9/29/2019

LOS CALIFAS, CÓRDOBA Y SU FUTURO ¿CABE EL RESURGIMIENTO?



Siempre se pensó que la Córdoba taurina estaba dormida, pero la conclusión final es que agoniza sin remedio



Mientras los goznes de la puerta principal del Coso de los Califas continúan cubiertos de telarañas, taurinamente hablando, la temporada sigue su curso. Es la tónica de los últimos años. Siempre se pensó que la Córdoba taurina estaba dormida, pero la conclusión final es que agoniza sin remedio. Entre todos la mataron y ella sola se murió. Con la afición desencantada, vencida por el aburrimiento y hastiada por la desidia, el final está muy cerca. El sistema que maneja los entresijos del planeta de los toros ha sido culpable. Pero ojo, no solo han sido los últimos empresarios que han pasado como regidores del coso los que han llevado a la plaza a la situación actual, sino que existen otros factores que han pesado para que todo haya desembocado al momento que actualmente se vive en Córdoba.
Uno ha sido la falta de unión. La afición cordobesa jamás ha estado unida para defender lo suyo. Cada uno ha hecho la guerra por su cuenta. Estamentos existen para haber conformado un bloque opositor que pudiera ser escuchado por las distintas empresas que han estado al frente de Los Califas. Luego la falta de puesta en común, así como cierto espíritu cainita, han impedido ese frente común que hubiera defendido la historia, idiosincrasia y prestigio de una plaza que hoy se ve abocada a sobrevivir a base de actividades que poco tienen que ver para lo que fue construida.
La falta de un revulsivo en forma de torero que ilusione a la ciudad también se echa en falta. Desde la irrupción de Finito de Córdoba, allá a finales de la década de los ochenta, no ha habido nadie de mover masas tal y como lo hizo el fino torero del Arrecife. Haberlos con capacidad, los hubo, lo que al final ocurrió es que algunos no pudieron y a otros no los dejaron. Actualmente con la falta de novilladas con picadores en ferias y fuera de ellas, salvo casos puntuales, hace más que inviable la aparición de alguien capaz de devolver la ilusión a una afición y ciudad como Córdoba, bastante anquilosada.
Mucho tienen que cambiar las cosas para un hipotético resurgimiento. Ya se ha visto hasta la fecha. Hasta ahora solo se ha permanecido en silencio. La actual empresa concluye su vinculación con Los Califas esta temporada. La incertidumbre es máxima. Este año, inesperadamente, ejerció su derecho a prórroga. ¿Volverá a optar por seguir el frente de la plaza? Ya se sabrá. Muchos pensaron y vieron el capital mexicano como una panacea. Al final, taurinamente hablando, no ha sido así. Córdoba es una plaza cada vez menos relevante a pesar de la magnificencia de su construcción. Una autentica pena, pero es una realidad cada vez más palpable.
Posiblemente, aunque no diga nunca jamás, será el último artículo en esta línea. El articulista se cansa de esgrimir siempre los mismos argumentos, rozando la cursilería y la reiteración. Pero no lo duden, las cosas duelen. Duele una historia maltratada y pisoteada. Una trayectoria íntimamente ligada a la historia del toreo. Una disciplina bárbara y dramática hasta que llego Lagartijo y la transformó en pura elegancia; formas heredadas por Guerrita quien la aderezó con un poder sobre el toro jamás visto hasta entonces y que el gran Gallito, o Joselito, como gusten, llevó aún más allá; Manolete trajo la quietud y la ligazón que se unieron a la elegancia y al poder; luego El Cordobés trajo la revolución social y la supresión de terrenos de toro y torero, fundiendo así todo lo que aportaron sus predecesores en el crisol de su tauromaquia.
Solo por esto Córdoba merecer no morir, o mejor dicho, no dejarla morir abandonándola. La Córdoba taurina se merece una última oportunidad. Solo queda la defensa de los que la aman.


9/22/2019

EL ENCASTE MINORITARIO LO ES POR...



