2/24/2019

SALVADOR GAVIRA GARCÍA: LA CONTINUACIÓN DE UN SUEÑO


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El ganadero andaluz ya camina de nuevo en una finca de Alcalá de los Gazules con sus toros, que conservan un linaje único dentro del campo bravo patrio y con el que se va abriendo camino



Cuentan que de antaño había ganaderos de lidia con enorme poder mediático entre los públicos. Criadores que al solo conjuro de su nombre movilizaban a la afición para acudir a una plaza de toros. Personas únicas e irrepetibles que con su particular ideal de toro fueron, a través de la selección, capaces de crear un animal que pocas veces, motivado por su comportamiento, dejaba indiferentes a quienes se sentaban en los tendidos de una plaza de toros.
Se dice que muchos mandaron en la fiesta por encima de algunos toreros. También que sostuvieron enconadas competencias con lo más florido del escalafón de espadas de las épocas que les tocó vivir. Gentes de campo, con una intuición grande a la hora de la búsqueda de la bravura y que a través de un trabajo, donde dos y dos difícilmente suman cuatro, crearon un tipo de toro que buscaron con ahínco.

El ganadero de lidia no busca algo material. El criador de reses de lidia basa su selección en la búsqueda de un carácter de comportamiento, que complementa con una morfología acorde a un animal de condición rústica y criado extensivamente de modo natural. Así fue y así debe de ser.
AUNQUE PINTAN BASTOS, TODAVÍA HAY QUIENES DEFIENDEN SUS IDEALES EN EL MUNDO DEL TORO

Hoy, salvo contadas ocasiones, el criador no busca su concepto de toro. El ganadero de hoy selecciona lo que le obligan los mercachifles que manejan la tramoya del toreo, a cambio de un lugar rutilante en la cartelería de las grandes citas de la temporada.
Es así como está el toreo. Pintan bastos, pero aún hay gente que piensa que hay que luchar para defender sus ideales, su concepto, y ser fiel a unos principios que les fueron inculcados por los que le precedieron. No les importa ir contra las tendenciasactuales, ni en muchas ocasiones incluso en contra de su propia economía, sin importarles, en estos tiempos, prácticamente arruinarse persiguiendo unos sueños, que en ocasiones se antojan lejanos e irrealizables.
Uno de estos locos divinos visitó Córdoba recientemente. El Círculo Taurino de Córdoba tuvo el gusto de invitarlo a uno de sus ya tradicionales actos. Un hombre que tras una dura y dolorosa ruptura con sus hermanos en la ganadería familiar, ha iniciado un nuevo camino en solitario, persiguiendo así el objetivo que su padre la marcara hace ya más de una década.
De forma emocionada relató sus ideales de bravura, rememoró la figura paterna y mostró su ilusión por perpetuar su apellido en los carteles de las grandes ferias; eso sí, con nueva denominación y, sobre todo, con renovadas ilusiones.

Salvador Gavira García ya camina de nuevo con sus toros. Ese toro tan personal que conserva un linaje único dentro del campo bravo español. Un toro que guarda la sangre de las viejas reses del Raso del Portillo, mejorada o aderezada con puntuales aportaciones de Pablo Romero, el Conde de la Corte y más recientemente de Salvador Domecq. Un toro que siempre gozó del predicamento de los toreros, debido a su bravura enclasada y favorable para triunfar.
Salvador Gavira García cría sus toros en la finca La Isla de Villa Blanquilla, en el término de Alcalá de los Gazules, donde en su día pastaran los toros de Baltasar Iban, rodeados de agua, y donde la leyenda urbana asegura que habita un fiero caimán.
Allí Salvador Gavira García ha ideado unas instalaciones pensando en el bienestar de los toros de su propiedad. Unos toros que poco han cambiado desde la división de la ganadería, pero que Salvador trata de dotar de la acusada personalidad que les ha hecho poner en el camino a numerosos espadas, a los que hoy consideramos figuras del escalafón como Morante de la Puebla, David Mora o el recordado Iván Fandiño.
La nueva ganadería está inscrita en la Asociación de Ganaderías de Lidia y el pial con el que se hierran sus pupilos ya no es el viejo de Marzal, sino una G cortada. Se presentó en Madrid, obteniendo así antigüedad, el día 12 de octubre de 2017, en una corrida estoqueada por Daniel Luque, que cortó una oreja, el colombiano Sebastián Ritter y Javier Jiménez.
Fue el inició de un nuevo camino y, sobre todo, debido a la pasión del ganadero, la continuación de un sueño iniciado muchos años atrás por quienes antepusieron sus ideales, creyendo que con ellos engrandecían el mundo de los toros, sin importarles para nada las trabas y desengaños que trae una actividad ganadera donde dos y dos nunca suman cuatro.

