4/22/2012

LOS RELATOS DE RAFAEL EL VAQUERO. Manolete y dos toros de Curro Chica de encaste Braganza.




El frío se ha hecho presente en la ciudad. Córdoba, aunque luminosa, está atenazada por las bajas temperaturas. Las gentes se refugian en sus casas, los que se ven por la calle, caminan presurosos y encogidos de forma rápida, intentando entrar en calor para contrarrestar los mínimos valores que marcan los termómetros.
Camino de forma rápida. El frío me corta la cara y la bufanda protege mi siempre maltratada garganta. Vengo de recoger unas reproducciones en papel de unas fotografías de unos toros de capa jabonera hechas la pasada primavera. Las nuevas tecnologías han hecho que las fotos sean espectaculares, sobre todo una de un toro abrevando en una laguna. Contento del resultado voy presuroso a casa en busca del calor de la mesa camilla y de un buen aperitivo acompañado de algún vino de Montilla-Moriles. La idea es tomarlo en casa, pero al pasar por un céntrico establecimiento veo a mi buen amigo Rafael sentado en los veladores del patio que se ve a través de las cristaleras. A pesar del frío no pierde sus costumbres, y refugiado bajo una estufa de pie, de las que el pueblo soberano ha bautizado como setas, saborea una copa de oloroso acompañado de un queso rociado con aceite de oliva de la subbética cordobesa. Tanto me ha gustado como han quedado las fotos que opto por saludarlo, enseñárselas, acompañarlo a la hora del aperitivo y de paso ver con que se deja caer.
- Rafael, buenas tardes ¿Qué hace usted con la que está cayendo?
- A las buenas. Aquí tomando una copita de vino viejo, a ver si este cuerpo viejo entra en calor.
- Pues con su permiso me siento con usted, me tomo una copa y de paso le enseño un par de fotos. Sé que el pelo jabonero no es de su gusto, ya me contó que lo aborreció cuando trabajó en la ganadería de Salas que era originaria de Curro Chica, y que de seguro le pondrá alguna falta a las fotos, a los toros y de paso hasta al fotógrafo.
-Como le voy yo a fartá a oste, con lo buena persona que es y con lo bien que tira oste los retratos. Ahora con los toros de ese pelo no tengo más que maldicencias. No sé como ahora se ha vuerto a poner de moda, las cosas del difunto Juampedrito.
-Rafael es una capa más. Un pelo más. Saldrán más bravos o más mansos, pero jamás dejan a nadie indiferente. A unos cautiva, por su extraño tono tan distante del habitual negro, a otros les trae añoranzas de la legendaria ganadería de Veragua y a otros como a usted le traen malos recuerdos y punto.
Le muestro la espectacular foto de un “currochica” de Julio de la Puerta abrevando en una laguna. La mira despacio, calla, la suelta en el frio mármol de la mesa y se coloca las gafas. La vuelve a mirar despacio y exclama:
- La verdad es que son realmente bonitos. Este toro además, amigo mío, es todo un dije. Bien hecho, fino de cabos y bien encornao. Este tipo de toro no suele fallar nunca en este encaste.
-¿Le gusta eh, Rafael?
-¿El qué? ¿El toro o el retrato? Me gustan los dos. El retrato es una pintura y el toro a pesar de la manía que le tengo a este pelo, es precioso.
-Me alegro amigo. ¿Qué le parece si pedimos un par de “medios” y un poquito de fritura de pescado?
-Pos superió, vamos a ello.
Pido al camarero dos “medios” del amargoso de la casa y un ración de calamares fritos, que aderezados con unas gotas de limón son un aperitivo sensacional. Nos traen primero el vino, los calamares tardaran aún unos minutos, y saboreamos el primer sorbo de de forma pausada, como si quisiéramos dormir el tiempo. De pronto Rafael me dice muy serio:
-Que forma de embestir tenían aquellos toros de Curro Chica. No eran muy grandes, finos de cabos y bonitos de tipo.
- Claro usted los conocía bien pues Juan Salas lo que tenía procedía del ganadero jerezano.
- Si señor. Allí me di cuenta de la enorme calidá que tenían durante su lidia. Eran como hoy se dise, más toreables. Los de Calderón, que eran primos hermanos, salían mucho más brutos, más bruscos y duraban mucho menos, eso sí, hasian peleas buenas con los caballos. Por eso Juan Pedro Domecq se quito der medio lo que tuviera sangre de Veragua, vendiéndolo a Calderón.
- Veo que conoce perfectamente la historia Rafael. Lo que sí es verdad es que en aquella época las figuras no le hacían los ascos que le hace los de hoy a algunos encastes y ganaderías. Vamos que mataban de todo demostrando la categoría que tiene que tener un matador de toros que presume de figura del toreo.
