10/18/2011

A RAFAELITO LAGARTIJO EN EL LX ANIVERSARIO DE SU ALTERNATIVA.



Ayer se celebró en Córdoba un homenaje a Rafael Soria Molina "Rafaelito Lagartijo, con motivo del sesenta aniversario de su alternativa. Transcribo a continuación la semblanza que me toco realizar del decano de los matadores de toros cordobeses.


"Excmo. Sr. Alcalde de Córdoba, Sr. Presidente de “Nueva Plaza de Toros de Córdoba, S.A.”, dignísimas autoridades locales y provinciales,  Sr. don Manuel Benítez Pérez, V Califa del toreo, toreros presentes, aficionados, señoras y señores, buenas tardes.
Dicen los que más animadversión tienen a la fiesta de los toros, que ésta vive sus peores momentos. Se jactan de afirmar que está herida de muerte, que es una secuela del pasado y que tiene por ello los días contados. La atacan sistemáticamente por razones varias, como pueden ser una irracional defensa de los animales, que fuerte es equiparar los presuntos derechos de un animal con los de un ser humano; por motivos políticos, como se ha visto recientemente en una región tan taurina como Cataluña, donde Barcelona llego a celebrar festejos taurinos en dos plazas, Arenas y Monumental, por otros oscuros intereses que se nos escapan y sobre todo por desconocimiento de la fiesta taurina en sí.
Nuestra singular fiesta de toros forma parte de la cultura mediterránea, perdiéndose en el albor de los tiempos sus raíces más hondas. La tauromaquia está profundamente y desde tiempo ancestral presente en nuestra cultura. No hay nada más que recordar al Minos cretense o el culto mitraico difundido por los romanos. Mitología de la fertilidad y el poder. Quien ataca a la fiesta de los toros está atacando lo más profundo de nuestra cultura más primigenia, ignorando la importancia que los juegos con los toros han tenido siempre entre todos los países mediterráneos, especialmente en la península ibérica. Aquí es donde se desarrolló como un espectáculo de gran belleza plástica, que ha llevado a artistas e intelectuales de diversos campos a cantarla, exaltarla y engrandecerla.
De ahí que reconocer en estos tiempos la magnitud real de la fiesta de los toros, es conocer nuestra historia, nuestras costumbres y nuestra cultura. Así se está demostrando ser consecuentes con el legado de nuestros antepasados, velando por su conservación y su transmisión a las generaciones que nos sigan. No hay que tener complejos, ni avergonzarse por amar la fiesta a la que García Lorca calificó como “la más culta que hay en mundo”, hay que luchar por su defensa, por su enaltecimiento y difusión, sin complejos ante tanta progresía vacía de fondo y contenidos, que pretende cercenar algo intrínseco en la cultura de España y de todos los españoles.

Sin complejos. Así es como hay que andar entre todos los movimientos contrarios a la fiesta. Como sin complejos anda nuestra corporación municipal, nuestros representantes, a quien hay que agradecer que este homenaje que hoy celebramos, haya tenido  un respaldo institucional hasta ahora inédito. Digno de elogio que en el día de hoy nuestro ayuntamiento, en unión de la Sociedad Propietaria de la nueva plaza de toros, haya promovido este homenaje al decano de los matadores de toros cordobeses en el LX aniversario de su alternativa.
Córdoba goza de gran prestigio en el llamado planeta toro. Se cuenta que las praderas aledañas a Médina Azahara, fueron testigos mudos de la crianza del toro y del caballo. Con los tiempos las fiestas de toros y cañas se fueron afianzando en la ciudad celebrándose en festividades y conmemoraciones. El Campo Santo de los Mártires, la Corredera o el campo de la Merced se convirtieron en escenarios improvisados de la lucha sin cuartel de la fuerza bruta del toro contra la racionalidad humana.
