Su larga cabellera rubia,- natural
me hace mucho hincapié-, le hace parecer una valkiria de las ideadas por Wagner
en su trilogía del Anillo. A pesar de su juventud, tiene las ideas y la mente
muy claras, aunque mantiene esa rebeldía que da la edad y sobre todo una
vitalidad que contagia a todo el que la rodea. Licenciada en educación, tiene
una idea en su cabeza que la hace soñar despierta, pues convertirse en torero
es un objetivo que lleva trazado desde que era una niña. Marta Reillo es de
esas chicas modernas, que sin conocer saber el motivo, tiene unas inquietudes impropias
en esta época, como es la de jugar con el drama y la muerte, para una joven de
veintipocos años, que no dudo en dejar
su entorno y su ciudad natal, para viajar hasta Córdoba y formar parte, como
alumna, de la Escuela Taurina del Circulo Taurino de Córdoba.
Fue ahí donde se dio cuenta que
el toreo era un destino que la vida le tenía guardado. Pasó esa etapa, y de
regreso a su Cuenca natal, no ha dudado de pasar un verano a la antigua usanza.
La fiesta no atraviesa un momento dulce para los que empiezan y alejada de los
ruedos y del chispeante terno, no ha tenido más remedio que torear en ese
residuo de tauromaquia, que son las capeas y que se conservan en la España
profunda, arraigadas profundamente en unas fiestas, donde el toro continua siendo
fundamental. Ahí es donde esta joven luchadora, tal y como eran las rubias
valkirias, se ha ido forjando durante la presente temporada, toreando donde ha podido y
donde la han dejado , enfrentándose, la mayoría de las ocasiones, con animales impropios
para alguien que aún está asimilando un oficio. Aún así continua soñando
despierta y torear le supone un estimulo que define como algo incomparable.
C.T.: En primer lugar: ¿qué hace una chica como tú en un sitio como este?
M.R.:Nací en un mundo rodeada de animales, mi padre es ganadero de reses
mansas y fue maletilla, por lo tanto en casa siempre ha habido capotes y muletas,
y yo he podido jugar con ellos. Para mí era algo normal, una niña podía jugar
con una muñeca y yo prefería jugar con los play mobils y las capas de mi padre.
C.T.: ¿De dónde brota tu afición a los toros?
M.R.: Como ya he comentado interiormente, mi padre fue maletilla junto a mi
tío. A la muerte de mi abuelo paterno, mi padre tuvo que dejar los toros y
ponerse a trabajar para sacar adelante a su madre y a sus hermanos. La ilusión
de mi padre siempre ha sido tener un chico el siguiera sus pasos, pero no fue
así, sólo vinieron chicas siendo yo una de ellas. Mi padre lo ha intentado
cuando éramos pequeñas, tanto con mi hermana como conmigo. Mi hermana no quiso
saber nada del tema y yo, bueno, para mí todo empezó como un juego cuando con 6
años me puse delante de una becerra.
C.T.: El lugar donde naciste y donde resides, aunque existe su feria taurina
y una afición consolidada, es difícil para la práctica del toreo ¿cómo influye
eso en tu inquietud por ser torero?
M.R.: Soy consciente de la dificultad que eso conlleva, ya que por aquí no
tengo ninguna oportunidad ni ayuda. Me considero una persona con mentalidad de
antes, la cual ha ido aprendiendo a base de capeas y buscarme la vida. Yo no sé
lo que es estar un invierno haciendo campo y en verano hacer una temporada. Y
aun así cuando llega el verano, voy de capea en capea donde puedo orientarme,
eso sí, unas veces sale del toril un añojito para disfrutar, y otras veces el
eral tirando para utrero que ya te va pidiendo el carnet, y esa es la única
realidad si quiero torear y sentir lo que llevo por dentro, y para poder expresarlo es lo único que puedo
hacer.
C.T.: Y tu familia ¿qué dice de todo esto?
M.R.: Mi familia desde un principio siempre me han apoyado todos. Tengo mucha
suerte de la familia que tengo y me siento muy orgullosa de ello, pero sé que
lo pasan muy mal, sobre todo mi madre y mi hermana. Soy consciente de que soy
la pequeña de la casa, y que es un mundo muy difícil. Ellos sufren mucho,
porque me ven sufrir a mí. Cuando ven cómo me derrumbó muchos días, porque no
salen las cosas como deberían salir, me han pedido en más de una ocasión que
abandone ya y lo deje. Mi padre está muy
orgulloso de mí, mi madre y hermana también, ellos me dicen que he llegado ya
más lejos de lo que ellos podían imaginar, y que pase lo que pase siempre
estarán orgullosos de mi. Mi madre últimamente no viene a verme torear, mi padre siempre me acompaña
y mi hermana a pesar de pasar mucho miedo en el callejón es mi moza de espadas.
