El pasado fin de semana tuve el honor de departir de toros con la afición de Pozoblanco. En el marco incomparable del remozado Coso de los Llanos, el matador de toros cordobés, Rafael González "Chiquilin" y un servidor, moderados por el compañero Francisco Javier Domínguez, estuvimos hablando de la Córdoba taurina, de sus toreros, de sus ganaderías, de su peso en la historia del toreo y de la evolución del mismo, durante un buen rato, de forma amena y con la participación de los asistentes.
Plausible el interés del ayuntamiento por acercar el mundo del toro a sus conciudadanos. Sin complejos, como algo natural que forma parte de nuestras tradiciones y cultura. Jornadas así hacen falta para revitalizar la fiesta, para entrar en sus entrañas, para conocerla y quererla aún más.
Estoy acostumbrado a este tipo de coloquios. Ya son varios por toda la piel de toro, pero hasta el sábado no descubrí una cosa que me lleno de satisfacción. Ya he dicho que el público participó de forma notable, pero fue al acabar el acto, cuando relajados en animada tertulia comprobé que Pozoblanco es un reducto de una afición torista en la provincia de Córdoba. Muchos fueron los que se me acercaron y me hicieron un sin fin de preguntas, como si yo tuviera la solución, sobre la biodiversidad y riqueza genética de la cabaña brava, sobre la extinción de algunos encastes, sobre la suerte de varas, sobre la morfología característica de cada casta, sobre las caídas de los toros y sobre todo lo relacionado con ese pilar básico de la fiesta que es el toro.
Pozoblanco aún no se ha sacudido el halo negro de la tragedia. Su afición quiere de una vez por todas hacer ver que Pozoblanco va más alla de un triste hecho luctuoso. El camino, siempre que el toro este presente, esta bien escogido. Convertirse en un baluarte de defensa del toro de lidia en la provincia de Córdoba, puede ser el revulsivo. No solo para la ciudad del Valle de los Pedroches, sino para Córdoba entera.
Foto: www.turismopozoblanco.es
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