Mañana
se cumple el 70 aniversario de aquella corrida en Linares en la que el cuarto
Califa recibió una mortal cornada de un miura -Islero- y encontró el final y el
principio de su gloria.
Manolete
estaba cansado. El peso de la púrpura era cada vez mayor. Cada día la presión
del público le era mucho más hostil. El hombre, también es espíritu, y
comenzaba a dar muestras de un soberano agotamiento. El torero cordobés había
traído, tal vez sin saberlo, unas nuevas formas y concepto al toreo. Manolete
culminó lo que fueron apuntando sus precursores. Desde el concepto artístico de
Lagartijo El Grande; el dominio y conocimiento de sus oponentes,
heredado de Guerrita y Gallito; y también la ligazón entre pases y la serenidad
de Juan Belmonte. Todo eso aderezado por su impactante y única personalidad que
adobaba aquella nueva tauromaquia de majestad, estoicismo y quietud.
Se
afirma, por coetáneos y biógrafos, que aquella temporada de 1947 iba a ser la
última de Manolete en activo. El espada cordobés tenía pensado y madurado
retirarse del toreo. Tras una triunfal campaña americana, comenzó tarde la
temporada española. Su primer festejo de la temporada tuvo lugar ya muy
iniciada ésta, concretamente el día 22 de junio en Barcelona, hoy proscrita
para esta liturgia milenaria que es la tauromaquia. Triunfó rotundamente en
Pamplona, el día 10 de julio, donde cortó cuatro orejas y dos rabos a una seria
corrida de Carlos Urquijo. Manolete, o mejor dicho Camará, había planteado una
temporada corta pero sin eludir compromisos en plazas importantes. De hecho, se
anunció en Madrid el 16 de julio para estoquear la tradicional corrida de
Beneficencia. El público le exigía y se mostraba contrario a la actuación de
torero en su primero. La envidia, pecado capital, hacía que los públicos no
perdonen que aquel espigado muchacho al que idolatraban, alcanzara un éxito, y
con ello un poder al que sólo podían llegar muy pocos. Manolete se entregó en
su segundo de la tarde y le cuajó una memorable faena. Resultó gravemente
herido. Perdió ocho festejos y no fue hasta agosto cuando volvió el terno de
luces, ese que según cuentan, comenzó a aborrecer.
El Califa
tenía su cita marcada con el destino. Comenzó agosto. Reapareció en la feria de
la Virgen Blanda de Vitoria. Dos tardes seguidas los días 4 y 5. La primera de
ellas alternó con Gitanillo de Triana y Parrita. Los toros pertenecían a
Bohórquez, la misma vacada al que pertenecía el que le hirió gravemente días
antes en Madrid. Le cortó una oreja a su primero tras cuajarlo al natural. En
su segundo no estuvo fino con los aceros, cosa inusual en él, y el público, que
cada vez estaba más en su contra, le abroncó con saña. Ese mismo público no le
perdonó nada en la fecha siguiente. Los toros salmantinos de Sánchez Cobaleda
no se prestaban al lucimiento. Manolete estaba muy por encima de ellos, pero el
público no lo reconocía. Manolete seguía siendo el mismo. A su segundo le hizo
la faena que acostumbraba, pero ya no bastaba. El público estaba imposible.
Tanto es así que rechazó la oreja que la presidencia le concedió. Juanito
Belmonte pasó desapercibido y Luis Miguel Dominguín fue paseado en hombros. Era
el elegido para desbancar a un torero que pronto se convertiría en mito. Al día
siguiente Manolete se volvió a enfundar el chispeante. El escenario era
Santander. Le acompañaban Gitanillo de Triana y Pepín Martín Vázquez. Los toros
tenían el añejo hierro de Trespalacios, propiedad de Ignacio Sánchez. Tras
hacerse ovacionar en su primero, el Califa de Córdoba instrumentó una
monumental faena a su segundo. Faena con firma y sello que puso al público en
píe. Cumbre. Todo tenía la rúbrica de una magnífica estocada. Los máximos
trofeos fueron a parar a sus manos.