C.T.: ¿Cómo fue la primera vez que te pusiste delante de un animal bravo?
¿Cuáles fueron tus sensaciones?
M.R.: La primera vez que me puse delante de un animal fue con 6 años junto con
mi padre porque no podía sujetar la muleta yo sola. No tengo muchos recuerdos
de ese día porque era muy pequeña. Tengo dos fotos que guardo con especial
cariño y lo único que recuerdo es que pase mucho miedo. Cuando sentí el bufido
de la becerra al entrar a la muleta me asuste bastante. Lo hice por mi padre,
porque me animo él a que saliera y no quería defraudarlo.
C.T.: A raíz de tu primera experiencia ¿qué pasos seguiste?
M.R.: Al no existir una escuela taurina en mi ciudad no pude apuntarme a
ninguna, fui creciendo en este mundo rodeada de animales sin ser consciente de
lo que me podía esperar. Cuanto más iba creciendo, me iba dando cuenta que esto
era más serio de lo que yo podía esperar. Ahí me pudo la presión que ejercía mi
padre hacia a mí con este tema, así que decidí no volver a mencionar nada del
tema en casa y no querer coger un trasto. Pero con 14 años en las fiestas del
pueblo llevaron unas vacas para los niños y algo por dentro me incitaba a
salir, así que sin decir nada a nadie, fui a casa, cogí la muleta de mi padre y
salí hacer lo que buenamente podía, porque no sabía cómo hacerlo, no tenía
ninguna técnica, ni base alguna. Desde ese momento en mi cabeza algo cambio. Al
verano siguiente empecé a ir por los pueblos donde sabía que soltaban vaquillas
y me ponía delante. La mayoría de las veces me pillaban, porque aparte de que
yo no sabía, casi todas iban toreadas, pero aún así mis ganas seguían ahí.
También es verdad que para entonces mi físico no era el que es ahora, y
podía estar un poquito “gordita “. Cada tarde en el ruedo escuchaba muchos
comentarios que me dirigían a voces hacia mi persona. Uno de ellos era que iba
para picadora y no para torera. Toda mi vida desde que entre en el colegio, he
tenido que soportar toda clase de insultos, pero yo era feliz y no hacía caso,
pero en este caso era diferente, era tratar de mi futuro, de lo que yo quería
ser y llegó un momento que se me fue de las manos y caí enferma en anorexia.
Desde ese momento todos mis sueños se vieron truncados, y tuve que
dejar todo de lado, ya que me era imposible casi mantenerme de pie. A día de
hoy no me arrepiento de todo lo que tuve que pasar hasta salir adelante, porque
pienso que eso me sirvió para crecer como persona, lo único que me arrepiento y
me pesa, es todo lo que sufrió mi familia conmigo, cuando yo estaba encerrada
en un pozo sin fondo y pensaba que no podía ver la luz.
Cuando ya estaba recuperada, tuve un invierno que estuve entrenando muy
duro, pero el destino no quiso que esto diera sus frutos. Las desgracias
vinieron una tras otra. Me presenté a un programa de televisión “soy noviller@”
en Castilla la Mancha. Una vaca me cogió y tuve un esguince de rodilla. Cuando
me recupere, a la semana me caí con mi caballo, rompiéndome el último hueso de
la columna vertebral, decir que si la fractura hubiera sido 4 cm más arriba, me
había quedado en una silla de ruedas, ahí lo pasé realmente mal porque tuve que
estar en una cama sin moverme un mes, y luego poco a poco andando en una
rehabilitación pesada y dura. Ya el remate de la mala suerte, fue cuando ya
empezó la temporada en julio y una furgoneta se saltó un stop con tal mala
suerte de ir yo con mi moto y tener un accidente. El golpe fue muy gordo en la
cabeza el cual me tuvo retirada por un tiempo.
C.T.: Pero tarde o temprano todo llega ¿en cuantas ocasiones has actuado en
público y que recuerdos guardas de ellas?
M.R. : La primera vez que actué en público fue en el 2010 en Zarzuela
(Cuenca), tuve muy mala suerte esa tarde, parece mi sino, ¿no? porque toreando
me corte en la mano con el arpón de una banderilla, entonces el el maestro me
obligo a ir a la ambulancia para coserme y cuando volví ya habían matado al
novillo. Luego he podido torear en plazas muy importantes para mí como han
sido la de Córdoba, Chinchón (Madrid), Cuenca… y muchos pueblos que su afición
me han hecho sentirme muy querida y tengo muy buenos recuerdos de todos ellos.
C.T.: Has compaginado perfectamente tus estudios de magisterio, ya
terminados, con tu deseo de ser torero haciendo compatible ambas cosas ¿te ha
costado trabajo, o el deseo por torear te ha supuesto un aliciente para
concluir una carrera universitaria?
