El toreo está raro, muy raro.
Suceden cosas que difícilmente son comprensibles. La mayoría de ellas son
sumamente perjudiciales para la fiesta, pero muy favorables para algunos. Los
de siempre, los que están arriba más gracias a los trust empresariales, que a
sus propios méritos. Se está imponiendo, por desgracia, un modelo corrupto,
adulterado, amable y diseñado para que los todopoderosos campen a sus anchas,
todo en detrimento de una fiesta que está perdiendo sus valores fundamentales a
marchas agigantadas. Todo vale y nada importa si los beneficiados son los que
manejan todo entre bastidores, todo, aunque haya que echar fuera todo lo que
hace a la fiesta única.
La fiesta siempre fue de unos y
de otros. Siempre estuvo partida en dos bandos, aunque al final ambos bandos defendían
todos esos valores que hoy están tan podridos. O se era de Lagartijo, o se era
de Frascuelo; de Joselito, o de Belmonte; patateros, defensores del toro serio
y encastado, o gazpachero, admirador del toro andaluz proclive al lucimiento de
su matador. Dos bandos en todo, para la bueno y para lo malo. Hoy la fiesta también
esta partida en dos. Los que defienden una cara amable, proclive a la concesión
de trofeos, de sentimiento vacuo, de expresión hueca. Otros buscan una
involución a los valores de la corrida, son los que añoran una fiesta trágica,
de liturgia milenaria, de verdad, de integridad y en la que el toro sea su
principal pilar de sustento.
La feria de Sevilla ha acentuado
esta división. Ya había habido movimiento de trincheras con anterioridad, con
el poder de convocatoria en los tendidos entre unos y otros, pero la cornada a
El Juli ha mostrado patente la fractura que sufre la fiesta de los toros.
Muchos señalaron como responsables indirectos del percance a todos los que
abogan por una fiesta con pureza. A aquellos que no se cansan de alzar la voz y
denunciar que sin toro el espectáculo no existe. A aquellos que defienden
encastes en peligro de extinción. A los que luchan por la apertura de los
carteles a aquellos espadas que se lo ganan sobre el albero y no por ser
administrados por cualquiera de los trust empresariales existentes. La guerra
se desató y la batalla dialéctica en las redes sociales fue en muchas ocasiones
dura e implacable.
Fue entonces cuando me acorde de
unas palabras que me dijo un ganadero ya desaparecido. En su casa hubo un
trágico accidente con fatal resultado. A la luz de la lumbre y bastante
apesumbrado me narró con todo lujo de detalles lo acontecido. Jamás culpó al
toro. Aún recuerdo sus palabras: “El toro tiene los pitones para herir, son su
defensa. Si el hombre se equivoca el toro te puede matar, no podemos olvidar
nunca que es un animal salvaje.”
Han pasado muchos años desde esa
conversación, pero ahora la recuerdo y cobra actualidad tras este percance
sufrido en Sevilla por El Juli. El toro de Victoriano del Río hirió al torero
madrileño porque tenía ese derecho. Nadie tampoco obligó al espada de Velilla
clavar los pies en la arena para pasar de muleta al toro. ¿Qué pasaría si
quitamos al toro su derecho a herir? ¿Qué ocurriría si el toro se viera privado
de su defensa? La respuesta se antoja clara y diáfana. El torero perdería su
halo de heroicidad y grandeza. Cualquier simple mortal se sentiría capaz de ser
oficiante de una liturgia milenaria. Eso supondría el final del rito. La justa ancestral
del toro y el hombre en lucha desequilibrada. La lucha entre la fuerza animal
del primero, y la razón del segundo.
No podemos humanizar la fiesta
hasta una cara amable y dulce. El rito, como todos los de la antigüedad, es
drama y tragedia que pueden culminar con la gloria y la heroicidad. Ahí radica
su grandeza y su verdad, el día que sea cercenada languidecerá hasta apagarse
para siempre. En nuestra mano esta. En la de los bandos irreconciliables,
porque se puede pensar distinto pero con el mismo objetivo final que no es otro
que poner en valor la verdadera esencia de nuestra fiesta de los toros.
Foto: GTRES
1 comentario:
Chapeau Salvador. Más claro no se puede decir. Más alto, ya nos encargaremos de hacerlo entre todos.
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