Nos traen el plato de calamares, la baja temperatura y el estar recién sacados de la freidora, hacen que humeen en exceso. Rafael no pierde el tiempo. Toma un tenedor y me dice con arte:
-Vamos a comer que con este frio van a durar menos calientes que una “perrachica” en la puerta un colegio.
Toma uno y se lo lleva a la boca. Tuerce el gesto. Sin lugar a dudas se ha quemado. Bebe un sorbo de vino y se repone rápidamente. El vino de la tierra lo arregla todo y vuelve a la conversación.
-¿Oste sabe una cosa?
- Cuénteme Rafael, ¿Qué cosa es la que no se?
- Que dos toros de Curro Chica pararon a Manolete. El “monstruo” sufrió dos graves cogidas por curpa de los toritos de Curro. La primera de ellas fue cuando comenzaba a mandar en er toreo.
- Yo Rafael, solo he oído la de Alicante. La que sufrió una fractura de la clavícula que le hizo parar muchas fechas.
- Si, esa fue la segunda. El día 29 de junio de 1945, en una corria de ocho toros, alternaba con Pepote Bienvenida, Arruza y Parrita. Según me comento después Guillermo, vestía de verde hoja seca y plata, y en su segundo, un jabonero –hace énfasis en la pronunciación- le echo mano y lo esfarató bien esfaratao. Perdió unas pocas de fechas y pa cormo en la reaparición, como era tan honrao, otro toro le volvió a poner los pies al aire, se resintió y perdió otras pocas más.
- Es cierto Rafael, por cierto las fotografías de esa cogida, fueron muchos años tenidas por las de la tragedia de Linares.
- En eso no entro. Solo pongo de manifiesto la grandeza de Manolete. La primera cogida fue peor.
Deja de hablar en seco y vuelve a tomar un trozo de cefalópodo frito, que por cierto, ya no queman como antes.
-La primera fue en Madrid a finales de la temporá del año cuarentaydos. Manolete ya estaba en la sima y la capital se le entregó aquella tarde como siempre. Se corrió una corria salmantina de Montalvo que salió en su línea. En su primero Manolete la lió. Faenón sublime que le permitió cortar dos orejas y dar dos vueltas al redondel.
-Por eso era Manolete Rafael, porque se entregaba siempre. Vamos que no birlongueaba como los de hoy.
-Bueno, déjeme que termine, ¿no?
-Siga, siga, que ya me callo.
-Su segundo resultó manso. Huía hasta de su sombra. La gente que quería ver otra faena de relevancia protestó al torete de Montalvo. Fue devuelto y saltó un sobrero de nombre “Garboso”  con el hierro de Curro Chica, que ar final resultó más manso entoavia. Manolete quiso, como siempre hasia, complacer a los que habían ido a verlo. Se salió con el manso a los medios y cuando comensó a poderle en un remate por bajo el toro le pegó un tabacaso gordo en el muslo.
- La honradez del Califa, Rafael. El pundonor de querer ser siempre el mejor.
- Si señor, la cornada fue gorda. Le operó el dortor Jiménez Guinea de un cornalón de veinte centímetros que le hiso mucho daño, tanto así que cortó lo que le quedaba de temporá.
-Haciendo memoria Rafael y de lo que he podido leer en las biografías de Manolete, eso fue el día veintisiete de septiembre de mil novecientos cuarenta y dos. ¿Es así?
-Beba oste vino que ya no tengo la memoria para fechas. Lo que le he contao es p’a que vea oste que antes los figurones del toreo eran de verdá y no como los de hoy que matan na más que borregas que están cortás con el mismo patrón.
-Así es, pero esto creo que ya no tiene arreglo. Por eso Manolete solo hubo uno y es más que improbable que una figura de hoy permita enchiquerar un sobrero de una ganadería de encaste distinto al que matan tarde tras tarde.
Nos terminamos el vino y los calamares, nos levantamos y tras abrigarnos bien abrigados, salimos a lidiar con el toro del frío que nos ha azotado durante el último invierno. Rafael camina calle abajo encogido, como queriendo protegerse del frío. Sin lugar a dudas su sapiencia daría para escribir un jugoso y sustancioso libro.

3 comentarios:

Juanito dijo...

Muy bueno el relato a vez cuando conocemos a "Rafael".....

taraco dijo...

estuvo muy buena la anecdota de rafael,ojala tengas material para sacar un libro de anecdotas para aprender mas de esto del toro, que nunca terminas por saberlo todo, viva nuestra fiesta

taraco dijo...

ojala esa idea de escribir un libro que sea de anecdotas taurinas la madures y la lleves a cabo pues siempre me ha gustado ese tipo de lectura, que habla de cosas que sucedieron en el tiempo, felicidades y ojala viva la fiesta taurina por algunas centurias mas, viva españa viva mexico