M.R.: Si dijera que no me ha costado trabajo mentiría. El torero necesita las
24 horas del día para estar y sentirse torero, y yo me tenía que repartir.
Muchos días de trabajos y estudios que no podía dedicar a entrenar, o a ver
vídeos, que es una de las formas de como he aprendido. Pero quien algo quiere,
lucha por ello. Mis padres me dijeron que si quería continuar toreando tenía
que sacar mis estudios. Al principio me enfade un poco. Tuve momentos que me
agobiaba porque me faltaban horas al día, pero a día de hoy les estoy
eternamente agradecida, porque ahora comprendo lo necesario que es tener tus
estudios.
C.T.: A propósito anterior ¿cómo lo llevaban tus compañeros en la facultad?
M.R.: Bueno me he encontrado de todo, amigos que me han apoyado, otros me han
respetado y luego otros con los que tuve mis más y mis menos. También con un
profesor tuve un problema cuando se enteró. No me puso las cosas nada fácil,
pero al final pude aprobar su asignatura.
C.T.: En el curso 2015/206 decides inscribirte como alumna de la Escuela
Taurina del Circulo Taurino de Córdoba ¿qué fue lo que te empujo a ello, y por
qué Córdoba?
M.R.: Conocí a una chica, Marta Borao, que por casualidad era aficionada
práctica, y en su ciudad no había escuela taurina tampoco. Conforme fuimos cogiendo confianza le conté
que llevaba muchos años ahorrando, y mi ilusión era poder irme a vivir a otra
ciudad, en busca de una oportunidad, estuvimos hablando y al final decidimos
emprender este viaje un poco a la locura.
No teníamos muy claro dónde ir, lo único que teníamos claro es que
queríamos que fuera Andalucía ya que siento un cariño muy especial por esta
tierra y en parte me siento muy identificada con ella. Primeramente llamamos a
otra ciudad de Andalucía, pero al decir que éramos dos chicas nos colgaron
directamente. Seguidamente llamamos al Círculo Taurino de Córdoba donde nos
atendieron cariñosamente y no nos pusieron ninguna clase de problema, y dicho y
hecho decidimos que nuestro destino sería Córdoba.
C.T.: ¿Te marcó tu estancia en la Escuela Taurina del Circulo Taurino de
Córdoba?
M.R.: Tanto de los profesores de Córdoba como toda la gente que compone
la escuela me lleve muy buenos recuerdos y los quiero mucho. Desde que llegamos
Marta y yo nos acogieron como uno más, no íbamos buscando trato de favor por
ser chicas, y a día de hoy los echo mucho de menos. Estoy muy agradecida a todos y cada uno de ellos, porque a pesar de
estar lejos de casa, me hicieron sentir como en casa, y los profesores me
ayudaron a tener más confianza en mí y la mayoría a día de hoy que se es
gracias a ellos.
C.T.: Solo una actuación con la Escuela, pero satisfactoria ya que cortaste
un rabo en la Becerrada Homenaje a la Mujer Cordobesa ¿por qué crees que aquel
éxito no tuvo repercusión y se reflejo en más festejos?
M.R.: Estuvimos todo el año preparándonos para ese día. Todo lo que viví ese
día fue maravilloso, pero me pesaba la responsabilidad. Soy consciente de que
me pudieron los nervios y que no estuve como me hubiera gustado, pero aún así
me sentí muy arropada por todos los profesores y diferentes componentes de la
escuela taurina, y también por todo el público que ese día fue para verlo.
Es verdad que tanto mi compañera como yo, pensábamos que íbamos a tener
más oportunidades esa temporada, pero no fue así, no sé realmente porque fue.
C.T.: ¿Qué recuerdos guardas de tu etapa cordobesa?
M.R.: Mi etapa cordobesa ha marcado un antes y un después en mi vida. Guardo
un cariño especial por esa tierra y por su gente. Ese año aprendí muchísimas
cosas, el hecho de vivir fuera de casa me hizo valorar todo y crecer como
persona. Me encantaría poder vivir allí para siempre y espero que en un futuro
se pueda cumplir mi sueño.
C.T.: Tras tu paso por Córdoba regresas a Cuenca y salvo Chinchón donde te
pusiste el traje de luces, has toreado en muchas capeas, con animales grandes y
casi siempre avisados y de condiciones poco favorables ¿es eso positivo para
los que tratáis de empezar a torear?
M.R.: Todo el mundo me dice que no es bueno para mí. Yo soy consciente de
todos los riesgos que ello conlleva. El toro no se fija en ti solamente, se
puede cruzar alguien, una distracción puede hacer que el peligro sea mayor,
pero es la única manera que tengo si quiero estar delante de la cara del
animal.
C.T.: Una mujer con formación universitaria como tú y muy en el mundo actual ¿qué
piensas del momento que vive la fiesta de los toros?
