5/26/2011

EL TORO DE HOY, SIN FONDO NI ALMA.


La fiesta de los toros, como su propio nombre indica, está basada en un animal fiero. Un animal capaz de transmitir fiereza, temperamento, lucha. Vende cara su vida. De ahí la grandeza del toro bravo, y con ella la de la fiesta de la tauromaquía.
antaño se buscaba un animal con esas características, hoy los criterios han cambiado. Se busca la nobleza, la bondad y un animal domesticado en pos de un fin artístico sin emoción ni pasión. Tanto se buscan en el campo bravo estas últimas características, que las primeras, las realmente válidas, están prácticamente perdidas. Con ellas también se pierde la esencia de la fiesta en sí.
La corrida de ayer fue de estas corridas modernas. La corrida anodina, sin emoción y sin alma. El camino es el equivocado. Hay que involucionar al toro. Volver a buscar su rusticidad y su agresividad. El toro de hoy da pena, mucha pena. Animales con fijeza, prontitud y ganas de arrancarse a aquello que lo provoca, pero que a la más mínima muestran su ruina y su podredumbre. Animales que de bravos sólo llevan el nombre, animales sin fondo ni alma. Material imposible de dominar porque tanto lo está por la mano del hombre que ha perdido toda su esencia.
La verdad es que este toro moderno da mucha pena. La fiesta falla porque a su vez lo está haciendo su pilar y cimiento fundamental. Es imposible transmitir emociones con este tipo de bravura tan aguada y disuelta en bondad y falsa capacidad de lucha. La lucha de hoy es una lucha en la que el toro sale del toril derrotado. Y lo que es peor, sin armas ni poder para hacer aquello para lo que ha sido criado. Morir luchando con pujanza y poder.
Da lástima ver al toro moderno rodar por la arena, cual gladiador humillado y derrotado. Levantarse con los belfos dorados por el amarillo albero y volver a caer persiguiendo aquellas telas que lo provocan. Ese no es el Dios toro. No es el animal al que hay que rendir culto. El humano, a través de la selección, ha vencido también su divinidad.
Por ello hay que volver a lo que siempre ha sido el toro de lidia. Volver a los orígenes sin perder las virtudes favorables que al día de hoy se han conseguido, que no son pocas, sería el principal revulsivo que precisa la fiesta. No hace falta más. Sólo volver a los orígenes, eso sí, adaptándolos a nuestros tiempos. Los oficiantes de la liturgia taurómaca tienen la última palabra. Ellos son los que lo tienen a su alcance, en sus manos. La fiesta ganaría una vez por todas.

Publicado en "El Día de Córdoba" el 26 de mayo de 2011

1 comentario:

Aurora y Eloy dijo...

Hay tres tipos de hombres.

El primero trata de convencer con la razón, con ele conocimiento, pero no repara en que sus palabras no calan en el corazón del hombre¡El hombre tiene sentimientos!
El segundo es demagógia y puro teatro sentimental. Solo produce golpes de efecto en la lágrima fácil y en el ablandamiento de las más débiles de las razones.

El tercero, habla coomo los hombres, con la verdad. la verdad llega al corazón del hombre y está llena de razón.

Este artículo sale de un hombre del tercer tipo. De una pluma valiente.
¡Enhorabuena!