No
corren buenos tiempos para la tauromaquia. Muchos la consideran una actividad
arcaica. Posiblemente la culpa de ese rechazo sea de todos los que la amamos.
El mundo del toro no ha sabido vender, poner en valor como se dice ahora, su
grandeza y sus cualidades. El desconocimiento hacia ella es grande, y de ahí su
rechazo por parte de una sociedad excesivamente urbanita y cada vez más alejada
de la naturaleza.
Los
taurinos, metámonos todos y sálvese quien pueda, no hemos sabido, o no hemos
querido, mostrar nuestro mundo. Unos por intereses que se nos pueden escapar,
otros por complejos incomprensibles en una sociedad que se define como plural,
y otros, los muchos, por dejadez. Los últimos pensaban que la ola anti taurina
iba a ser flor de un día y que jamás se convertiría en el tsunami, que
hoy amenaza ferozmente a la más culta de todas las fiestas, como la definiera
Lorca, un poeta alejado del cliché con que el movimiento animalista tacha a los
amantes de la tauromaquia.
El toreo, o más bien sus regidores, han optado por hacer oídos sordos y mirar hacia otro lado. El enemigo se ha hecho fuerte. Los ataques son desaforados y algo tan impensable no hace mucho, la abolición de la tauromaquia, es enarbolado por muchos, a los que un sector de políticos, la mayoría mediocres y cuyo fin principal es un sillón para exaltar su egolatría aparentando lo que no son, han visto un granero de votos que les pueden permitir seguir viviendo en el mundo que desean, que no es otro que mirar por los intereses de sus respectivos partidos y los suyos propios, sin pensar un ápice en el pueblo al que deben gobernar y por cuyos derechos deben velar.
El toreo, o más bien sus regidores, han optado por hacer oídos sordos y mirar hacia otro lado. El enemigo se ha hecho fuerte. Los ataques son desaforados y algo tan impensable no hace mucho, la abolición de la tauromaquia, es enarbolado por muchos, a los que un sector de políticos, la mayoría mediocres y cuyo fin principal es un sillón para exaltar su egolatría aparentando lo que no son, han visto un granero de votos que les pueden permitir seguir viviendo en el mundo que desean, que no es otro que mirar por los intereses de sus respectivos partidos y los suyos propios, sin pensar un ápice en el pueblo al que deben gobernar y por cuyos derechos deben velar.
Primero
fue Cataluña con Barcelona. Pero, claro, muchos pensaron: "No soy
catalán". La idea de que fuese un movimiento localizado, auspiciado por el
nacionalismo, hacía prácticamente inviable que el fenómeno anti llegará a
nuestra tierra. Luego fue Madrid, quién lo diría, donde la campaña promovida
desde su ayuntamiento en ataque al toreo es feroz. Como una mancha de aceite,
tras las elecciones municipales, el fenómeno se extiende por todo el país. Lo
que pocos pensaban, que llegase a Andalucía y en concreto a una ciudad como
Córdoba, cuna del toreo y solar del campo bravo, se han equivocado en sus
pronósticos.
Enmascarado en una moción contra el circo con animales, los políticos emergentes y salvadores del pueblo, avalados por los que donde decían blanco ahora dicen negro, han enseñado la patita y han atacado en Córdoba a la tauromaquia, ninguneando así la historia, el sentir y las raíces de una ciudad que siempre fue, o al menos eso se dice, tolerante y plural. Los ediles municipales del tripartito encubierto han faltado el respeto, no solo a los ciudadanos amantes del toreo, sino a Córdoba misma. Se escudarán en que no han prohibido los toros, solo que no subvencionarán la fiesta, con lo que perjudicarán a una asociación que lucha por el bienestar de unos enfermos que penan con un mal terrible como es el cáncer.
Los ayuntamientos no tienen potestad para prohibir los toros, que quede claro. Saben que la tauromaquia es competencia de las comunidades autónomas, además de ser un patrimonio cultural de España. La táctica es intentar ahogar económicamente al toreo, con lo que el mismo genera anualmente en impuestos. Que no es poco.
Es la hora de la unión. Se habla de plataformas, de manifestaciones, de concentraciones, de muchas cosas. Pero lo más vital para la fiesta en Córdoba es la exigencia de una fiesta de toros íntegra y que lleve emoción a los que se sienten en los tendidos de Los Califas. Una fiesta alejada del sistema que la ha llevado al ostracismo en el que se encuentra. Sistema cómodo que solo vela por sus intereses y que ha hecho el caldo a los movimientos abolicionistas. Un sistema que ha llevado al toro, pilar de la fiesta, a ser un animal que, más que miedo, dé pena y lástima, características alejadas de su dureza primigenia. Hacen falta veterinarios y autoridad fuertes, que no cedan a las pretensiones del sistema que maneja el toreo, porque éste, a fín de cuentas, es el principal responsable de lo que está ocurriendo con la tauromaquia en España.
¿Han hecho algo hasta ahora ante tanta calumnia? Sí, hacer el paseíllo desmonterados en una clara muestra de postureo hueco y vacio.
1 comentario:
Por favor, no olviden la primera necesidad: corrida integra con un señor TORO TORO fiero y poderos
Saludos de Gala
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