Se culpa mayormente a los espadas que ocupan los primeros lugares del escalafón, pues prefieren enfrentarse a animales más favorables al lucimiento que a otros que son marginados




Mucho se habla, y escribe, entre los aficionados sobre el peligro de homogeneización que corre la cabaña brava en España. La imposición de una sangre, o encaste, como es la de la familia Domecq, originaria de Vistahermosa a través de Parladé y Mora-Figueroa, sobre las demás, es uno de los pecados más graves que se acusa al sistema que rige en la actualidad la tauromaquia.
De ello se culpa mayormente a los espadas que ocupan los primeros lugares del escalafón, pues prefieren enfrentarse a animales más favorables al lucimiento, se argumenta que con menos exposición, que a otros que son marginados y arrinconados, muy a pesar, del protagonismo histórico, que alcanzaron en otras épocas del toreo.
De hecho sangres o castas, antes muy reconocidas, algunas de las fundacionales como la Vazqueña, Navarra, Gallardo o Cabrera, así como otras obtenidas a través de selectas cruzas realizadas por reconocidos ganaderos, como pueden ser Santacoloma, Vega-Villar, Hidalgo-Barquero o Albaserrada, por poner algunos ejemplos, apenas entran en los circuitos de las grandes ferias y, si lo hacen, son estoqueadas por espadas muy alejados de los lugares de privilegio.
No obstante, estas vacadas, algunas de gran reconocimiento como Miura, Victorino Martín o Saltillo, gozan de un reputado prestigio entre la afición más exigente. Sin ir más lejos estas ganaderías gozan, a pesar de todo, de buena salud y en la presente temporada se han lidiado animales, a ellas pertenecientes, con magníficos resultados, obteniendo incluso el perdón de sus vidas reses de las ganaderías de Miura en Utrera, caso del nombrado Tahonero, y Victorino Martín con su toro Milhijos en Sanlúcar de Barrameda, lo que viene a demostrar que estas sangres tienen aún vigencia en el toreo, muy a pesar de lo que se pueda pensar sobre su anacronismo en nuestros días, por su comportamiento muy alejado de lo a que nos acostumbra la sangre hoy mayoritaria.
Ciertamente los espadas de turno son los máximos responsables de la marginación de estas castas, representadas en muy pocas ganaderías. Siempre fue así. Es la máxima de los figuras: “Aprende a ser yunque, pero cuando seas martillo, golpea, golpea y golpea”. El torero cuando alcanza la cima, busca lo más favorable para su lucimiento, se les reprocha también con menos riesgo. Es el instinto de conservación inherente a todo ser humano.
En tiempos pasados, Guerrita impuso los Saltillo, que curioso ¿no?, y los Otaolas, en detrimento de otras sangres, como la Navarra. Luego Gallito fue imponiendo todo lo originario de Vistahermosa, pasando los pintorescos y policromos Vazqueños a un segundo plano. Manolete mostró su especial predilección por las ganaderías del campo charro salmantino y más tarde El Cordobés se anunciaba con los criados por Carlos Núñez, un día sí, otro no, y el de en medio también. Son las ventajas de la purpura. Hoy, a las actuales figuras, llamase Ponce, Juli, Rey o Perera se les acusa de los mismos pecados de quienes les precedieron en la cima del toreo.
Pero no solo hay que achacar el arrinconamiento de estas sangres a los toreros de relumbrón. Los criadores, o ganaderos, también tienen mucha culpa en este tema. Antaño, cuando a un ganadero le embestían sus toros y los públicos los demandaban, no tenían objeción alguna en vender animales a otros criadores. Muchas ganaderías en la antigüedad tuvieron su origen en la ganadería de los Duques de Veragua, en Saltillo, o incluso en la misma de Miura.
A fecha de hoy, la familia Domecq ha vendido, al precio que han pedido, a cuantos se han acercado a sus casas, motivo por la que la casta por ellos criada ha tenido mil y una derivaciones, llegando incluso una colaboración con ellas que permite el intercambio de sementales. Mientras, los llamados minoritarios, son ganaderos egoístas que niegan la venta a todo aquel que se acerca a sus casas. Ellos se autoproclaman guardianes de una histórica sangre y afirman que con ellos morirá. Es impensable que haya un intercambio de sementales entre Victorino y su primo Adolfo, aunque haberlos los hubo.
Sería de ciencia ficción que alguien acudiera con éxito a Zahariche para la compra de un raceador de Miura y que su petición fuese atendida, o que nuestro paisano Justo Barba se trajese para la sierra de Espiel un lustroso semental de Prieto de la Cal para refrescar y mejorar su incipiente ganadería. Generosidad por parte de unos y egoísmo por parte de otros. Lo minoritario es minoritario no porque no embista, que también embisten, sino por causas de mercado y competencia.


