Decía en una de las entradas anteriores,
que el día de Santiago era una fecha muy taurina en Córdoba. A pesar del calor,
debía de hacer tanta como ahora, siempre se programaba un festejo el día del
Santo patrón para entretenimiento y divertimento de esta singular y bella
ciudad. Tanto es así, que en citada fecha se vivieron numerosos festejos, que
han dejado mucho escrito en la historia taurina de la capital cordobesa.
Una de estas páginas no es otra que la
presentación, del entonces novillero, Manuel Rodríguez “Manolete” ante sus
paisanos. Corría el año 1935 y la empresa programó para la festividad del apóstol
una novillada con picadores. Con reses de doña Enriqueta de la Cova se
acartelaron el mallorquín, Jaime Pericás; el azteca, Edmundo Cepeda y Manuel
Rodríguez “Manolete”, que como ha quedado escrito, se presentaba ante sus
paisanos.
El festejo en si solo dejo para los
anales de la historia, la presentación del “monstruo” en su ciudad natal. “Manolete”
dejo muestras, según la prensa local, de su innata personalidad y de su
capacidad estoqueadora, así como una más que notable falta de oficio. Pericás y
Cepeda anduvieron por allí y poco más, convirtiéndose el mallorquín en el
protagonista de la intrahistoria del festejo.
En el cuarto de la suelta, segundo de
Pericás, se produjo una situación caótica. El público, la presidencia y el
torero balear se hicieron protagonistas de lo que acontecía en el añorado ruedo
de Los Tejares. El utrero de la ganadería titular se inutilizó. Fue sustituido por
un sobrero de la torada de Leopoldo Abente. El sustituto desde que saltó al
ruedo, no hizo nada más que huir de todo lo que se le ponía por delante. El
público, que no aficionados y al igual que hoy, comenzó a protestar al manso,
desconociendo que para ese tipo de toros existe una lidia determinada. El
presidente la monta en el palco para evitar las protestas de los espectadores.
Flamea el pañuelo verde devolviendo al animal. El reglamente es claro. La
mansedumbre no es motivo para desechar un toro en un ruedo. El asesor revoca la
orden y saca el pañuelo rojo. Los lomos del de Abente van a ser asados con las
de fuego y es ahí donde entra en acción Pericás. El mallorquín, por su cuenta y
riesgo, ordena a su tropa de caballería volver al ruedo para picar al manso. Lo
consiguen finalmente, y tras algún sobresalto, Pericás acaba con el morlaco
siendo aplaudido por el respetable. ¿Quién mandaba en la plaza? ¿La
presidencia? ¿El público? ¿Pericás? El caso es que allí se monto una buena y
cada uno actuó a su manera. En la prensa de la época no pone si el novillero
balear fuera sancionado. Lo que sí es verdad que se convirtió en protagonista
de una tarde que paso a la historia por ser el debut de “Manolete” en su Córdoba
natal.
Foto: Pericás muleteando un novillo en Barcelona.
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