Manuel Sotelino
www.jerezania.com
Hoy,
aquí y ahora, hago mi declaración pública de defender a ultranza a un torero
nacido en Galapagar y que responde al nombre de José Tomás Román Martín. Lo
hago y me posiciono. Y me adentro en este artículo que pretende ser una
declaración de intenciones por un torero de época. Nace este artículo después
de mucho tiempo de reflexión sobre su toreo y sobre su aportación a la
tauromaquia. Me adentro en este escrito como resultado de una conclusión
definitiva, como el agua cuando llega al estuario y avista las olas del mar. Me
defino como seguidor del toreo eterno, del que sale, según dijo Belmonte, del
interior del alma.
José
Tomás es un torero de época. Hemos tenido la suerte histórica de ser coetáneos
de un matador de toros que llegará a estar entre los más grandes. Lagartijo (la
inteligencia), Joselito (el poder), Belmonte (la quietud), Manolete (la
verticalidad), Ordóñez (la majestad) y Ojeda (los terrenos). Pocos más habría
que añadir a esta lista. Precursores e innovadores en su época, fuente de
inspiración para muchos otros que quisieron seguir la estela que marcaban estos
grandes hitos de la tauromaquia. José Tomás da un paso más hacia adelante en su
concepto depuradísimo demostrándolo en las plazas donde ha toreado. Recomiendo
desde aquí la exégesis que hace Santi Ortíz en su libro dedicado al torero
madrileño como consecuencia de su reaparición en el año 2007 (José Tomás. El
retorno de La Estatua – Editorial Campo Bravo). Santi, que es uno de los
grandes conocedores del toreo actual, explica a la perfección su técnica, su
postura ante la lidia, el comportamiento ético y estético en la plaza.
Pero
José Tomás no es sólo un soplo de aire fresco vestido de luces. Llega más allá.
Actualmente es más fácil posicionarse en contra que a favor de un torero que ha
llenado plazas y convulsionado el “planeta de los toros”. Ha hecho enloquecer a
sus seguidores y aficionados y ha abierto en numerosas ocasiones telediarios
nacionales, portadas de periódicos y titulares en radio. Un torero que va más
allá. Muchos afirman que le acompaña un halo de misticismo, una percha literaria
–que diría Bergamín- un suspiro de drama ante las astas de un toro. José Tomás…
el elegido para salvar la Fiesta, con su sombras y sus luces. Como toda gran
figura del toreo, José Tomás es perseguido por gran parte del estamento
taurino. Por una importante parte de la prensa, por casi todo el ámbito
empresarial e incluso por buena parte del escalafón de matadores, apoderados y
ganaderos. También ocurrió con Joselito que se cuenta que días antes de su
compromiso en Talavera, donde le esperaba el toro “Bailaor”, de la Viuda de
Ortega que le sesgaría la vida, un aficionado desde el tendido le increpó
aquello de “ojalá un toro te mate en Talavera”. Y también se cuenta que el en
patio de cuadrillas de Madrid, José le dijo a Juan Belmonte aquello de “tenemos
que plantearnos no volver a Madrid a torear porque ya es demasiada presión la
que sufrimos aquí”. A Manolete llegaron a agobiarle tanto que tuvo que dejar
los trajes de luces durante todo un año, porque los públicos, la crítica y los
taurinos pedían cada vez más.
En
cuanto a José Tomas, habría que decir que todos tienen sus argumentos para
arremeter contra el que se juega la vida un poco más que el resto. Álvaro Núñez
Benjumea, en los tiempos en los que la buena relación existía –nadie ha dicho
que en la actualidad no exista, pero quizá se esté escenificando un ficticio
rompimiento entre ganadero y torero- describió la sitio que invadía el torero antes
del cite como la colocación al tercer pitón. “Donde los demás ponen la muleta,
José Tomás coloca sus zapatillas”, afirmaba el buen ganadero y excelente
aficionado gaditano.