9/08/2019

LA NECESARIA EVOLUCIÓN Y EL TORERO DE CULTO



Uno de los modelos que está desapareciendo debido al nuevo sistema de la tauromaquia es el del torero de culto, como lo fueron Rafael de Paula y Curro Romero


El toreo vive un momento extremadamente delicado. Urge una renovación, una adaptación a los tiempos en que vivimos, una evolución que supondría, tal vez, su resurgimiento y con ello asegurar su pervivencia. En muchos aspectos el toreo está anquilosado, viciado y anclado en algo que, si no fuera por su grandeza, sería un anacronismo en esta sociedad que nos ha tocado vivir.
Los cambios son siempre traumáticos pero, ya se sabe, renovarse o morir
Tal vez, el hermetismo que rodea todo lo que envuelve el epicentro del mundo taurino esté siendo muy perjudicial para la fiesta en sí.
Ese entramado, que desde dentro maneja los hilos de la fiesta tiene miedo a la apertura a nuevas propuestas válidas para la adaptación deseada, así como de su posterior implantación.

9/01/2019

RECUERDOS DE UNA TARDE DE VERANO (II)



El indulto, hoy tan devaluado, ha sido justo con el animal en la corrida celebrada en Sanlúcar de Barrameda hace unos días tras una faena para recordar del diestro Pepe Moral



