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El ganadero andaluz ya camina de nuevo en una finca de Alcalá de los
Gazules con sus toros, que conservan un linaje único dentro del campo bravo
patrio y con el que se va abriendo camino
Cuentan que
de antaño había ganaderos de lidia con enorme poder mediático entre los
públicos. Criadores que al solo conjuro de su nombre movilizaban a la afición
para acudir a una plaza de toros. Personas únicas e irrepetibles que con
su particular ideal
de toro fueron, a través de la selección, capaces de crear
un animal que pocas veces, motivado por su comportamiento, dejaba indiferentes
a quienes se sentaban en los tendidos de una plaza de toros.
Se
dice que muchos mandaron en la fiesta por encima de algunos
toreros. También que sostuvieron enconadas
competencias con lo más florido del escalafón de espadas
de las épocas que les tocó vivir. Gentes de campo, con una intuición grande a
la hora de la búsqueda de la bravura y que a través de un trabajo, donde dos y
dos difícilmente suman cuatro, crearon un tipo de toro que buscaron con ahínco.
El
ganadero de lidia no busca algo material. El criador de reses de lidia basa su
selección en la búsqueda de un carácter de comportamiento, que complementa con una
morfología acorde a un animal de condición rústica y criado extensivamente de
modo natural. Así fue y así debe de ser.
AUNQUE PINTAN
BASTOS, TODAVÍA HAY QUIENES DEFIENDEN SUS IDEALES EN EL MUNDO DEL TORO
Hoy,
salvo contadas ocasiones, el criador no busca su concepto de toro. El ganadero
de hoy selecciona lo que le obligan los mercachifles que manejan la tramoya
del toreo, a cambio de un lugar rutilante en la cartelería de las grandes citas
de la temporada.
Es
así como está el toreo. Pintan bastos, pero aún hay gente que piensa que hay
que luchar para defender sus ideales, su concepto, y ser fiel a unos principios
que les fueron inculcados por los que le precedieron. No les importa ir contra
las tendenciasactuales,
ni en muchas ocasiones incluso en contra de su propia economía, sin
importarles, en estos tiempos, prácticamente arruinarse persiguiendo unos
sueños, que en ocasiones se antojan lejanos e irrealizables.
Uno
de estos locos divinos visitó Córdoba recientemente. El Círculo Taurino de
Córdoba tuvo el gusto de invitarlo a uno de sus ya tradicionales actos. Un
hombre que tras una dura y dolorosa ruptura
con sus hermanos en la ganadería familiar, ha iniciado un
nuevo camino en solitario, persiguiendo así el objetivo que su padre la marcara
hace ya más de una década.
De
forma emocionada relató sus ideales de bravura, rememoró la figura paterna y
mostró su ilusión por perpetuar su apellido en los carteles de las grandes
ferias; eso sí, con nueva denominación y, sobre todo, con renovadas ilusiones.
Salvador
Gavira García ya camina de nuevo con sus toros. Ese toro tan personal que
conserva un linaje
único dentro del campo bravo español. Un toro que guarda
la sangre de las viejas reses del Raso del Portillo, mejorada o aderezada con
puntuales aportaciones de Pablo Romero, el Conde de la Corte y más
recientemente de Salvador Domecq. Un toro que siempre gozó del predicamento de
los toreros, debido a su bravura enclasada y favorable para triunfar.
Salvador
Gavira García cría sus toros en la finca La Isla de Villa Blanquilla, en el
término de Alcalá
de los Gazules, donde en su día pastaran los toros de Baltasar
Iban, rodeados de agua, y donde la leyenda urbana asegura que habita un fiero
caimán.
Allí
Salvador Gavira García ha ideado unas instalaciones pensando en el bienestar de
los toros de su propiedad. Unos toros que poco han cambiado desde la división
de la ganadería, pero que Salvador trata de dotar de la acusada personalidad que
les ha hecho poner en el camino a numerosos espadas, a los que hoy consideramos
figuras del escalafón como Morante de la Puebla, David Mora o el recordado Iván
Fandiño.
La
nueva ganadería está inscrita en la Asociación de Ganaderías de Lidia y el pial
con el que se hierran sus
pupilos ya no es el viejo de Marzal, sino una G cortada. Se presentó en Madrid,
obteniendo así antigüedad, el día 12 de octubre de 2017, en una corrida
estoqueada por Daniel Luque, que cortó una oreja, el colombiano Sebastián
Ritter y Javier Jiménez.
Fue
el inició de un nuevo camino y, sobre todo, debido a la pasión del ganadero,
la continuación de un sueño iniciado muchos años atrás por quienes antepusieron
sus ideales, creyendo que con ellos engrandecían el mundo de los toros, sin
importarles para nada las trabas y desengaños que trae una actividad ganadera
donde dos y dos nunca suman cuatro.
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