Era la génesis de la Córdoba taurina, aquella que con su Califato taurino ha pasado a la historia. Desde la época del romanticismo hasta nuestros días, Córdoba siempre ha tenido algo que decir en la historia del toreo. Córdoba fue testigo del nacimiento del torero denominado artístico, cuando Rafael Molina “Lagartijo”  pisó las arenas en la centuria decimonónica. Igualmente y no muy alejado en el tiempo de su predecesor, con quien se formó, Rafael Guerra “Guerrita”, marcó una época de absolutismo en la fiesta donde impuso criterios, poder y una nueva visión del toreo. Más tarde, en la época más dura, principios del siglo XX, Rafael González “Machaquito” con su pundonor, valor y una suma perfección estoqueadora paseó el nombre de Córdoba por todo el mundo taurino. Tardó en llegar al toreo aquél que terminase lo iniciado por “Guerrita” y continuase en la llamada edad de oro de manos de Joselito y Belmonte. Con “Manolete”, espejo de nuestro homenajeado hoy,  llega la suma perfección de lo que al final de siglo iniciara el II Califa. El toreo es quietud, mando, poder sobre el animal, estoicismo, verdad. Manuel Benítez “El Cordobés” cierra, por ahora, el califato taurino. Su época fue la de la revolución, los cambios, el carisma, la heroicidad. España vio en “El Cordobés” un ídolo, un modelo, una manera de salir de la nada. Muchos fueron los jóvenes que trataron de emular al último califa y la fiesta se revitalizó de forma más que notoria.
Córdoba pesa, y mucho, en el toreo. Por eso mismo, el toreo forma parte de las entrañas de Córdoba. Ha llegado la hora de dar el paso adelante y declarar la fiesta de los toros Patrimonio Inmaterial de Córdoba, como están haciendo muchas ciudades y pueblos con menos tradición e historia que esta cuna de Califas. Para ello las instituciones y los cordobeses tenemos la última palabra.
Pero no estamos aquí hoy reunidos para defender la fiesta que tanto amamos. Aunque con la que está cayendo, no está de más. Hoy nos congregamos en este Salón de los Mosaicos de este noble edificio, para una conmemoración.  Para celebrar el LX aniversario de la alternativa, como ha quedado dicho con anterioridad, del decano de los matadores de toros cordobeses. Rafael Soria Molina. Rafaelito Lagartijo en los carteles.
Sesenta años han pasado desde que el día 7 de octubre de 1951, José María Martorell, en presencia de Calerito, le cediera en la plaza de toros de Montoro la muerte de “Rodilla”, toro herrado con el pial del Duque de Pinohermoso.
Sesenta años han pasado, pero Rafael todavía se siente torero. No hay nada más que verlo cuando pasea por Ronda de los Tejares camino de Siroco. Su apostura torera es innata. Los años, ni tampoco la banca, han dañado su imagen juncal y gallarda. Y es que la técnica del toreo se puede asimilar a base de torear, pero que quede muy claro que el torero además nace. Y Rafael nació torero.
Corría el año 1930 cuando su padre, Fernando Soria Casanova, administraba tierras en Ecija. Accidentalmente su madre, Dolores Molina Sánchez, se puso de parto y Rafael se vio obligado a nacer en la ciudad de las Torres, el día 15 de enero. Fue bautizado en la parroquia de Santa María de la capital ecijana, siendo su padrino de pila, nada más y nada menos, que su bisabuelo el genial Juan Molina, hermano del Lagartijo el Grande, posiblemente uno de los mejores peones de brega de la historia del toreo. Decir que nuestra Córdoba no solo ha sido cuna de toreros de oro, sino también de grandes toreros de plata y azabaches.
Rafael no podía ser nada más que torero. Biznieto de Juan Molina, nieto de Rafael Molina Martínez “Lagartijo Chico” y sobrino de Manuel Rodríguez “Manolete” con quien convivió y se formó como hombre y como torero.
A pesar de haber nacido y ser bautizado en la vecina Ecija, Rafael no se siente nada más que cordobés. Se cría en el castizo barrio de Santa Marina en la plaza de la Lagunilla. Allí discurren sus primeros años como los de cualquier niño, entre juegos, hoy por culpa de los modernos videojuegos desaparecidos, como piola, el escondite,…y incluso la pelota. Pero pronto la figura de su tío Manuel le cautiva, le absorbe, tanto que es testigo de los entrenamientos del IV Califa en el patio de la casa y con él empieza a torear de salón. El toreo se convierte en el mejor de sus pasatiempos. Para su tío se convierte en un pequeño confidente a quien le cuenta un sinfín de cosas relacionadas con la profesión. En 1942 y cuando Rafael tiene doce años ante alguna actuación adversa en Sevilla le confiesa: “Sobrino estoy entrenando a ver si mañana puedo estar bien. No sé lo que me pasa, pero no estoy entendiendo este año a los toros que me están saliendo en Sevilla. En esa plaza, particularmente, nunca se puede estar mal.”