El verano sigue inclemente. La cercanía al mar mitiga no obstante el calor. El mercurio no alcanza los registros a los que estamos acostumbrados. Aun así, el bochorno se hace notar, eso sí, de forma distinta. El calor junto al mar es pegajoso, húmedo, también más llevadero, lo que se agradece. La brisa trae desde el mar aroma a gesta. Justo donde el Guadalquivir fenece, entregándose por entero al mar, se palpa el ambiente festivo y vacacional.
Quinientos años de la partida de la expedición, al mando de Magallanes, que circunnavegó por vez primera el planeta. Sanlúcar de Barrameda celebra la efeméride. La empresa que gestiona el coqueto coso del Pino ha querido sumarse a la misma. Ha programado una corrida que ha calificado como magallánica.
En el cartel, tres toreros conocidos en la zona. El jerezano Octavio Chacón, el extremeño afincado en Sanlúcar Emilio de Justo, y cierra la combinación el palaciego Pepe Moral. Los tres espadas se enfrentaran a un encierro de Victorino Martín, quien debuta en la localidad marinera. Un cartel bien rematado para la ocasión. Por todas las calles está presente. Ya sea en escaparates, en grandes paneles o en forma de gallardetes en las grandes avenidas. En España los toros van aparejados a la fiesta, así como la fiesta lo está a la tauromaquia.
La mañana del festejo el coso del Pino es un ir y venir de gentes. Aficionados, profesionales, curiosos. Todos dan vida a la vieja plaza de toros. Unos se asoman a contemplar la alfombra de sal, teñida de una rica variedad policroma, que cubre el albero. Otros, se acercan a ver los Albaserradas que cría el nuevo Victorino Martín. El encierro es parejo. En el tipo de la casa. Sin estridencias. Una corrida con el cuajo y presencia más que suficiente para una plaza de tercera categoría, pero coqueta y bella como la que más. Cárdenos y asaltillados cinco de ellos, otro negro como una pena.
Se enlotan. Siguiendo la tradición se anotan sus números en fino papel de fumar para proceder el sorteo. Una vez terminado, todos se retiran. La suerte está echada. A la hora del festejo, largas colas de espectadores aguardan pasar a la plaza. Puntual y sincronizado con el reloj, el presidente ondea el albo pañuelo sobre el barandal de su palco. El azul dominante de la alfombra de sal es roto por las pisadas de las cuadrillas, que vestidas a la guisa de la época de Magallanes, parten plaza haciendo al paseíllo. Aunque todo es muy colorista, se añoran las sedas, el oro, la plata y el azabache.
Los victorinos resultan como de costumbre. El primero noble sin ser tonto; el segundo, bruto y vendiendo cara su vida; con transmisión y brío el tercero; encastado y bravo el cuarto, un gran toro; y listo con mucha raza el quinto. Ante ellos los espadas han estado más que dignos. Chacón con aire de torero poderoso, ha desorejado a su lote. Emilio de Justo ha cumplido con creces ante el público que lo ha tomado como vecino. Pepe Moral no estuvo acertado con los aceros en su primero. Le queda la segunda carta a jugar. Tuvo suerte, le tocó la mejor.
El único toro negro de la suelta cierra el festejo. Moral lo recibe airoso con el capote. El toro acude franco y con largueza al percal del torero de Los Palacios. Milhijos, que así se llama el de Victorino, pelea bravamente con las cabalgaduras. Dos puyazos a ley que no merman su poder, ni agotan su innata bravura. Galopa raudo tras los capotes de los banderilleros en el segundo tercio. Tocan a muerte.
El hombre y la fiera frente a frente. El animal acude presto al cite del torero. Sigue su muleta arrastrando el hocico por la sal teñida de añil. Los muletazos brotan limpios, largos y templados. El toro no se cansa de embestir tras la pañosa que le ofrece su matador. Moral cambia de mano para el toreo al natural, el de la verdad. El toro acude con más franqueza todavía. Victorino se levanta de su asiento levantando sus brazos al cielo. La faena, obra de arte pese a quien le pese, ha alcanzado el cenit. El éxtasis y la emoción prenden en los espectadores. Se pide la vida para tan bravo animal.
Las lágrimas surcan los rostros de muchos hombres. Se abren paso entre las arrugas de pieles curtidas por la mar. Los ojos brillantes de las mujeres muestran satisfacción y contento. El pañuelo naranja, que color más chillón para algo tan bello como el perdón de la vida, asoma al añejo barandal. Moral continúa toreando a Milhijos a placer, mientras este no se cansa de seguir la tela encarnada. Se simula la estocada y ese toro negro como una pena regresa como un héroe a corrales.
Ha dado lustre a su criador y a la fiesta en sí. El indulto, hoy tan devaluado, ha sido justo con el animal. Ahora solo queda perpetuar su bravura a los hijos que pueda procrear. Su nombre, al parecer, ya lo preconizaba.

RECUERDO DE LAS TARDES DE VERANO



Los toros conocidos como encaste marqués de Domecq, a los que se les atribuye una fuerte personalidad gracias al marqués, encuentran su origen en la cría del ganadero cordobés Antonio García Pedrajas