2/10/2019

LA FIESTA DE LOS TOROS NO NECESITA QUIEN LA DEFIENDA


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Domingo Ortega a hombros de milicianos en Valencia
         No toda persona que siga la fiesta y guste de ella tiene porqué vincularse a la derecha

·   Hay casos singulares de entendidos aficionados que militan y votan a partidos de izquierda



En esta semana se han hecho públicos los carteles de las ferias de Valencia y Castellón. También se van conociendo las líneas maestras de la feria de Abril de Sevilla. Todo está de la misma forma que años anteriores. La fiesta se encuentra en la actualidad sumida en una profunda sima: falta de frescura, de ideas, de creatividad y con la misma endogamia entre sus actores principales, que hacen que el público esté ya hastiado de un espectáculo previsible y caro. Y a todo esto hay que unir que su protagonista principal, el toro, sea cada vez menos importante y más previsible.
Las ganaderías que crían ejemplares para el toreo de hoy, demandado por los privilegiados del sistema, se repiten hasta la saciedad feria tras feria, corrida tras corrida, dejando atrás el drama épico de la lucha entre la razón y la fuerza bruta, mientras sangres y encastes legendarios son exiliados de los cosos, viéndose sus propietarios a mandar sus productos a las calles del Levante español y, en casos más drásticos, hasta el matadero.
Fuera del llamado planeta de los toros, la fiesta está siendo utilizada por la clase política del país con el único objeto de arañar votos. Ni unos claman por la ortodoxia pura de los valores que envuelven la corrida, abanderando su defensa; ni los otros revestidos de un impostado animalismo y hueco ecologismo, tratando su abolición, les importa la repercusión de un espectáculo de masas, único por cierto, y arraigado de pleno en nuestra cultura. Flaco favor se le hace a la tauromaquia mezclándola con la política, ya que la misma no tiene color de ningún bando.
Siempre fue utilizada en España para beneficio propio de una clase política, sin escrúpulos, que quiso utilizarla. En tiempos de Fernando VII, los liberales atacaban al Sombrerero por su simpatía hacía el rey, mientras los absolutistas hacían lo propio hacia toreros como Juan León y Roque Miranda por sus simpatías liberales. Fueron los políticos de la época quienes dividieron al público de toros, en negros y blancos, cuando la rivalidad entre los espadas fue en los ruedos.
SALVADOR TÁVORA JAMÁS RENEGÓ DE LA FIESTA, NUNCA. EL DRAMATURGO NO OLVIDÓ QUE QUISO SER TORERO

No toda persona que siga la fiesta y guste de ella tiene porqué vincularse a la derecha de hoy. Hay, y conozco, casos singulares de enormes y entendidos aficionados que militan y votan a partidos de izquierda. Aunque Padilla o Abellán muestren su apoyo al PP, Finito se deje fotografiar con Albert Rivera o Morante de la Puebla y Rivera Ordóñez hagan campaña a Vox, son ideales de sus respectivas personas y no de la fiesta de la que forman parte. Joselito o Talavante forman parte de la misma fiesta y siempre mostraron simpatía hacia la izquierda. La fiesta de toros no tiene color político, solo el que los políticos quieran darle, como ya ha quedado dicho, obtener pingües beneficios en las urnas.
Carmen, ópera andaluza de cornetas y tambores, ideada por Távora
De izquierdas también se confesó el dramaturgo Salvador Távora, quien nos dejó esta semana. Un auténtico genio. Irrepetible en su concepto andaluz, al que no le importaron los tópicos que se achacan a Andalucía y que con sus montajes traspasó fronteras, obteniendo triunfos por allá donde se presentaba. Távora jamás renegó de la fiesta, nunca.
El dramaturgo no olvidó jamás que quiso ser torero y que con el seudónimo de Gitanillo de Sevilla se anunció en los carteles. No alcanzó los oropeles de la fama que dan el traje de luces, pero supo impregnar todos sus espectáculos con ese marchamo que rodea a la fiesta de los toros. Con Carmen, ópera andaluza de cornetas y tambores, y después con Don Juan en los ruedos, fusionó la fiesta con el drama teatral, sin complejos, sin teñirla de ningún color político, aunque le tocó bregar en los tribunales con la Generalidad de Cataluña por impedirle la representación total de una de sus obras, y todo porque en la misma se rejoneaba un toro y eso era políticamente incorrecto en una Cataluña que ya estaba utilizando la fiesta en pos de su radicalidad y antiespañolismo.
Su genio creativo queda ahí, sin complejos. Tal vez, con toda seguridad, se adelantó a lo que debe tener claro todo defensor de los toros. La fiesta no debe tener quien la defienda, la fiesta se tiene que defender sola. ¿Y cómo debe defenderse? Recuperando su grandeza. Empezando por sus propias entrañas. De dentro hacia fuera hasta su total regeneración. Entonces, cuando sea fuerte, sobrarán todos aquellos, llámese políticos, que tratan de utilizarla a su favor, sin escrúpulos, ya sean del signo que sea.

