9/18/2016

ESPLÁ, ALGO MÁS QUE EL TOREO VINTAGE


Cuando dicen que se torea mejor que nunca, volvió a aparecer de forma fugaz, una tauromaquia con reminiscencia del pasado. Unas formas ante el toro con aroma clásico, de sabor añejo y con regusto a otros tiempos de la historia del toreo. Lo clásico nunca pasa de moda, siempre está vigente. Es una concepción distinta de la tauromaquia, que se nutre de modelos tomados de un glorioso pasado. Después de siete años de ausencia, tras la triunfal despedida en Las Ventas ante el toro "Beato" de Victoriano del Río, el alicantino Luis Francisco Esplá volvía a los ruedos, ésta vez de forma puntual en la corrida goyesca de Arles.

Vestido impecablemente, con un traje goyesco color tabaco con pasamanería celeste y toques naranjas, tocado con un tricornio y redecilla, con medias color perlino y zapatillas a juego con el vestido, el torero de Alicante partió plaza de forma extraordinaria, para mostrar que su tauromaquia, preñada de ortodoxia y concebida para dotar de dinamismo al espectáculo, no ha perdido vigencia.

Desplegó su capote, de vueltas azules, como lo hubiera hecho en los primeros años ochenta el siglo pasado. Lances personalísimos a la verónica, rematados con dos medias a la cadera, trajeron la luminosidad del Mediterráneo de su Alicante natal y un añejo quite a la Navarra mostró la variedad capotera sin necesidad de importar nada del otro lado del Atlántico. Esplá no banderilleó en esta fugaz reaparición. Una lesión en un píe impidió poder vibrar con sus pares de poder a poder, sus vistosos jugueteos con los toros y sobre todo, admirar el compendio pleno del arte de banderillear en temerarios pares por los adentros. Con la muleta Esplá ofreció dos versiones. Una, en su primero, donde se mostró poderoso, con oficio y capaz de estructurar un trasteo con lucimiento ante un toro que poco se prestó al mismo. Otra, donde puso en escena la variedad, el clasicismo y el dinamismo que siempre fue aval en su toreo. Incluso se llevó una paliza brutal, con su peculiar sentido del humor declaró que también las cogidas entran en el contrato, de la que se levantó maltrecho y sin mirarse dispuesto a concluir con brillantez lo que había iniciado minutos antes. Al final salió del coliseo romano de Arles a hombros, parece que por última vez, dejando antes patente que su toreo continua vivo.

Muchos solo toman de Esplá la cascara. Sus decimonónicos ternos, el muletear su segundo toro tocado con la montera si no lo ha brindado, o sus trastos toreros de vueltas y forros azules. Pero Luis Francisco Esplá es mucho más que eso. El toreo de Alicante ha sido, y es, un torero importante. Un torero que concibe el toreo como un espectáculo total en los tres tercios. Un espada que se ha preocupado de rescatar detalles que permanecían vetustos y olvidados. Quites y galleos perdidos, pares inverosímiles de banderillas, y faenas de muleta donde siempre intentó dominar a sus oponentes con un toreo donde predominaba la curva y el cargar la suerte, ante las líneas rectas y el alivio. Desplantes deslumbrantes, como el de aquella mítica tarde de junio de 1982 al toro de Victorino, y sobre todo sacar el ostracismo la gallarda suerte de recibir.


Un torero al que la historia aún debe de colocar en mejor sitio, porque ha cubierto un hueco más que necesario en la fiesta. Lástima que, de su figura y persona, no hayan bebido las nuevas generaciones que pretenden abrirse paso en la fiesta. El torero alicantino, que siempre gustó de buscar en los que le precedieron, no ha sido, por desgracia, modelo a seguir. Puede que Esplá solo haya uno, ni antes su hermano, ni ahora su hijo, se han aproximado a él, pero hay que reconocer que su aportación desde fines de los setenta del pasado siglo, hasta el pasado fin de semana en Arles, ha servido para cubrir un hueco necesario en la fiesta de los toros. Con él estaba asegurado el toreo total, el lucir a los toros en el tercio de varas, el gusto por lo añejo, que no viejo, y el mostrar con orgullo el legado de todos aquellos que le precedieron en el arte del toreo. Luis Francisco Esplá mostró en Arles lo que siempre fue, un modus vivendi que formó parte de su vida y que nos trasladó para demostrar que el toreo clásico siempre está vivo. Desgraciadamente muchos no lo comprendieron y no descubrieron la profundidad de una tauromaquia, que a simple vista parecía superficial y liviana. Pocos o ninguno han bebido de quien bebió en numerosas fuentes. La tauromaquia desarrollada por Esplá es necesaria en la fiesta del mañana, porque Esplá y sus formas, son algo más que un torero y una puesta en escena vintage.

Foto: Laure Crespy


El Día de Córdoba

2 comentarios:

Bubo dijo...

Me ha dejado "los pelos como escarpias" leyendo el artículo. Una lástima que el maestro no haya podido lucirse con el tercio por el que mas se le conoce. Y desde luego que no se valore como debería su tauromaquía tan especial y clásica.

Córdoba Taurina dijo...

Espero que lo de las "escarpias" haya sido para bien. Lo de las banderillas es parte de la tauromaquia, pero no eje. En Arles, Esplá demostró que sin ellas, también pudo ser el mismo. Saludos.