1/24/2011

LOS RELATOS DE RAFAEL EL VAQUERO. LUCIO, EL MAYORAL DE COBALEDA



Pasear por Córdoba, tras el ajetreo de los días navideños, puede ser un relax. Los excesos en las suculentas comidas y en las espirituosas bebidas invitan a caminar para tratar de eliminar las toxinas acumuladas. Las calles del centro de la ciudad, obras a parte, se ven descongestionadas si las comparamos con los días pasados. Se puede caminar sin tropezar con señoras que portan bolsas repletas de ricos y apetitosos manjares, o bien regalos de todos tipos destinados a los seres queridos. Por eso apetece pasear tras estos días de consumo, luces de neón, aglomeraciones y derroche.
Camino tranquilamente hasta salir de las calles más céntricas de Córdoba. Por Ronda de los Tejares, llego a Colón y me dirijo al torero barrio de Santa Marina, tras pasear por las Ollerías, entro al casco histórico de la ciudad por la Puerta del Colodro, lugar por donde Alvar Colodro y Ruiz Tafur iniciaron la conquista de la ciudad para el rey Fernando III. Discurro por la calle Mayor de Santa María y tras pasar por la fachada pétrea de la iglesia fernandina, continuo mi paseo hasta llegar al Realejo.
Tras el paseo me apetece tomar una copa y entro en la Taberna de Ángel Ramírez, antigua casa Castillo, donde en una mesa y debajo de una estufa me encuentro con mi buen amigo Rafael, el viejo vaquero.

- Hombre Rafael, que alegría. ¿Dónde se ha metido usted estos días? No ha habido manera de verlo por ningún sitio.

- Pues poca cosa y de fácil explicación amigo. He estao afuera. He pasao la Nochebuena en Barcelona, en casa de mi sobrino Miguel que vive allí. Es mandamás de una empresa de esas raras de ordenadores de esos. El muchacho ha tenio el gusto de invitarme y ni corto ni perezoso me fui. Hacía ya años que no iba a Barcelona.

- ¿No me diga Rafael que ya conocía usted la Ciudad Condal?

- Pos si señor, ¿que se creía osté?. Yo he visitao Barcelona en varias ocasiones, allí se daban muchos toros y un par de veces acompañe alguna corrida de las ganaderías donde faenaba.

- Venga cuente Rafael, que ya ha despertado usted mi curiosidad. Apure ese vaso y invito yo.

Pido dos “medios” de vino de Moriles y la casa nos deleita con una bandejita de aceitunas del tiempo, partidas y aliñadas. Todo un manjar. Tras mi paseo me dispongo a escuchar una nueva historia de nuestro vaquero.

- A pesar de estar mu lejos, he tenio la ocasión de visitar Barcelona varias veces. Allí se tuvo que ir mi hermano Tomas, el padre del chaval que me ha invitao a pasar las Pascuas, a buscarse los garbanzos. Allí recibieron y dieron trabajo a mucha gente, gente que ayudo a levantar una ciudad trabajadora y emprendedora. Salvador, yo allí las veces que he ido he disfrutao mucho. Era una buena tierra y sus gentes maravillosas.

- Habla usted bien de Barcelona, se ve que le gusta aquello.

- Siempre me ha gustao mucho, pero ahora cuando he ido he visto mu mal ambiente. Esta la cosa encrespá. La política es mu mala.

- Mire usted Rafael, que se quieren cargar hasta la fiesta de los toros.

- Ya. Eso es claro de lo malos que son los políticos. Barcelona siempre ha tenido una afición feten. Hasta dos plazas funcionaron a la vez.

- Y ahora fíjese usted. La afición se va a tener que ir a Francia, como cuando antiguamente se iba la gente a ver las películas verdes, Rafael.

Nos reímos con ganas. No se porque me da que Rafael es aficionado a ese tipo de películas. Tras un par más de bromas. Retomamos el tema.

- Allí lidiaba mucho la familia Cobaleda. Cada temporá don Pedro Balañá compraba una corrida o novillaita de los ‘patas blancas’.

- Una ganadería que por la política sanitaria europea se va a tener que matar enterita Rafael.

- Eso es una pena. Estos señores meten en el mismo saco al toro de lidia que a la vaca lechera. El toro esta libre, en contacto con otros animales salvajes y es normal que algunos males les afezten. Pero claro, aquí mucho proteger a los gatos esos monteses y a algo tan nuestro, que le den por donde gotea la jarra.

- Y razón que lleva usted. Europa no conoce el toro, y lo peor es que nuestros políticos no se preocupan de enseñar la variedad genética y la biodiversidad que tiene el campo bravo.

- ¡Ojú! Lo que ha soltao oste por esa boquita, parece oste un político.