M.R.: Pienso que este mundo nos lo estamos cargando los propios taurinos,
cuanto más te adentras en este mundo te das cuenta de muchas más cosas. Yo he tenido ya muy malas experiencias con muchos empresarios, los
cuales te llaman para torear, pero a cambio o te piden dinero, o pretenden que
les pagues en “carne” como si fueras una muñeca, y decidir y hacer contigo lo que
quieran. El problema es que mientras haya gente que toree en esas condiciones
esto nunca va a terminar.
C.T.: ¿Qué proyectos tienes para el futuro?
M.R.: Siendo realista, sé que a día de hoy es muy difícil torear y meter
cabeza en las plazas, me vengo abajo y pienso que no voy a llegar a nada en este mundo. Si esto
fuera así, me gustaría poder trabajar como maestra ya que son mis estudios,
pero tampoco descartó quedarme con la ganadería y agricultura de mi padre y
continuar con ello. También hay que tener en cuenta que soy una
chica a la cual le gusta como a la mayoría de jóvenes de mi edad salir, estar
con las amigas, la moda y la fotografía. Esto último me apasiona y no me
importaría trabajar o hacer mis pinitos en este mundo.
C.T.: El toreo es una disciplina que tradicionalmente ha sido desarrollada
por hombres, aunque el arte y la expresión artística no tienen sexo, en tu
corta carrera ¿has notado desprecio o trabas por ser mujer?
M.R.: Si, a pesar de que el mundo va evolucionando, yo he tenido muchos
problemas por ser mujer como el que he comentado antes. También compañeros que no quieren compartir cartel conmigo, o estar toreando y escuchar cómo te vocean que me vaya a fregar que ese es mi sitio…
C.T.: En el plano estrictamente taurino ¿cómo concibes el toreo? ¿qué es lo
que tratas de expresar con capote y muleta?
M.R.: Me gusta ser yo en cada tarde, para mí es muy importante estar en todo
momento en contacto con el público. Si veo que ellos disfrutan, disfruto yo, ya
que pienso que ellos son los principales en cada tarde, sin público no podría
seguir esto adelante. A día de hoy tampoco tengo un concepto
definido, no sabría bien como definirme toreando, pero disfruto cuando puedo
ligar una tanda seguida y encajar mis riñones.
C.T.: ¿Crees que la sociedad actual, urbanita y alejada del entorno rural, ve
en la fiesta de los toros algo arcaico y anacrónico porque la desconoce?
M.R.: Creo que está de moda ser antitaurino. Muchos de ellos se hacen llamar
así sin saber el significado de la palabra, o sin conocer el verdadero mundo
que hay tras la fiesta, no es sólo el toro en la plaza sino todo el proceso que
ello conlleva. Hay que tener en cuenta que muchas familias viven del toro, ya no solo el torero sino
ganaderos, empresarios, mulilleros, monosabios… Se piensan que quitando las corridas van ayudar al toro y no es
así, porque lo único que harán es hacerlo desaparecer, porque ningún ganadero
lo criara por amor al arte.
C.T.: Volviendo a tus inquietudes ¿qué toreros, de hoy o del pasado, son tus
espejos?
M.R.: De toreros del pasado me viene a la memoria Manolete y Juan Belmonte.
De este segundo me he leído su biografía escrita por Chaves Nogales y me
encantó.
C.T.: ¿Qué le pides a la vida?
M.R.: Ser feliz ante todo. Si pudiera llegar a ser alguien en este mundo
sería cumplir mi mayor sueño, pero lo más importante es que nunca me falte mi
familia y mis animales, soy feliz rodeada de ellos y pasando mis horas junto a
ellos. No cambio por nada una tarde montando a caballo en la
finca, junto a mis perras corriendo y apartando terneros o simplemente dando un
paseo mientras veo todas las reses. Tengo muchos
perros ya que mi padre es cazador, me gusta ir con él, pero luego en mi casa
tengo tres perras: una pitbull, una bullterrier y una terrier alemán, están
picadas a la caza y no hay día que no salga de paseo con ellas y cojan algo.
C.T.: Si no lograses lo que sueñas ¿qué te gustaría ser?
M.R.: Ya lo he comentado anteriormente. Me gustaría poder trabajar como
maestra y cuando el día de mañana no pueda mi padre continuar con la ganadería
y la agricultura, continuar yo. Creo que mi sitio está en el campo, ahí es
cuando realmente soy yo.
Sonríe alegre. Su sonrisa anda
entre la inocencia y la timidez. Sus ojos tienen un brillo especial cuando
habla de toros. También, y a pesar de su juventud, es una mujer moderna y con
las ideas muy claras, lo que en el argot taurino sería "tener la cabeza
bien amueblada". Aún así continua
con su "locura". El destino determinará si el día de mañana, además de ser
ejercer la docencia como maestra, también se doctorará en tauromaquia.
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