Luego nos
quejamos. Siempre estamos hablando de la categoría de la plaza de toros de
Córdoba. Que si de primera, que si de segunda. Que si se programan pocos
festejos durante la temporada pese a la historia que tiene Córdoba en la
tauromaquia. Que lo que ocurre en nuestra plaza no tiene repercusión alguna en
el llamado planeta toro. Que si pitos, que si flautas. Pero la verdad es que
tenemos nada más que lo que nos merecemos.
Temporadas clamando que no hay novilladas con picadores en Los Califas y este año que se incluye una, y rematada, en el ciclo ferial acude apenas un tercio de plaza. Lo que decían los viejos revisteros. La música y acá. Ayer la afición de Córdoba tenía que haber acudido a la plaza. Era una fecha propicia para reivindicarse y decir: aquí estamos.
Varios eran los reclamos. Dos novilleros presentes en las grandes ferias y un torero de Córdoba que venía con un ambiente magnífico. Y ante eso, nada. Como siempre. Mucho plástico color almagra y vuelta a lo de siempre. Posiblemente una ocasión perdida para decir que Córdoba quiere toros.
Luego viene la segunda parte, que no es más que la falta de criterio. Desde el palco hasta la banda de música, pasando por albero y tendidos. Si Córdoba quiere salir del lugar donde está, hay que caminar en un mismo sentido y tener las ideas muy claras. Medir todo con mesura y con coherencia. Mirar todo desde un mismo punto de vista y olvidarse de paisanaje y localismo. Córdoba tiene que buscar, y encontrar, el lugar que quiere ocupar en el panorama taurino. Lo de ayer fue un continuo despropósito.
De entrada la novillada enviada por Luis Algarra tuvo muchas carencias. Tanto en presentación –cómo sería la desechada de Talavante– así como en su juego. Alguno chico. como el segundo, otros justos, caso del primero y sexto, otros destartalados y grandones como los corridos en cuarto y quinto lugar. Todos con la misma tónica de falta de casta, mal que corrompe el campo bravo, tanto es así que el tercero se echo teniendo que ser apuntillado. Ante ellos los toreros cumplieron a medias.
Temporadas clamando que no hay novilladas con picadores en Los Califas y este año que se incluye una, y rematada, en el ciclo ferial acude apenas un tercio de plaza. Lo que decían los viejos revisteros. La música y acá. Ayer la afición de Córdoba tenía que haber acudido a la plaza. Era una fecha propicia para reivindicarse y decir: aquí estamos.
Varios eran los reclamos. Dos novilleros presentes en las grandes ferias y un torero de Córdoba que venía con un ambiente magnífico. Y ante eso, nada. Como siempre. Mucho plástico color almagra y vuelta a lo de siempre. Posiblemente una ocasión perdida para decir que Córdoba quiere toros.
Luego viene la segunda parte, que no es más que la falta de criterio. Desde el palco hasta la banda de música, pasando por albero y tendidos. Si Córdoba quiere salir del lugar donde está, hay que caminar en un mismo sentido y tener las ideas muy claras. Medir todo con mesura y con coherencia. Mirar todo desde un mismo punto de vista y olvidarse de paisanaje y localismo. Córdoba tiene que buscar, y encontrar, el lugar que quiere ocupar en el panorama taurino. Lo de ayer fue un continuo despropósito.
De entrada la novillada enviada por Luis Algarra tuvo muchas carencias. Tanto en presentación –cómo sería la desechada de Talavante– así como en su juego. Alguno chico. como el segundo, otros justos, caso del primero y sexto, otros destartalados y grandones como los corridos en cuarto y quinto lugar. Todos con la misma tónica de falta de casta, mal que corrompe el campo bravo, tanto es así que el tercero se echo teniendo que ser apuntillado. Ante ellos los toreros cumplieron a medias.
