2/25/2013

LOS RELATOS DE RAFAEL EL VAQUERO. El "Esparraguero".



Un cielo de azul intenso ilumina Córdoba. Por sus calles más céntricas las gentes caminan presurosas. Tras unos días de lluvia, febrero nos regala unos días primaverales. La temperatura invita al paseo. Bulle el bulevar del Gran Capitán, todo un hervidero. Comerciales, amas de casa, estudiantes, niños, ancianos, todos, absolutamente todos, disfrutan de esta primavera adelantada.  La mala situación económica se ha llevado muchas ilusiones, muchas ganas de vivir, y eso se nota también en el ambiente. No por ello hay que venirse abajo. Hay que seguir luchando y tratar de dar la vuelta a la situación, empresa difícil, pero siempre hay que ser optimista, pues la esperanza es lo último que se pierde.

Son muchos, de los que han perdido su trabajo, los que agudizan el ingenio para sacar unas “perras” extras a los subsidios de desempleo. En esta época una de ellas es salir al campo a esparraguear, para luego vender el exquisito manjar de forma ambulante. A la puerta de una céntrica oficina bancaria, veo a una señora con una gran cubeta de plástico llena de unos trigueros verdes. La imagen que tienen es espectacular, tanto que por sí solos entran por los ojos. Me acerco y le pregunto por el precio de un manojo. No está la economía boyante, pero de paso que ayudamos a alguien que está peor que uno, nos hacemos con un producto de primera calidad. Llegamos a un rápido acuerdo y un buen haz acaba en mis manos.

Me encamino para casa con tan preciado botín. La idea es prepararlos con su majado de pan, ajo, vinagre y pimenton, para rematar con un huevo cuajado. La faena es laboriosa pero el final merece la pena. Camino Alfonso XIII abajo cuando a la altura de la plaza de las Capuchinas oigo sisear. Me doy la vuelta, y veo al vaquero Rafael que me hace señas de que lo espere. Impecablemente vestido. Pantalón mil rayas, camisa blanca abrochada hasta el cuello y chaqueta de lana de color tábaco. Sobre el hombro toreramente, de otra forma no podía ser, lleva plegada su gabardina color gris perla. Tocado con su gorrita campera de cuadros llega a mi altura y me dice:

-          A las buenas tardes. Con esa pinta que lleva oste y esos zapatos tan limpios pongo en duda que esos trigueros los haya recolectao oste.

-          Pues lleva toda la razón. Una mujer los vendía en el Gran Capitán y aunque no está la cosa muy económicamente muy bien, he decidido darme un capricho y de paso ayudar a alguien que le hace falta.

-          Pos entonces superior. Le echa oste una manita al prójimo y de paso se mete entre pecho y espalda un buen guiso de espárragos esparragaos, valga la redundancia, que es lo que se dise matar dos pájaros de un tiro.

-    No va usted muy descaminado Rafael. O guisados o en tortilla, los espárragos silvestres son exquisitos.

-          Bueno ¿y qué le parece que nos tomemos un mediesito?

-          Pues no está mal pensado, pero uno solo que esta tarde hay que volver al tajo.

-          Como quiera.

Llegamos a nuestra particular taberna y nos sentamos en la terraza exterior. La temperatura y el sol de febrero inducen mucho a ello. Dos medios de vino y nos traen como aperitivo unas exquisitas aceitunas del año.

-        Pos amigo, ahora que lo veo con los espárragos me ha venio a la cabeza una cosa que le va a gustar a oste mucho.

-          ¿Qué cosa Rafael? ¿Algo de toros?

-          De que va a ser si no ¿de capar ranas?

Rio su salida y me hago como siempre el interesado en conocer lo que tiene dentro de la cabeza.

-          Pues venga Rafael, empiece usted ya que le he dicho que la parada es breve.

-          Será como tenga que ser. Porque si no, no le cuento .

-          No se ponga usted así. Empiece, empiece que soy todo oído.

Como siempre toma un sorbo de vino. Lo degusta, mira a su alrededor, hace que la pausa sea aún mayor y comienza un nuevo relato.

