El
toro es un material vivo para la creación de una efímera obra de arte.
Generalmente los artistas cuentan con otro tipo de material, inerte, sobre el
que crean con su talento, en la mayoría de las ocasiones sin necesitar hacer un
esfuerzo para adaptarse a él. Con el toro todo es distinto. El lidiador tiene
que acomodarse al comportamiento del astado, o más bien, ir moldeando un
comportamiento, en muchas ocasiones heterogéneo, para la creación de un trasteo
plástico y estético. El toreo siempre fue eso. Hacer que la inteligencia humana
siempre fuese dominadora de la fuerza bruta de un animal rústico y salvaje.
Viene esta reflexión por lo visto ayer en el coso califal. El
toro siempre tiene un comportamiento, aunque hoy tiende a ser muy similar,
distinto entre sí. No hay dos toros exactamente iguales por mucho que sea su
parecido. Es por lo que se puede afirmar que cada animal tiene su lidia y cada
lidia tiene su toro. Por mucho que se pretenda el torero tiene que adaptarse al
toro que tiene en frente. ¿Qué pasa cuando está máxima falla? Pues que todo
queda a medias, inconcluso, sin terminar y sin rematar. Queda la obra de arte
sólo esbozada y en algunas ocasiones emborronada.
En la tarde de ayer en Córdoba hubo toros que pidieron algo
distinto a lo que se le ofreció, pues se le hizo algo preconcebido de antemano
y no lo que pedían durante el tiempo que permanecieron en el ruedo. Por ello,
quedó la duda de qué hubiera pasado si los espadas hubiesen atendido los
requerimientos de sus oponentes.
Sin lugar a dudas quien mejor entendió lo expuesto fue el
linarense Curro Díaz. Un torero que se presentaba en Córdoba y que venía
precedido con la vitola de realizar un toreo plástico y de estética. Curro Díaz
comprendió a la perfección al que hizo quinto. Un toro, al que no pudo torear
de capote, pero que supo con la franela en darle aire y tiempos muertos para
cuajar un trasteo de gran plasticidad y belleza. No fue una labor compacta,
pero como ha quedado dicho, tuvo momentos que calaron en el público. Los
derechazos resultaron rotundos, con el cuerpo encajado, vertical, acompañando
con la cintura las embestidas, rematando todo con pases de pecho o sentidos e
inspirados muletazos por bajo. Al natural el toreo de Díaz tuvo la misma
virtud. Naturales largos, con mucho sabor y aderezados con la peculiar torería
de los espadas calificados como artistas. Labor, la de Díaz, muy bella y cuya
mayor virtud fue saber adaptarse al toro que tenía enfrente. Antes de conseguir
una eficaz estocada el torero se adornó con bonitos muletazos por bajo con
algún trincherazo suelto de lujo.
Poco pudo hacer Curro Díaz en su primero. Sólo un recibo
voluntarioso con el capote, en el que destacó algún lance a la verónica suelto
y poco más. Con la muleta se estrelló con un animal parado, soso y muy bajo de
casta. Lo intentó, pero desistió tras no alcanzar el lucimiento esperado.
Se esperaba al renovado Ferrera, pero por Los Califas se vio
al torero de antes de su eclosión de la campaña pasada. En su disculpa el estar
convaleciente, lo que le impidió calarse la montera, de una intervención, pero
lo cierto es que su labor no brilló como se esperaba. Sobre todo tras su paso,
donde se convirtió en triunfador, de la pasada feria sevillana.
El extremeño se topó con un primer toro que duró poco. Quedó
inédito con el percal, donde el animal desarrolló mucha brusquedad. Banderilleó
con muchas facultades pero sin mucho ajuste. La faena de muleta resultó un
querer y no poder. Lo intentó por todos los medios, pero el material no fue el
propicio. Sí tuvo sin embargo material en su segundo. Lo capoteo de forma
vibrante, pero carente de fondo. Banderilleó con su peculiar estilo, donde tras
clavar afea mucho la salida con un horrible salto a destiempo. Brindó el
trasteo de muleta a Manuel Benítez El
Cordobés, un trasteo en el que posiblemente equivocara distancias ahogando
la noble embestida de su oponente. El animal pedía cites con más espacios y
tiempo entre tanda y tanda. El afán por gustar hizo que Ferrera estuviese
acelerado y no terminando de cuajar una faena compacta. Fue cogido sin
consecuencias precisamente por eso, por no perder un paso entre muletazo y
muletazo; se empeñó en un toreo de cercanías cuando de seguro, el toro con más
sitio hubiese desarrollado mejor sus embestidas, pues el animal tenía buen
fondo.
Reaparecía Jiménez Fortes tras su cogida en Madrid. El
malagueño tiene por estandarte un valor temerario. Su toreo se basa
precisamente en ese valor, pero el toreo son muchas más cosas. Jiménez Fortes
quiere ser torero a toda costa. Quiere ser figura y gente en esto, pero en
ocasiones no termina de comprender lo que le ofrecen los toros que tiene
enfrente. Bien en su primero, en su línea. Ni un reproche, sólo que el valor no
es todo. Rápidamente busca el terreno donde se encuentra a gusto, pero en
ocasiones, como en la tarde de ayer, el toro le pide otra cosa. Correcto en los
lances de recibo a su primero, equivocó luego las distancias en el tercio de
muerte, cuajando un trasteo de más a menos por buscar ese terreno donde se
encuentra tan a gusto. Se estrelló con un sexto, que hizo sobrero, con un
peligro sordo, estando solvente y en su linea de torero valiente no perdiendo
crédito.
FICHA
Ganadería: Seis toros de González
Sánchez-Dalp, bien presentados pero desiguales en el juego. Parados y sosos los
jugados en primer y segundo lugar; el tercero de más a menos; el sexto, lidiado
como sobrero, bronco y a la defensiva. Los mejores los corridos en cuarto y
quinto lugar. Nobles y con calidad. TOREROS: Antonio Ferrera, de negro y oro. Silencio y vuelta
tras aviso. Curro Díaz, de rosa y oro. Ovación con saludos
y oreja. Jiménez Fortes, de azul marino y oro. Ovación tras
aviso y silencio tras aviso. INCIDENCIAS: Plaza
de toros de los Califas. Corrida de toros. Cuarta de abono de la Feria de
Nuestra Señora de la Salud. Un cuarto de plaza en tarde primaveral. Se guardo
un minuto de silencio por el fallecimiento del antiguo conserje de la plaza
Francisco Llamas.
El Día de Córdoba
31/05/2014