5/19/2013

TALAVANTE DESNUDA LAS CARENCIAS DEL TORERO MODERNO.



Desde que se anunció levantó una expectación inusitada. Torero apoderado por uno de los componentes de la empresa de Madrid, el gesto de Talavante de matar seis toros de Victorino Martin, durante el ciclo isidril se presentó como una epopeya digna de cualquier dramaturgo griego. Publicidad en los medios, anuncio televisivo bajo la dirección de Agustín Díaz Yanes, tentaderos de vacas en la finca donde pastan los de Galapagar y mucho bombo para crear ambiente, en una corrida que puso el cartel de “no hay billetes” a pesar de su retransmisión por el canal de pago, desde donde el Fenicio Molés mueve los hilos de mucho de lo que ocurre en el que llamó “planeta toro”.

Todo estaba dispuesto para algo único, magno e irrepetible. El suceso de la temporada se dijo, pero nadie, absolutamente nadie, se había dado cuenta de una cosa. El toro no es un material inerte para la creación de una obra de arte. El toro es un ser vivo, con un comportamiento y unas características distintas entre cada uno de los que conforman su especie. El toro no es un lienzo, siempre blanco, donde un pintor ejerce su creación, o un trozo de mármol de Carrara para esculpir el rostro de una Madonna. Los toros son diversos, variados y heterogéneos entre sí. No a todos se les puede tratar por igual, porque el guión preestablecido puede caer como un castillo de naipes.

Talavante se empeño en un planteamiento similar al que emplea tarde tras tarde ante el toro usual de hoy. No tuvo en cuenta que el “albaserrada”, a pesar de sus pecados que también los tuvo, es distinto a lo que se enfrenta de forma habitual con ejemplares de otras ganaderías, cuya sangre es prácticamente la misma. Talavante mostró los pecados del torero moderno. Corto, no ya de repertorio sino de recursos, anduvo a la deriva toro tras toro. Nulo en la dirección de lidia, inhibido, ausente y desbordado. No supo, o no pudo, sacar más de unos toros, que sin ser a los que nos tiene acostumbrados el de Galapagar, posiblemente tuvieran más dentro de lo que nos enseñaron. Fracasó el torero y fracasó el planteamiento previo a un festejo que mostró al desnudo los pecados de las llamadas figuras de hoy. Su falta de variedad, recursos y lo que es mucho peor de oficio. Ya lo mostró Manzanares en Sevilla a pesar del empujón final y ayer Talavante en Las Ventas. La lidia no es torear componiendo estéticamente la figura. Torear es otra cosa. Es hacer ir al toro por donde no quiere imponiendo la razón siempre ante su brutalidad animal, resolviendo los teoremas sobre la marcha y no traer las faenas preconcebidas de su casa.

Pero los toros también tienen que ser un material propicio para la creación. La corrida de Victorino también tiene mucho en el debe sobre el fracaso del evento. Muy por debajo en presentación de lo que debe de ser un “albaserrada” para Madrid, de comportamiento soso y lo que es peor, muy uniformes, sin esa variedad de comportamiento a la que antaño nos tenían acostumbrados. Victorino no debe de confundirse. Siempre fue, y la gloria le llegó siendo, un ganadero de reses bravas. Hoy se ha convertido en una fábrica de criar toros que luego lidia en cualquier sitio. Mejor cinco corridas de las de antes, que doce de las de ahora y donde se presta a los intereses de las figuras cuando se lo requieren, pues en la elección de los toros de ayer mucho tuvieron que ver los veedores y entorno del torero, que Victorino Martín mismo.

Foto: ABC

1 comentario:

franmmartin dijo...

Podía ser conveniente que a los figurones modernos del toreo, que en general no saben de viajar en los topes de los trenes,ni de tapias en los cortijos, ni de valles de terrores,les hicieran de vez en cuando una reválida con Toros.
Posiblemente se ahorrarían dejar expuestas a la mofa y a la befa,sus carencias taurómacas y la falsedad de ser considerados figuras.
Si en el mundo de los toros imperase el sentido común, el amor por la Fiesta y por su difusión, y la justicia,posiblemente el escalafón empezaría de otra manera ,los ganaderos mandarían en sus ganaderías,los Fenicios se encontraría en los libros de Historia,los taurinos en donde proceda y los aficionados llenando las Plazas presenciando gestas a diario, porque esa es la fuerza del toreo y no pachangas publicitadas hasta la ridiculez con menos contenido que un tarrito de Chanel 5 ,que es a lo que se huele en las barreras y contrabarreras en dias de gestas.