Pero
la confabulación contra José Tomás no viene de su posición en el ruedo ni de su
colocación en la arena. Los taurinos piensan que cada uno es amo de sus propios
actos y si alguien está dispuesto a acercarse al abismo de la cornada un poco
más allá que el resto es problema suyo. Aquí el centro de la teorización sobre
la figura de José Tomás viene por otro lado. Por el vil metal, que es en
definitiva quien mueve este espectáculo.
José
Tomás, bajo la dirección asistida de Salvador Boix, ha dado un salto adelante y
se ha atrevido a pedir sesenta, setenta millones de las antiguas pesetas. Es
decir… una cifra que se mueve alrededor de los cuatrocientos mil euros. Ahí
está el cuestionamiento de los demás. No es posible que un torero se coloque en
cifras que tan sólo cuatro años atrás eran impensables. José Tomás ha dado un
salto cuantitativo en los honorarios del estamento de toreros y, de esta forma,
ha hecho la mejor defensa de todo el escalafón de matadores de toros. Algunos
toreros, en privado, así lo admiten. “Ya está bien de que los empresarios nos
pisoteen ninguneándonos y humillándonos… porque en muchas ocasiones no tenemos
ni dignidad a la hora de negociar. Es lo que en el toreo se conoce como “las
tragedias de los despachos a la hora de liquidar”. Sin embargo, sin abrir la
boca, José Tomás ha hablado y ha dicho algo así como “quien demuestre en la
plaza que tiene capacidad para llevar el toreo hasta el extremo, tendrá la
posibilidad de cobrar cuanto quiera porque yo mismo lo he demostrado”. Sin duda
de que el de Galapagar es la imagen viva de que es posible. A partir de ahí,
muchos apoderados, empresarios y ganaderos abren la caja de Pandora y dejan
salir los truenos. Es muy complicado que un empresario monte una feria cuando
hay un torero que se va a llevar a su casa la mitad de lo presupuestado. Es
complicado para un ganadero aceptar esta cuestión porque si los toreros crecen
en sus honorarios ellos acaban llevándose definitivamente las migajas que
caigan de la mesa –ya lo están haciendo-. Es imposible aceptar para cualquier
apoderado esas cifras porque su podernante puede echarle en cara que no sabe
defender sus intereses cuando hay otro que se lo está llevando prácticamente
todo. Es imposible que los grandes magnates del toro, los empresarios-ganaderos-apoderados que existen en la Fiesta lleguen a
acuerdos con esas cifras porque pierden cuota de poder. Dejarían de jugar con
las vidas de los toreros y con sus derechos a ser tratados con un mínimo de
dignidad.
A
partir de ahí, comienzan los sofismas contra la figura de José Tomás. Unos
argumentos que se caen por sí solos y que intentaremos desmontar con tan sólo
un par de frases para cada uno de ellos.
“José Tomás no sabe
torear. Sólo es un bulto que se pone delante para dejarse coger por los toros”.
José Tomás tiene un
depuradísimos concepto de la ortodoxia. Hay que ser muy cínico para despachar
de esta forma a un hombre capaz de jugársela hasta el extremo con tal de no
vender su concepto del toreo puro. Lleva hasta el final este concepto a pesar
de conocer todos los ardiles para descargar, desmandar y aliviar cada suerte o
pase. Pero los recursos se los guarda por dos razones. Por convicción y por
responder ante una afición que llega a gastarse mucho dinero para ir a verlo.
Es leal al compromiso contraído. Por eso podemos decir que su toreo es el
reflejo de su ética.
“José Tomás no ofrece
declaraciones a los medios de comunicación”. Sin duda es una estrategia. Estrategia que le ha dado
resultado. “Hablo con mi muleta y con mi capote. Y quien quiera respuestas que
las busque en mi toreo”, dirá para sus adentros. Tampoco habla apenas Rivera
Ordóñez, por poner un ejemplo, y lo hace cuando cobra una exclusiva. Y nadie lo
critica por eso.