Valdepeñas,
el día 8, fue la siguiente estación hacía la gloria. Los toros pertenecían a la
ganadería de Concha y Sierra. Manolete estaba pleno en su primero. Faena
completa, en su línea. Pases de todas las marcas. Perfecto volapié y le
concedieron los máximos trofeos de su oponente. Manolete los rechazó, según la
crónica de agencia de la época. ¿Tal vez por protestas de ese público que se
cansó de su plenitud? Poca historia en el segundo de su lote. Esa tarde Pepín
Martín Vázquez fue herido de gravedad por el sexto. Cornada muy parecida a la
de Linares días más tarde. El torero fue trasladado en el Buick azul de
Manolete a Madrid. Allí lo operó Jiménez Guinea, que le salvó la vida. El
destino así lo tenía escrito.
Manolete
toreó dos días después en San Sebastián. Le acompañaron Gitanillo de Triana y
Manolo Navarro. El ganado pertenecía a la ganadería de Alipio Pérez Sanchón. El
torero no alcanzó las cotas a las que acostumbraba. Solo fue ovacionado a la
muerte de sus respectivos toros. Tal vez pesaran en su ánimo los sucesos del
compañero herido dos días antes en Valdepeñas. Manolete pasó por el viejo
Chofre de puntillas. Al día siguiente hizo el paseillo en Huesca flanqueado por
Juanito Belmonte y Paquito Muñoz. Los toros pertenecían a Luis de la Calle,
pero tenían el hierro de Domecq. El diestro cordobés no se encontraba bien en
su primero. El público, tan en contra, le pitó mientras otros, los más, le
aplaudían. En su segundo, como Ave Fénix, resurgió su personal tauromaquia,
llegando a ejecutar una faena importante que fue premiada con una oreja de
peso.
Tres días
de asueto. No fue hasta el día 15 cuando Manuel Rodríguez volvió a vestirse de
torero. El escenario, Gijón. Le acompañaron Juanito Belmonte y Paquito Muñoz.
Los toros eran de Urquijo. Fue ovacionado en el primero y tras otra actuación
digna de lo que es Manolete, desorejó a su segundo. Al día siguiente volvió a
San Sebastián y con Juanito Belmonte y Dominguín como testigos, se resarció de
su anterior actuación. Los toros pertenecían a una de sus ganaderías
predilectas, Villamarta. Cumbre en su primero al que tras memorable faena le
cortó las dos orejas. Su segundo fue un nulo colaborador. Manolete lo intentó
pero fue imposible. La ciudad imperial de Toledo le esperó una jornada después.
Los toros llevaban el hierro de Albaserrada, propiedad de Juliana Calvo, hoy
Victorino Martín. Manolete se lució con el primero, cortando dos orejas, y se
estrelló en su segundo. De nuevo fue pitado por el público. Paquito Muñoz fue
el gran triunfador -tres orejas y rabo- mientras Gitanillo fue aplaudido
cariñosamente.
Manolete
continuó su camino hacia el Olimpo. Linares está cerca. El día 24 se anunció,
el hizo el paseo en Gijón. Los toros pertenecían a Ramos Paul, puro Villamarta.
Sus compañeros, Gitanillo, una vez más, y Parrita. Los Villamartas no se
prestaron al lucimiento. Los pitos fueron la tónica general de la tarde. El
amor propio de Manolete le hizo justificar su fama y nombre en su segundo. Lo
consiguió. Sólo el mal uso del acero, algo inhabitual, le privó de cortar
trofeos.
Santander.
26 de agosto. Corrida de Beneficencia. Festejo que pasó a la historia por ser
el último donde Manolete salió andando de una plaza de toros. Las añejas fotos
muestran a un Manolete triste. ¿Presagios y presentimientos?. Los saltillo de
Rogelio Miguel del Corral no sirvieron ni fueron propicios para el éxito. Los
toreros salvaron la tarde. Juanito Belmonte, Manolete y Raúl Acha Rovira,
padre el actual cantante mexicano Enmanuel, son ovacionados por el público
congregado en el coso de Cuatro Caminos.
Manolete,
ya de madrugada, montó en su Buick azul. El destino, Linares. Allí iba a
encontrar el final y también el principio de su gloria. 70 años ya y Manolete
sigue vivo.
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