-          Estaba repasando como de rutina la paridera, cuando veo encamao un becerro recién pario. Me acerco para ver su estao y de pronto estraño que la madre no se haga presente. De buenas a primeras, veo a una vaca primerisa con la pares colgando. No hay duda. Es la madre. Tomo nota. La “Aldeana”, número 166. Nos mira fijamente y no hase ni por mí, ni por el becerro. Monto a caballo e intento arrimarla al choto. Nada más que juir. Cojo al choto lo pongo en la silla vaquera y la vaca pone pies en polvorosa. No quería saber nada de su cría. Con el animal de aquella manera me encamino al cortijo.

-          Es normal, aunque infrecuente que una vaca aborrezca a la cría.

-          En este caso no era de extrañar. Era una vaca nueva y que desde añoja dio señas de estar loca perdía, pero en fin, cuando se tentó dio buena y se dejó para madre sin saber que iba a dejar a su suerte a cuantos hijos tuvo. Tras el tercero fue al matadero de cabeza.

Toma otro sorbo de vino y continúa.

-          Al llegar al cortijo todos se arremolinan en torno a mi caballo. Ven al becerro y comienzan a preguntar. Cuento lo ocurrido y me salta un mozo de cuadra. Rafael, Rafael, una vaca suiza ha parido un becerro muerto ¿se lo arrimamos? ¿lo aceptará?

Rafael para en su relato. Me mira muy fijamente y me dice:

-          ¿Sigo?

-          Siga, siga, que quiero saber que paso con el animalito.

-          Pos pida algo para picotear que va jaciendo una mijita de hambre.

Le digo al camarero que nos traiga algo de “pescao” frito y nos recomienda unas exquisitas y frescas pijotas recién traídas de la costa de Málaga. Gesto de aprobación por parte de Rafael que se es un acérrimo defensor del pescado frito.

-          Cogió el mayoral de la casa, que ya estaba al tanto de lo ocurrío, al becerro y lo “restregamos” bien restregao con el difunto choto que había pario la vaca lechera.  Se lo arrimamos a la vaca suisa y este pronto empeso a olerlo. Toos nos quedamos más callaos que en el ofisio de tinieblas esperando a ver qué pasaba con el asunto. La vaca “Margarita”, que así se llamaba aquel animal, de repente comensó a lamer al becerro, que pronto y como pudo comenzó a berrear buscando la ubre de aquella que por suerte se convirtió en su nodriza.

-          Hay que ver los animales como son. Un serial radiofónico parece lo que me ha contado usted hoy.

-          ¡Pero si entodavia no he terminao!. Espere oste que vera lo que paso con el “Margarito”, que así se bautiso al choto.

-          Pues continúe Rafael, pensé por un momento que ahí terminaba la historia, con la adopción por parte de la vaca “Margarita” del bravito.

-          No termina ahí, no, la cosa sigue y ahora vera oste porque me he acordao al ver los espárragos.

Nos traen la suculenta ración de pijotas fritas. Las aderezo con unas gotas de zumo de limón y Rafael toma la primera. La degusta tranquilamente, saboreándola lentamente. Bebe un sorbo de vino para aliviar la quemadura, pues se ha tenido que quemar con lo calientes que están, y sigue relatando su historia.

-          El becerro se crió con la “Margarita” mu bien. Era grasioso ver aquel becerrito negro zaino en la vaquería o en la explana de pasto que se sembraba a la verita del cortijo. El caso es que cuando la camá hermana del “Margarito” de destetó, él se destetó también. Como oste sabe de añojos se hermanan enseguia y el animalito pronto se hiso a su nueva vida en compañía de sus hermanos de sangre. Llego el herradero y entre todos nos pusimos de acuerdo que se le herrara con el número 1. Hasta eral todo bien, pero al llegar a utrero empesaron las discusiones y raro era el día que no lo “calentaban” sus hermanos.

-          ¿Y eso? ¿Notaron algo los demás novillos su pasado amamantado por una vaca mansa?

-          No. Los animales para esas cosas ya no tienen tanto conosimiento, pero el caso es que los demás le pegaban mucho. “Margarito” cuajó en un animal fino de hechuras, bajito, cortito de manos, cariacarnerao, de pitones bien puestos y mu astifino. Pa que no lo esgrasiaran lo pasamos a un serrao con los erales y la pará de mansos.

-          Claro como entonces no se enfundaban los pitones pensarían que era lo mejor antes de que lo pudiesen matar o malherir, ¿no, Rafael?

-          Eso de la fundas de hoy son tonterías. A los toros hay que dejarlos como los paren las vacas y ya está. Pero la verdá es que si. Es más “Margarito” era hijo de un semental extraordinario y como en el tentadero a campo abierto tuvo una buena nota, su destino era el de corrida de toros.

