Cada vez que, año a año, los del entramado
publicitario de José Tomás anuncian que va a torear, la mayoría de los medios
empiezan a especular y no paran sobre cuando, cómo y en donde tendrán lugar los
acontecimientos. Y corre la bola de la propaganda hasta que la lotería de su
presencia cae en algún sitio.
Este año, la primera caerá en Jerez y, como siempre,
al día siguiente de saberse, empezaron a decir que ya no queda ni una sola
entrada, que ya no hay sitio donde dormir y que todos los restaurantes del lugar
han colmado las reservas para el día señalado tanto para comer como para cenar.
Pero no es verdad. Porque llegas asustado donde toque
en la ilusa intención de poder asistir, comer y dormir, y resulta que hay
entradas, que hay sitios libres en varios hospedajes y que los restaurantes
disponen de mesas para comer y para cenar.
Hace algunos meses, en Córdoba, donde vivo, se empezó
a decir que J T torearía en la feria de La Salud y empezaron las inevitables
especulaciones. El plan de los taurinos locales era que J T actuara junto a
Finito de Córdoba en la corrida que celebraría el vigésimo quinto aniversario
de su alternativa en el coso de los Califas. Lógico. Porque el lleno estaría
asegurado.
El mismo Finito me lo dijo en el callejón de la plaza
califal la tarde del último festival a beneficio de los enfermos de cáncer.
“Vendrás, no? Porque tu viniste a mi alternativa con toros de Torrestrella,
Ojeda de padrino y Cepeda de testigo. ¿Recuerdas?” “Sí. Entonces dirigía yo un
programa en Telemadrid y vinimos para hacer el reportaje”, le contesté. “Pero
si Tomás torea contigo no vendré“.
Finito se quedó de piedra. “Pero hombre, ¿es que no te
gusta José Tomás?. “Lo que no me gusta nada de nada es el ambiente que le rodea
cuando torea”, le contesté. “Además, los que vengan a verle a ti no te harán ni
caso. Cuando torea Tomás, los toreros que le acompañan o no existen o les hacen
imposible la vida. Es lo que yo llamo la tomatosis. Un partidismo incondicional
haga lo que haga que implica la enemiga contra los demás toreros”.
“En eso llevas razón”, me volvió a contestar Finito.
Pero al final ha resultado que, tras varios días de
espera y desespera, demasiados, y sin que los carteles de la feria cordobesa
salieran a la luz, ayer mismo se dijo en los periódicos locales que el ínclito
no vendrá. La feria ha estado parada a la espera de conseguir su presencia y,
finalmente, el “gato” no se meará en Córdoba.
Lo del gato viene a cuento porque todo lo que ocurre
con José Tomás, aunque solamente sea que su gato se ha puesto a mear, es tomado
por la prensa como grandioso acontecimiento.
Compuestos y todavía sin novios seguros salvo la
obligada presencia de Finito por las bodas de plata de su alternativa, la feria
no se ha podido anunciar como era debido para dar tiempo a que la gente compre
sus abonos o sus entradas y haga planes.
Una pena. Y es que, como acabo de decir, el “gato” no
se meará en la ciudad Califal. Los taurinos no parecen tener remedio cuando sus
planes lo centran todo en José Tomás. Y el “gato” continúa jugando días y días
y más días con sus vidas y con sus haciendas. Les está bien empleado.
Mándenlo al carajo de una vez por
todas. Pero no se atreverán.
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