¡Con solo doce años! Manolete se sincera mucho con su sobrino. “Rafael, un torero está mal cuando no comprende por qué no ha podido estar bien. Eso es lo que me está pasando en Sevilla este año.” , le termina diciendo tras esos días grises en la Real Maestranza.
Manolete ve en su sobrino su mejor confidente, y Rafael ve en Manolete un espejo ideal para mirarse. Rafaelito está decidido a ser torero. Conoce lo dura que es la profesión, pues su tío le ha pedido que presencie en alguna ocasión la cura de alguna herida. Manolete es quien lo lleva a los primeros tentaderos. Es allí donde comienza a forjarse un nuevo torero en ciernes. Torea su primera becerra, pura de “garciapedrajas”, siendo aún un niño en la ganadería de Mariano Fernández que pastaba en Almodóvar del Río.
El debut con el “chispeante” no se hace esperar. Es el día 20 de mayo de 1946 en la centenaria plaza de Priego de Córdoba, recientemente remozada, en compañía del que más tarde fuera su padrino de alternativa José María Martorell. La presentación con picadores no tarda. Es el 15 de agosto de 1946 en la plaza de toros de Almendralejo siendo acompañado por Manolo Navarro y Juanito Bienvenida.
Ese mismo año tiene su presentación en Córdoba en la desaparecida plaza de los Tejares, el día 1 de septiembre se celebra una novillada organizada por la Asociación de la Prensa. En el cartel Rafaelito Lagartijo acompañado por Martorell y José Moreno “Joselete”.
Tras la temporada se encierra con su tío Manolete en el campo. Es la época donde el IV Califa se recluye en el campo charro.  Allí disfruta del campo, del toreo, bebe de las fuentes del mejor torero de la época y desarrolla un conocimiento innato en el conocimiento de los toros. Hace algunos años me comentó que ese invierno, estando con su tío en la finca de Atanasio Fernández en Salamanca, Manolete se “jartó” de torear a una vaca hasta la saciedad. Mucho y bien. Cuando Manolete se cansó, le dio la muleta y le dijo: Venga niño, ahora tú. Cuando nadie apostaba nada, Rafael le hizo otra faena a la brava becerra. El secreto. Darle aire y no molestarla hasta que se viniese arriba. Rafael siempre supo ver muy bien a los toros. Así se lo confesó a nuestro compañero Rafael de la Haba en entrevista publicada en el Diario Córdoba.
Me veía con cualidades y, además, me fijaba mucho en el toro y sabía verlo…Cuando toreaba mi tío en Córdoba me metía de pescozón en la plaza. Desde los siete añillos hasta los 14 años me estuvo llevando, porque ya con 15 años él dejó de torear en Córdoba. Fue cuando se enfadó Camará el apoderado del torero con Escriche el empresario de Los Tejares. El no tenía culpa. Quería torear, ¡ya verás!, él que llevaba Córdoba por todos lados. El caso es que cuando me llevaba a la plaza yo me fijaba mucho en el toro, me lo estudiaba. Hombre, te diré que muchas veces discutían mi tío y Camará después de una corrida sobre cómo había sido un toro y se decían: "Espera que venga el niño". Cuando llegaba me preguntaban cómo había visto tal toro, le daba mi opinión y se decían el uno al otro: "Tú ves".
Muchas fueron las vivencias de Rafael con su tío Manolete. En cierta ocasión,  en entrevista que le hice para la revista “La Montera”, me contó que antes de partir para Salamanca en ese invierno a que he hecho mención con anterioridad, sentados a la mesa Doña Angustias, Manolete y Rafael, le preguntó el Monstruo: “Niño, ¿tú porque quieres ser torero?” respondiéndole Rafael: “Pero tito, ya toreando con picadores me haces esas preguntas”, a lo que le respondió Manolete muy serio: “¿Tu sabes lo malo que es un purgante?. Pues ser torero es como tomarse todos los días un purgante y salir a torear.
