El
día amaneció gris como la capa de los toros con los que alcanzó la gloria.
Nadie suponía lo que a mediodía iba a suceder. En un sencillo mensaje en una
red social, uno de los últimos ortodoxos del toreo anunciaba su retirada de los
ruedos. Los aficionados al toro, y al toreo eterno, comenzaron a mostrar su
sorpresa. Horas más tarde un escueto, pero sentido, comunicado de prensa
confirmaba la pérdida para un escalafón, viciado y artificioso, de uno de los últimos
intérpretes del toreo más puro y sincero. José Luis Moreno nos decía adiós. Los
motivos alegados “falta de ilusión” y “respeto máximo para su profesión”.
José
Luis Moreno ha sido, y será siempre, un torero que ha defendido la verdad y la
pureza. Dicen que se torea como se es, y Moreno siempre ha ido de frente ante
todo. Ante el toro y ante un sistema que cada día da más muestras de corrupción.
Sistema de organización que para nada beneficia los valores más ancestrales de
una de las últimas liturgias mediterráneas. Ese ir de frente ha costado a
Moreno injusticias, vetos, imposiciones, pero siempre con el estandarte de la
ortodoxia y verdad ha defendido su verdad e independencia.
El
toreo hoy está montado para beneficio de unos pocos, que como perros
hambrientos se reparten los mejores bocados, sin dejar comer a nadie más. Unos
de los valores de la fiesta de los toros es premiar lo realizado en la arena.
Hoy esa máxima no tiene valor alguno. Los hilos de la fiesta los manejan
personas poderosas que, con un móvil y desde un despacho, hacen y deshacen a su
antojo todas las ferias de la temporada. Poco importa lo que se haga ante el
toro, al que han devaluado hasta límites insospechados, solo valen sus
criterios para llevárselo calentito a costa de comisiones y liquidaciones
siempre favorables.
Al
toreo le hacen falta muchas cosas. La primordial la vuelta del toro integro y
encastado, con el que Moreno siempre ha dado la cara; luego, una legislación que
impida ser juez y parte. Los truts empresariales necesitan una renovación
total. No se puede ser una misma tarde empresario-apoderado-ganadero, rebañando
a ser posible, todo el beneficio generado. Sólo miran por sus intereses, sin
mirar nada, ni a nadie, y lo más grave, tampoco miran el futuro de la fiesta
misma.
Este
es el sistema que ha mandado a José Luis Moreno a su casa, a uno de los últimos
exponentes del toreo puro de nuestro tiempo. No han respetado nada, ni sus
triunfos, ni su tributo de sangre, ni su honradez en un mundo cada vez más
pestilente. Quedan en el escalafón las marionetas de los poderosos que mueven
sus hilos, y los de la propia fiesta, a su antojo. Hagan lo que hagan, y pase
lo que pase, siempre estarán colocados y los mejores carteles de las ferias,
con las ganaderías más cómodas, en los mejores días, quitando huecos y trabajo
a otros que respetan la fiesta como a su vida misma.
Ante
esto el gran público calla y asiente. Prefieren la fiesta que les quieren
vender. Una fiesta amable, de clavel y gin-tonic. Una fiesta hueca de valores y
contenido. La feria de Córdoba pasada será, para muchos, la de una puerta
grande multitudinaria a gritos de “viva el toreo”; para otros, los menos, será
la de una puerta de Los Califas huérfana de multitudes, por la que salía el
toreo eterno vestido de grana y oro encarnado en la figura de José Luis Moreno.
Personalmente, como aficionado, me quedo con esta segunda.
Publicado en la edición impresa de "El Día de Córdoba" el 6 de enero de 2014
2 comentarios:
Luego dicen que en Cordoba no hay aficion. En Cordoba lo que ocurre es que no comulgamos con rueas de molino y estamos asta los cojones de chorizos
Un ejemplo más de la caída en picado de esta apestosa fiesta. Se tienen que ir los mejores para que los liquidadores arramblen con todo lo mas rápidamente posible.
Pena y asco de estos despojos de lo que fue algo grandioso.
Mi respeto un un abrazo a una gran persona y un grandioso torero.
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