Volvemos a reír con ganas y pido que nos rellenen los vasos. Me acuerdo de los exquisitos riñones que preparaban los antiguos gestores de la casa, la familia Dieguez, y pido nos traigan una ración para compartir mientras Rafael sigue contando su historia.

- Mire oste, estando yo con Salas, en pleno mes de agosto hubo fechas que se nos amontonaron los viajes. Le explico el mayoral tuvo que acompañar una corrida a Málaga, y en esos días había que llevar una novillaita apañá a San Feliu de Gixols, que estaba recién inagurá. Yo me ofrecí voluntario para ir a Cataluña. Le comente a don Juan Salas que tenía familia en Barcelona y que podía ir a San Feliu para de paso ver a la familia. Don Juan me autorizó, pero a la par, me encomendó que a su vez, viese a don Pedro Balaña, quien me daría un dinero de una liquidación. Así con el mandao y la novillá me cruce media España en camión.

Bebe un sorbito de vino y toma un trocito de riñones con patatas fritas. Tras saborear el bocado, continúa contando.

- La novillá salió con mucha bondad y permitió el éxito de los espadas, de los que tengo que desirle que ninguno llego a romper en figura. Me fui para Barcelona y tras dejar el petate, con los cuartos de los novillos de San Feliu, a buen recaudo en casa de mi hermano, me fui echando un paseo para la Monumental.

-Rafael usted como siempre, andando a todos lados.

- La verdad es que a mi eso de los autos, ni fu ni fa. A caballo o andando, ya lo sabe bien oste. Bueno, pues cuando llego a las oficinas de la casa Balañá, me encuentro con un personaje menuo de cuerpo, pero con cara de listo que quisiera que lo viera oste. Iba vestio de corto por lo que me di cuenta que era el mayoral de una casa “grande”. Pregunte por don Pedro y me contestó que él también le esperaba. Nos pusimos de chachara y me contó que el llevaba muchos años en el mundo del toro. Que había nasio en Colmenar y que su padre había sio mayoral en la ganadería de Aleas.

- Los de Aleas, ni los veas.

-No me interrumpa que no sigo.

-Venga Rafael, no se moleste y continúe.

- Bueno, prosigo. Este hombre llego a ser cabestrero en la ganadería de Aleas, hasta que la empresa de Madrid le contrató para trabajar con los gueyes de la plaza vieja de Madrid. Allí anduvo hasta que don Arturo Sánchez le contrato de mayoral y se lo llevo a Salamanca.

Interrumpe y toma un sorbo de vino, degustándolo como el buen catador que es.

-Andando en estas apareció Balaña, saludó efusivamente a mi contertuliano y pasaron a la oficina. Al rato salieron y don Pedro se despidió de él. Me llamó, le dije al empresario quien era, y sin mediar palabra alguna me dio un sobre con el dinero para Salas y me ofreció una entrada de oficio para la corrida de por la tarde.

- Y conociéndolo por la tarde aunque no tenia nada que ver con su ganadería ni con nada familiar, se fue usted a los toros, ¿no?

- Pos si señor. ¡Y vaya corridón que tuve la ocasión de ver!. Tan buena fue que tuvo que salir el mayoral a saludar ¿Y sabe oste quien era?

- ¿Quién Rafael?

- Pues la persona con quien había estado dando palique por la mañana. ¡Era Lucio, el mayoral de la casa de Sánchez Cobaleda!.

- Que buenas relaciones ha tenido usted en su vida Rafael. Lucio, uno de los conocedores más prestigiosos que hubo en el campo charro.

- Ya luego me entere que cuando el conflizto del 36 le prestó en Francia unos cuartos a don Pedro Balaña y éste siempre le estuvo muy agradecido. Tanto que se movía por la Monumental como Pedro por su casa.

- Así es Rafael. Las gentes antes eran agradecidas y no como ahora.

- La verdá es que si. Lo busque al terminar la corrida pero no lo localise, así que no pude saludarlo y darle la enhorabuena. Asín que a los pocos días me vine para la baja Andalucía, triste porque se hizo corta la estansia con mi hermano, pero con la alegría de haber conocido a un ilustre del campo bravo.

Caminamos hacía la puerta colocándonos las prendas de abrigo. El frío se ha dejado caer. Rafael se despide y se marcha con su caminar señorial camino de San Lorenzo. Tras admirar su torera estampa y su caminar solemne, tomo dirección hacía el centro de la ciudad. De nuevo volvemos a la vorágine, a la polución, a los coches. Menos mal que de cuando en cuando, nos quedan las historias de Rafael y las tabernas asoleradas de Córdoba.

FOTO: Archivo ABC

1 comentario:

Emilio Lentisco dijo...

Realidad o ficción, precioso relato. Solicito permiso para bajar la fotografia de Lucio.