas de toros. Sin lugar a dudas todo pasa por devolver al toro ese punto de emoción, que haga que estar delante de él, esté lleno de sensaciones. Ayer en la plaza de Bélmez ocurrió precisamente eso. Se lidió una corrida, obviamente con una presentación para una plaza de tercera categoría, con interés suficiente para que el público, ya fuera aficionado u ocasional, pasara una tarde entretenida y sobre todo interesante por todo lo que ocurrió sobre el albero del centenario coso del Guadiato. Los que fueron, seguro que no se arrepentirán, y posiblemente vuelvan en un futuro. Los que se quedaron en la feria, o en casa, pensando que sería un festejo al uso y modos de hoy, se lo perdieron. En el pecado llevaran la penitencia.

Tal vez el resultado de la corrida no fuese histórico. Posiblemente así fuera. Pero lo que hay que destacar es que cuando al ruedo salta un toro con raza y casta, las cosas siempre resultan más favorables. La corrida enviada por Victorino Martín tuvo muchos matices para ser recordada. Toros bravos y colaboradores con los toreros, eso sí, sin regalarles practicamente nada. Todos tuvieron mucho que torear. Incluso los dos últimos, a la postre los más deslucidos, que de seguro, si no hubiese molestado tanto el viento, hubieran tenido más posibilidades que las que ofrecieron. Corrida sin la apariencia exterior que muchos podrían pensar, pero de un comportamiento que tuvo a todo el público centrado en lo que ocurría sobre la arena. Toros con raza y casta, todos murieron con la boca cerrada y alejados de los tableros. Jugar la carta de Victorino, es de ganador, y sin lugar a dudas los criados por el ávido ganadero de Galapagar fueron responsables del resultado final del festejo. Bien por Victorino una vez más.

La empresa apostó por un mano a mano entre dos toreros que saben hacer el toreo. Dos toreros alejados de papel couché, por lo tanto practicamente desconocidos para el gran público. Dos toreros que hicieron las delicias del respetable con el toreo puro, ortodoxo, clásico, barroco y temperamental. El toreo de toda la vida, con el añadido de hacérselo a toros que no les regalaron practicamente nada.
Abría cartel el murciano Paco Ureña. Recibió a su primero con unos valerosos lances a la verónica que remató con media. Tras un puyazo quitó por delantales ajustados que fueron aplaudidos. Brindo el trasteo al respetable y cuajó una faena que tuvo buen concepto y forma. Cuajó muletazos largos y templados por ambos pitones, destacando el toreo al natural con la izquierda. Tal vez pecara de falta de unidad, pero no hay que poner pero alguno a la labor del murciano en este toro, al que mató contundentemente de una eficaz estocada, lo que le valió cortar la primera oreja de la tarde. Su segundo fue un toro al que costo definirse. El 'albaserrada' no se dejó torear lucidamente con el capote. Tomo un puyazo en el que empujó con clase. Ureña tomó la muleta, flotaba en el aire la incógnita de saber que pasaría. Fue cuando apareció el toreo de dominio. A base de oficio, Ureña fue obligando a su oponente para terminar toreando a placer. De nuevo fueron de alta nota los naturales, tanto cargando la suerte, tanto a pies juntos, los muletazos resultaron largos y templados. Lástima la colocación del estoque que privó a Ureña desorejar por partida doble al animal, obteniendo solo una oreja. El quinto resulto deslucido. El de Victorino no tuvo la franqueza de sus hermanos, pero también el aire, que molestó en exceso, impidió a Ureña, que lo intento de todas formas, realizar una faena compacta. Algún muletazo de buen corte y estética. Poco más. El viento y el mal uso de los aceros se llevó los deseos de Ureña de redondear su tarde.


Pepe Moral venía de triunfar en Navaluega ante los "otros" Albaserradas de Adolfo. El torero de Los Palacios lleva una temporada corta, pero de mucha intensidad. Sus méritos en los ruedos no están teniendo justicia alguna en los despachos, traduciéndose esto en una falta de contratos incomprensible. Pepe Moral vino a Bélmez a triunfar y a volver a reivindicarse una vez más. Y vaya si lo hizo. Tres orejas al esportón y la sensación de ser un torero llamado a ocupar un lugar más privilegiado en el escalafón. Recibió a su primero con vibrantes lances a la verónica que fueron jaleados por la concurrencia. Brindó al público e instrumento a su oponente una faena enfibrada y con ganas. Tal vez esas ganas fueran las responsables de que el trasteo resultara irregular, destacando con unos mecidos naturales que fueron lo mejor de la faena. Pudo cortar una oreja, pero un pinchazo previo a la estocada hizo que solo pudiera saludar desde el tercio. En el cuarto vino lo mejor de la tarde. Lanceó con gusto a la verónica siendo muy aplaudido. Tras un puyazo y un vibrante tercio de banderillas a cargo de Vicente Varela, Moral tomo muleta y estoque. Brindó a su compañero de cartel y cuajó unos estéticos muletazos por bajo con los que fue haciéndose con la encastada y brava embestida de su oponente. La faena resultó maciza, rotunda, vibrante. Una faena que tuvo como denominador común la pureza, la verdad y el buen gusto.  Cuajó muletazos profundos con ambas manos dominando a un bravo animal que hacía surcos en la arena con el hocico detrás de la muleta que le ofrecía el torero palaciego. Una estocada haciendo perfectamente la suerte y una muerte de bravo del toro, hicieron que el tendido se blanquease de pañuelos y el doble trofeo fuese a parar a sus manos. En el último de la tarde el viendo dió al traste con todo. Era imposible dejar la muleta en el sitio para hacer que el animal repitiese tras ella. Una simple ráfaga podría dejar al descubierto al torero y con ello hacer peligrar su integridad. Aún así Moral lo intentó, por activa y por pasiva, a pesar de ello consiguió algunos muletazos sueltos rotundos, lo que le permitió, tras el buen uso del acero, cortar una oreja.


Resumen final: tarde entretenida con toros de verdad, buenos toreros y el viento que se coló sin que nadie lo hubiera invitado. Los que no fueron, se lo perdieron.

FICHA DEL FESTEJO: 

GANADERIA: Seis toros de Victorino Martín Andrés, correctos de presentación pero desiguales entre sí. Resultaron de buen juego el líneas generales destacando el bravo 4º de nombre Matero, los más deslucidos, que no malos, fueron los jugados en 5º y 6º lugar.
TOREROS: PACO UREÑA (malva y oro). Estocada (oreja), estocada caída (oreja) y estocada atravesada y estocada (ovación con saludos). PEPE MORAL (tabaco y oro). Pinchazo y estocada (ovación con saludos), estocada (dos orejas) y estocada (oreja).
INCIDENCIAS: Plaza de toros de Belmez. Corrida de toros con motivo de la feria en honor de Nuestra Señora de los Remedios. Media entrada en tarde de agradable temperatura en la que el viento molesto de forma constante, especialmente durante la lidia de los dos últimos toros. Destacó entre las cuadrillas Vicente Varela que saludó tras parear brillantemente al 4º. Al finalizar el festejo los dos toreros abandonaron la plaza a hombros atravesando la puerta grande del centenario coso belmezano.

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