“José Tomás no quiere
televisión”. Se niega
porque existe un problema de fondo y que nunca se toca. Volvemos a la dignidad
de los toreros que son los protagonistas, junto al toro, del espectáculo. La
empresa negocia con la televisión los derechos de imagen, y después paga un
plus a los toreros por ser televisados. Probablemente un plus que no se acerca
a lo cobrado por los toreros porque los empresarios taurinos son muy listos. Es
una forma de ningunear a los protagonistas porque los toreros no son
asalariados de los empresarios, como ocurre en el fútbol, donde los jugadores
negocian con su club los derechos de imagen. Habría que negociar a tres bandas.
Televisión, empresa y toreros. Los banderilleros actuaron con más inteligencia
en su día. Mientras que no exista un flujo de negociación entre torero y
televisión, no habrá José Tomás en la pequeña pantalla.
“José Tomás se niega a
torear con otras figuras”. José
Tomás ha tirado del carro durante muchos años. Ahora está mermado de facultades
y quizá le toque a otro tirar del yugo ¿Siempre le vamos a exigir lo máximo al
de Galapagar? Vayan a las estadísticas del torero y verán cómo durante años, en
su primera y segunda época, siempre ha estado acartelado con una figura del
toreo como mínimo. Los datos no son manipulables.
“José Tomás debió de
ir con el G10 a ver al ministro Alfredo P.”. Yo lo hubiera hecho al revés… es decir: que el ministro
Alfredo P. hubiera ido a ver a José Tomás. El ministro no dejará de ser un
candidato que perdió unas elecciones, entre otras cosas que ahora no voy a
nombrar porque no vienen al caso. Y también sabemos que la salvación de la
Fiesta no pasa por las manos del político. José Tomás ya forma parte de la
historia. La mejor forma de defender la Fiesta es llenar las plazas de toros y
que la gente acuda en masa a los tendidos. Si esto hubiera ocurrido en
Barcelona, no hubiera habido nacionalistas que hubiera podido por el
espectáculo. Véase el País Vasco o Navarra. Allí los toros no se tocan.
“José Tomás ha llevado
a las plazas un fenómeno llamado el “Tomismo” o “Tomasismo”. Yo lo traduciría de otra manera.
Sencillamente, José Tomás ha llevado gente a las plazas de toros. Sin etiquetar
porque comenzamos por etiqueta a los públicos no acabaríamos nunca. Por otro
lado, muchas de esas personas no se hubieran sentido atraídas al mundo taurino
si no hubiese sido por José Tomás. Además, el mismo derecho tiene de ir a las plazas
esos “tomasistas” que los que van a ver a Cayetano, Rivera Ordóñez o El Fandi.
Los “tomasistas” corean a su torero y los que van a ver a Cayetano sacan los
pañuelos por ver al diestro torear fuera de cacho. Lo único que les une es la
legitimación de ir a ver a quien les da la gana. Sobre todo porque pasan por
taquilla. Si cuestionamos a los públicos sólo deberíamos a admitir a los cuatro
que entran en el autobús de Jesulín.
“Ir en contra de José
Tomás da un halo de entendido y buen aficionado que no lo da al que lo defiende”. Esto último, quizá, es lo que más
se acerca a la verdad. Parece que existe una corriente esnobista que da cierto
“empaque” para todos aquellos que cuestionan el toreo de José Tomás. Yo, una
vez, para dármelas de sabiondo, comencé a defender a Finito de Córdoba y me
abuchearon. Será que no sé elegir bien a la presa.
Así
podríamos seguir con otras cuestiones que, quizá, también se le achaquen a este
torero para la historia. Un torero total que fue el primero al que ví en un
plaza de toros dar nueve naturales seguidos y quitarse al toro de encima con un
pase de pecho de pitón a rabo para sacarlo por la hombrera contraria. Los
terrenos ya no existían de tanta profundidad en los embroques.
Ahora
que pienso quizá no haga falta este artículo porque es el torero el que mejor
se defiende con su capote y con su muleta. Sin embargo, necesitaba sacarme esta
espinita por tanto “pontífice” que anda suelto por ahí y al que leo dándole
caña a un torero honrado que sólo pide lo que él cree que vale. Y me he quedado
más tranquilo que aquel cura cuando cogió la sombra del chaparro después de
haberse puesto bien de fabada. Eructó y después se dijo… “Ahora, Señor, por mí,
como si viene el fin del mundo”.