2/04/2019

CHICUELO, EL ESLABON PERDIDO



Precursor del toreo moderno, el sevillano pasó a la historia por una faena magistral en 1926 en México con unos registros que repitió dos años más tarde en Madrid en una tarde gloriosa

Este año se cumple el centenario de la alternativa del torero hispalense Manuel Jiménez Moreno Chicuelo en los carteles. Cien años desde que Juan Belmonte le cediese los trastos para dar muerte a Vidriero, del hierro del conde de Santacoloma, en la Maestranza sevillana. La figura del torero sevillano, a día de hoy, está muy difuminada. Incluso poco conocida. Lo más que muchos conocen de Chicuelo es que fue un claro exponente de la llamada escuela sevillana, creador de un lance de capote, conocido por chicuelina, y que tal vez fue uno de los pioneros en aparecer en la prensa amarilla al casarse con una cupletista de fama y renombre, como fue Dora la Cordobesita.
El aficionado moderno sólo tiene ese recuerdo de un torero genial. La memoria vuelve a ser perezosa y sólo rememora lo banal y superficial. Chicuelo fue un espada heredero de la llamada Edad de Oro del toreo. Un torero que supo captar el mensaje de Gallito y Belmonte y que durante la llamada Edad de Plata adelantó el reloj del toreo siendo precursor de lo que vendría tras la contienda civil de manos de Manolete.
Gallito y Belmonte anunciaron durante la Edad de Oro del toreo nuevos conceptos. El primero ejecuta un toreo total. Domina al toro durante toda su lidia y muestra mil y un recursos para mantener al público atento a sus actuaciones. Gallito domina la lidia de principio a fin. Su toreo es dinámico y vistoso. Belmonte trae la quietud y el drama. No tiene el conocimiento de Gallito, pero esa quietud y el desgarro de su toreo hacen que sus formas pronto tengan numerosos seguidores. Joselito también se mira en Belmonte.
Se aprecia en fotos y películas de la época cómo Gallito ya asienta los pies durante la faena de muleta y trata de llevar al toro en redondo hasta donde llegan los brazos. Lástima que Bailaor en Talavera quebró para siempre lo que Joselito, el Gallo, trataba de poner en práctica. Es decir, su toreo dinámico, poderoso y estético, pero ligado y en redondo. No sabemos qué hubiera pasado si aquel toro de la viuda de Ortega no mata a Gallito en Talavera en el año 1920. Seguramente el toreo hubiera evolucionado de otra manera. Chicuelo es directo heredero de la Edad de Oro.
EL TORERO APORTÓ ALGO MÁS QUE LA CHICUELINA Y DIO LA ALTERNATIVA A MANOLETE EN LOS AÑOS 30

Como buen sevillano conoce el toreo de los dos colosos. De ambos –de Gallito y Belmonte– bebe directamente. Intenta aunar la estética de José y el valor dramático de Juan. La empresa es difícil. Tras la muerte de Joselito y la retirada de Belmonte de los ruedos, el toro a lidiar vuelve a ser duro. Posiblemente uno de los más fieros de la historia. No hay nada más que ver la cantidad de cogidas mortales que se producen en aquellos años.
Chicuelo viaja a México. El toro azteca es mucho menos fiero y más pastueño. Chicuelo se encuentra con Lapicero, del hierro de San Mateo, el día 25 de octubre de 1926. El sevillano realiza ante él una faena magistral. Los cronistas hablan de toreo en redondo, ligado, llevando al animal hasta más allá de la cintura. El público exaltado cada vez que Chicuelo montaba el estoque, le pedía que siguiera toreando y el sevillano continuaba con la misma prestancia su labor. Después de dos pinchazos, estocada y descabello, se le concede una oreja de su oponente y da dos vueltas al ruedo entre el entusiasmo del público. Chicuelo ha preconizado el toreo moderno.

Aquella faena no fue una casualidad. Dos años después, el 24 de mayo de 1928, Chicuelo la repite en Madrid. La faena es sublime. La quietud, la ligazón, el sentido de la estética y la personalidad, hacen que en los tendidos se desate la histeria colectiva. El público sin saberlo está viendo el toreo que vendrá a diario poco después. Chicuelo se inmortaliza ante el toro Corchaíto de Graciliano Pérez Tabernero. Tan magistral fue aquella faena, que el público solicitó la oreja antes de entrar a matar y que tras dos pinchazos y una estocada, premió con los máximos trofeos al torero hispalense.
Chicuelo trajo algo más que la chicuelina y la llamada gracia sevillana. Fue precursor del toreo, que años más tarde se impondría en toda España de manos de Manolete, al que curiosamente otorgó la alternativa en 1939. Es posible que sin saberlo, Chicuelo aquella tarde cediese al Monstruo de Córdoba el secreto del toreo de nuestros días, el llamado toreo moderno. Chicuelo: eslabón entre dos épocas gloriosas.