Mediados de agosto, España está en fiesta. En muchos lugares de nuestra piel de toro las celebraciones no se conciben sin la tauromaquia. El calor estival aprieta, aún así muchos lugareños, también los que retornan en las vacaciones a sus lugares de origen, acuden a la plaza.
El destino, o la casualidad, también que Finito de Córdoba abre el cartel, nos ha llevado hasta Socuéllamos. Estamos en la mitad de la Mancha, la gente va predispuesta a divertirse y la terna, a pesar del pobre juego de los toros, no defrauda. Nuestro Fino salpica con su buen hacer la tarde. Paco Ureña y el local Antonio Linares con su entrega –y sobre todo al atino con los aceros– consiguen salir a hombros. La verdad es que el toreo lo puso, destilado y medido, nuestro paisano.
Los toros no han permitido más, pues los pupilos de Albarreal quisieron, pero no pudieron. Tuvieron nobleza, pero les faltó la chispa que tiene que tener un toro bravo. El compañero de tendido, al verme con cámara de fotos y libreta, comenta en voz alta que el encaste Domecq es una lacra para la fiesta. Le comento que puede ser, y también que no hay encastes, que hay ganaderos.
Curiosamente, los toros de Albarreal tienen un origen que difiere bastante con lo que se conoce como encaste Domecq, aunque fuese el marqués de dicho apellido quien les dio la personalidad que les llevo a ser requeridos por las figuras del toreo en su época dorada.
Curiosamente, si profundizamos en el historial de los toros a los que el marqués de Domecq doto de personalidad, podemos comprobar cómo en su origen un cordobés tuvo mucho que ver en su génesis.
Este criador no fue otro de Antonio García Pedrajas, un ganadero que crió en la provincia de Córdoba un toro de la más pura casta de Vistahermosa, una de las que se tienen por fundacionales de la cabaña de bravo de España, aportándoles tanta personalidad que aún a día de hoy aún se recuerdan como los pedrajeños.
Una vez que el último conde de Vistahermosa se deshizo de la ganadería familiar, parte de su torada acabó en las manos del llamado Barbero de Utrera, llegando ésta tras tener como propietarios a Arias de Saavedra y luego Murube, hasta que llegó a Fernando Parladé. Este último vende un lote de vacas y un toro de nombre Bandolero a Francisco Correa, natural de Guillena, quien los disfruta muy poco tiempo, pues decide enajenarla a Félix Moreno en 1915.
Poco le dura al señor Moreno Ardanuy, quien estaba detrás de adquirir la torada del marqués de Saltillo, dado que en 1918 la vende a Antonio García Pedrajas.
La nueva vacada pasta en el término municipal de Almodovar del Río, concretamente en las fincas Fuenreal y Mesas Altas. Ya en su poder es aumentada con reses provenientes de Gamero Cívico, de igual origen vistahermoseño, presentándose en la capital de España el día 31 de mayo de 1925.
Al fallecimiento del propietario, así como al de su hijo, la ganadería es heredada por sus tres hijas Magdalena, Marina y María, García Natera, quedando finalmente como única titular la primera, que compró su parte a Marina. María vendió la suya a Isaías y Tulio Vázquez, cuyos herederos aún la conservan.
La parte de Magdalena, quien la disfrutó hasta 1946, fue vendida a Salvador Noguera, que al poco tiempo la vende a Salvador Guardiola Fantoni, responsable de su registro en la unión de criadores a nombre de su esposa, María Luisa Domínguez Pérez de Vargas.
Antes de su fallecimiento, Antonio García Pedrajas había vendido un lote de reses a los hermanos Mora Figueroa, quienes la aumentaron con otras del Conde de la Corte y de Juan Pedro Domecq Nuñez de Villavicencio.
Estas terminaron en manos de Salvador Noguera, y en 1951 la transfiere al marqués de Domecq, quien configura, a través de una ardua y escrupulosa selección, un tipo de toro que ha dado un juego muy del gusto de profesionales y públicos durante muchos años. Hoy, la sangre que modelara el marqués está en vías de extinción, ya que pocas son las ganaderías que la conservan.
Aun así, no hay que olvidar que en esta sangre tan singular tuvo una particular influencia un reputado ganadero cordobés que se llamo Antonio García Pedrajas.