Abrió plaza Ginés Marín que se mostró como un torero elegante, cuajado y con el oficio
aprendido. En su primero, al que recibió de manera pulcra con el capote, le
enjaretó una faena que tuvo limpieza y temple. Mejor por el pitón derecho donde
cuajó dos tandas con empaque. Al natural bajó el diapasón. La colocación
ventajista y la sosería del novillo hicieron que todo se fuese diluyendo poco a
poco. Volvió a elevar la faena en las postrimerías de la misma, con una ceñidas
bernardinas que le sirvieron, tras una estocada, para cortar la primera oreja
de la tarde. En su segundo cambió la decoración. Los novilleros de hoy saben torear, claro que sí, pegar
muletazos con temple y gusto, lo saben hacer y algunos, caso de Marín, muy
bien. Lo malo es que el concepto de lo que es la lidia les queda muy lejos. Un
mundo le costó a Marín sacar jugo a su segundo. Un animal muy a la defensiva y
al que costaba tomar los engaños. Ante animales así cabe el dominio y el poder.
Luego, si se puede, el toreo. Siempre fue así. Ginés estuvo con ganas, y fue
muy al final del trasteo cuando pudo con su oponente. El esfuerzo no quedó en
balde. Tras matar de forma rápida el público le pidió una oreja que le fue denegada por el palco dando una
vuelta al ruedo.
Varea estuvo frío. El torero castellonense venía con la
etiqueta de figura entre los de su escalafón, pero en Córdoba no lo puso de
manifiesto. Mejor en su primero al que capoteó con variedad en los lances de recibo.
Con la muleta estuvo correcto en la forma, pero sin profundidad. Cierto es que
el novillo colaboró poco, debido sobre todo a su falta de casta, pero también
hay que decir que tampoco era imposible. Lo de su segundo fue algo impropio
para alguien que está empezando. Tras un conato de inicio de faena y a
encontrarse con un oponente poco colaborador, que se defendió motivado por la poca fuerza, se fue por el acero y
acabo con una actuación que no será recordada entre los asistentes a Los
Califas.
Lagartijo fue el triunfador del festejo. Cierto es que contó con el
público muy a favor, pero
también es verdad que el joven torero cordobés hizo todo lo que estuvo en su
mano por agradar y triunfar en su presentación con picadores en Córdoba. La
faena a su primero fue breve. Tras un estético inicio por bajo, le plantó cara
por el pitón derecho consiguiendo una tanda muy aplaudida. Cuando todos
esperaban que el trasteo fuese a mayores, el novillo, evidenciando una gran
falta de raza, se echó de forma bochornosa, tanto es así que el novillero local
no pudo hacer nada más ante él. ¿Qué pudo evitarlo cambiándolo de terrenos? Tal vez. Si lo hubiera sacado a
los medios, quizás el animal alejado de su querencia hubiera respondido de otra
manera, pero no lo sabremos ya que Javier, optó por dejarlo entre las dos rayas
del tercio. En su segundo vino lo mejor. Lo recibió con lances genuflexos que
tuvieron gusto y empaque. Brindó al público la faena que comenzó con doblones
por bajo que volvieron a tener gusto. Inició el torero fundamental con la mano
derecha en dos tandas que tuvieron largura, temple y donde mostró su personalidad. Bajó de tono
con la izquierda, colocado muy al hilo del pitón, aunque algún muletazo tuvo
largura y buen gusto. El animal fue apagándose y tuvo que recurrir al toreo de cercanía para mostrar su ansia por el
triunfo, ansia que tal vez fue motivo por el que volvió a equivocar terrenos. Estocada y dos orejas
al esportón. ¿Excesivas? Puede ser. Ahora solo quedar seguir siendo constante.
Que este triunfo no sea vehículo para el relajo. Esto no ha hecho más que empezar. El camino es largo.
FICHA DEL FESTEJO:
Ganadería: Seis
novillos de Luis Algarra, desiguales
de presentación y descastados en líneas generales. Los mejores, con matices,
los corridos en primer y sexto lugar.
TOREROS: Ginés Marín, (rosa pálido y oro). Oreja
y vuelta tras petición. Varea,
(verde botella y oro). Silencio y silencio. Lagartijo, (azul pastel y plata). Silencio y dos orejas.
INCIDENCIAS: Plaza de
Toros de los Califas. Primer festejo de la feria de Nuestra Señora de la Salud.
Tarde primaveral y calurosa. Un tercio de entrada. Lagartijo salió a hombros
por la Puerta de Los Califas.
Fotos: FIT
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