Su tío es su espejo. En él se mira. Como torero y como persona. Manolete ve en su sobrino un torero excepcional, tanto que llega a decirle a Doña Angustias: “este siendo la mitad que yo, va a ganar el doble de dinero que yo.” Pero en agosto de 1947, Islero rompe el espejo. Rafael es testigo de la tragedia. Manolete que tenía la ilusión de apoderarlo, ante su inminente retirada, le cierra esa misma mañana en Linares una novillada en Barcelona con Balaña. Novillada que torea el 18 de septiembre triunfando con rotundidad en la ciudad Condal, cortando dos orejas y saliendo por la puerta grande. Al principio la tragedia de Linares no parece afectarle como torero. El día 8 de septiembre, actuó en un festival en Posadas donde estuvo en figura. Al día siguiente, hace el paseíllo en Lucena, con José María Martorell y Pablito Lalanda, cortándole las dos orejas y el rabo al único novillo que mato, porque cosas de la época, en su segundo, el quinto de la tarde, se apagó la luz, y como no hubo forma de encenderla se tuvo que suspender la novillada. De ahí a Baza el día 14 donde cortó seis orejas. Luego, el 21 a Valencia donde no pudo estar bien y terminar en Córdoba el día 24, en la desaparecida feria de septiembre, donde cortó un rabo.
En 1948 torea un buen número de festejos, concretamente veintisiete. Al año siguiente se presenta en Madrid, el día 16 de junio, alternando con Manuel Carmona y Calerito, estoqueando una novillada de Juan Cobaleda y Alicio Tabernero. Poco a poco va decreciendo el número de actuaciones. A Rafaelito Lagartijo se le había roto el espejo donde se miraba y el pilar donde se sustentaba. Su tío, el hombre y el torero, ya no está presente. El ánimo se viene abajo. El vacio de Manolete es notorio. A esto hay que unir la enorme contrariedad sufrida de ver como faenas de mucha solvencia y peso, son mal rubricadas con la espada, no alcanzando la repercusión deseada.
Entre Carlos Arruza y José Luis de Córdoba echan a rodar la magna corrida pro monumento a Manolete. Rafaelito Lagartijo tiene que tomar la alternativa si quiere formar parte del cartel. Aunque existía el compromiso de José Escriche de que la tomara en la feria de mayo de 1952, se va a Montoro hace ahora sesenta años, a doctorarse como matador de toros para poder actuar en la corrida homenaje a aquel que tanto quiso y que lo formó como hombre y como torero.
En la corrida del monumento deja su sello. Aún cuentan los que la presenciaron un muletazo inverosímil. Faena breve pero con muchos quilates. Se dice que lo bueno si breve, dos veces bueno. La espada le privó de un triunfo ese día. Luego la campaña de 1952 es corta, tras actuar en Oviedo, en compañía de Pepín Martín Vázquez y Calerito y de matar una seria corrida de toros en su Ecija natal, Rafaelito Lagartijo decide dejarlo pese a tener unas pocas de fechas cerradas. Su padre le aconseja que medite la decisión argumentando que sus cualidades son únicas y hay que aprovecharlas. Rafael decide no torear durante un tiempo y madurar la medida adoptada. Es entonces cuando surge la ocasión de trabajar, gracias a la gestión de Luis Sarazá, en una conocida entidad bancaria. Rafael se olvida definitivamente del toreo, aunque siga siendo torero y viva como tal.
Hoy Córdoba le homenajea en recuerdo de su sesenta aniversario como matador de toros, pues a pesar de estar muchos años retirado, Rafaelito Lagartijo, nunca ha dejado de ser algo para lo que nació. TORERO, aunque posiblemente sesenta y cuatro años atrás un toro de Miura, sesgara además de la vida de un torero sin igual, la prometedora ilusión y fulgurante carrera del decano actual de los matadores de toros de esta Córdoba califal."

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