LA CIMA, LA SIMA Y LA ETERNA ESPERA



Córdoba vive de su pasado, dorado y grande por cierto, pero que mira poco por su futuro

Siempre es crítica consigo misma y recela de todo aquello que puede aportar aire fresco

Continúa Córdoba sin perder un ápice de su singular personalidad. La ciudad, el pueblo como la nombró Baroja, es apática por naturaleza. Siempre permanece indiferente ante todo lo que en ella acontece. Ya lo dejó escrito el escritor donostiarra en su novela La feria de los discretos, cuya acción transcurre en Córdoba y que describe esa personalidad de la ciudad, prácticamente inalterada desde que su autor la concibiera hace un siglo. Esto no está muerto; Córdoba es un pueblo que duerme, afirma Baroja en las últimas páginas de su novela. Todos, especialmente muchos cordobeses, esperamos que algún día se despierte de una vez y se sacuda esta galbana que viene arrastrando de manera tradicional.

En lo taurino, Córdoba es igual. Vive de su pasado, dorado y grande por cierto, pero que mira poco por su futuro. Siempre es crítica consigo misma y recela de todo aquello que puede aportar alguna corriente de aire fresco. Mientras tanto, la Córdoba taurina las ve venir. No lucha por su futuro, solo espera algo extraordinario que la saque del ostracismo y habitual desidia. Lo malo es que Córdoba está acostumbrada a la gloría. No se conforma con término medio. O se está en la cima o en la sima de la indiferencia. Tal vez por ello prefiera vivir de las añoranzas de la elegancia lagartijística, del absolutismo guerrista, de la raza de Machaquito, del estoicismo de Manolete e incluso de la revolución cordobesista.
A fecha de hoy, el panorama es triste. El coso de los Califas continúa sin albergar un mísero espectáculo taurino. Es ahora cuando se añoran las novilladas nocturnas a la luz de la luna y bajo las estrella más que nunca. Las clases prácticas de las escuelas han acabado con ellas, y no es que estos festejos sean censurables, sobre todo porque sirven para que los alumnos de las escuelas taurinas den sus primeros pasos.
¿Pero qué ocurre cuando muchos de ellos las abandonan? La respuesta es sencilla. Se quedan en casa. Las llamadas clases prácticas han ocupado en muchas ocasiones el lugar de las novilladas sin picadores, su organización es menos laboriosa administrativamente y económicamente resultan mucho más baratas, por lo que muchas empresas y ayuntamientos optan por ellas en detrimento de las novilladas sin picar.No solo es esa añoranza de los festejos menores.
La Córdoba taurina está, como dijo Baroja, dormida. Tal vez espera un nuevo estandarte que ondear. El último al que se agarro fue cuando irrumpió, y con qué fuerza, Finito de Córdoba. Fue la última época en que la afición cordobesa despertó de su habitual letargo, llenando el coso de Los Califas en varias ocasiones y entregándose a un torero al que idolatró hasta unos límites insospechados. Hoy, con el torero aún en activo, Córdoba ha optado por volver a su habitual apatía.
Es lo más fácil para ella, aún cuando el torero continúa deleitando al público con su elegancia y sus formas toreras de sabor añejo, ante la medianía, salvo contadas excepciones, del escalafón actual. Si Córdoba fuese de otra manera, Finito de Córdoba sería un torero de culto al que seguiría como lo siguió en los años dorados, pero tristemente no es así.
El último movimiento que pareció mover a Córdoba, fue la concentración que convocó el Circulo Taurino en la plaza de toros para reivindicar la defensa de la fiesta de los toros. Cierto es que fue numeroso público el que allí se congregó, pero todo mucho tememos, que ha quedado en agua de borrajas. Solo cabe esperar, como es costumbre. Saber qué empresa regentará el año que viene el coso califal y sobre todo saber si vienen de verdad a trabajar para recuperar algo que yalanguidece demasiado, o solo convertirse en otra ave de paso, que cave un poco más la fosa.
Por lo pronto nos queda la provincia. Villanueva de Córdoba celebró su tradicional corrida, donde la Córdoba taurina capitalina no respondió como debiera, pese a que se anunció el último estandarte que enarbolo. Priego de Córdoba y Pozoblanco también han dado a conocer sus carteles. El de Cabra y Lucena, donde algo se programará, están al caer. Mientras la vida sigue. Córdoba continúa a la espera. Siempre dormida ¿despertará algún día?