Seguimos dándole a las pijotas que están buenísimas. De reojo miro el reloj ya que entre semana la prisa por volver al trabajo me apremia. Rafael se percata del gesto y me dice:

-          Voy a terminar pronto que veo que tiene hoy oste mucha prisa.

-          Continúe, espero el desenlace. No se preocupe.

-          Pos bien. Llego el año en que “Margarito” cumplió como toro. Para evitar que le pegaran y se estropeara para la lidia siguió apartao en un serrao con los mansos y algunos añojos retrasaos. Pos bien, cuando llegaban estas fechas, los vecinos del pueblo cercano se metían en los serraos vacios y cogían todo lo que el campo da. Vinagreras, setas, níscalos, collejas y por supuesto espárragos como esos. Le teníamos advertios que tuviesen cuidao con el ganao, pero cuando llegaba la fecha ya no respetaban ná. Pos bien,  cambie la corria donde iba “Margarito” a una corraleta serca del cortijo pa que la vieran de la empresa. El “Margarito” lo pase al serrao donde habían estao sus hermanos y que habían dejao vasio. Estaba lindando con el cortijo. Era un espasio grande con sus hincos de acebuche y su alambre de espino. Un par de chaparros viejos y el medio un abrevadero en forma de pilón cuya agua se utilizaba para regar una huertecilla cercana al cortijo.

-          Continúe Rafael que ya sospecho lo que paso.

-          Pos bien, voy a terminar ya que tanta prisa tiene oste. El “Margarito” se había aquerensiao al lao de uno de los chaparros, que desde el camino de carne que pasaba junto a la finca no se veía. Fue entonces cuando un vecino del pueblo que venía de esparraguear se sintió atraio por unas suculentas vinagreras* que había junto al pilón. Aquel hombre no dudo en entrar a cortarlas creyendo que allí no había ganao alguno. El “Margarito” en el momento que vio al intruso se arrancó como una bala y aquel hombre para salvar el pellejo no tuvo más salida que tirarse de cabeza al pilón.

-          Menudo susto tuvo que pasar.

-          Mu grande, pero lo espárragos nos los soltaba. Se oía gritar “socorro que me mata”, “auxilio quitarme el toro”. Rápido entramos a caballo y con los mansos quitamos al toro que barbeaba el pilón queriendo meterse para coger a su presa, que estaba en medio de aquel abrevaero chorreando y con el manojo de espárragos en las manos.

-          ¿Y cómo resultó el “Margarito” en la plaza?

-          Mu bueno. Extraordinario, tres puyazos y fue bravo hasta morir. Lástima que lo pincharan en demasía, si no la vuelta al ruedo hubiera sido su justo premio.

-          ¿Se puede decir el nombre de su matador?

-          Pos no. Fue una gran figura del torero, pero por respeto, pos ya no está en este mundo, me reservo el nombre. Sabe oste el milagro pero el santo no se lo digo.

-          Usted y su sentido de la discreción.

-          Como lo sabe oste amigo, yo valgo más por lo que callo que por lo que hablo, así que figúrese. Lo que le voy a desir es que el “Margarito” salió de la dehesa con el nombre cambiao. Antes como no había papeles como ahora, ni libros genalogicos, ni leches, le cambiamos el nombre. “Margarito” sonaba a guasa y demasiao a vaca lechera.

-          ¿Y cómo lo llamaron antes de salir para la plaza?

-          Como lo fuimos a llamar. “Esparraguero”.

Reímos con ganas y nos despedimos. Nos emplazamos para el fin de semana cuando ya estaré más tranquilo, sin prisas por volver al trabajo. Espero que me vuelva a deleitar con alguna de sus vivencias, pues este Rafael, el vaquero, el nuestro, no tiene desperdicio.


*Las vinagreras es como se conocen en Córdoba las acederas. Planta de hoja comestible muy similar a las espinacas y acelgas.

2 comentarios:

franmmartin dijo...

Magnífico relato,amigo.Me encantan las "cosas" de Rafael y la narración, que tantas cosas me trae a la memoria de mis andanzas por Córdoba.

Juanito dijo...

¡¡Este Rafael es la leche, puro ARTE del vocabulario de principios del Siglo pasado!!. Muy bueno el Relato.