El día amanece gris. Sobre el suelo está patente la pátina brillante que ocasiona de la lluvia.
En las hojas de la yedra, que hay en el patio exterior, las gotas caen de forma
despaciosa desde el cielo de tono cárdeno. El ambiente invita a quedarse al
calor del hogar. Todo es propicio a reflexionar y pensar el motivo de las cosas
que nos rodean. Confieso que últimamente de doy muchas vueltas a la cabeza. A
estas alturas de la vida me hago muchas preguntas. Será la madurez, o que va
uno para viejo, pero trato de buscar explicaciones a muchas cosas que he
defendido a capa y espada.
La fiesta de los toros es una de mis pasiones. Me la
inculcaron desde pequeño como algo grandioso. Un acto en el que se enfrentan un
hombre, con su conocimiento, y un animal salvaje como el toro, con poder y
fuerza bruta. Un ritual donde la muerte siempre está presente. Una liturgia donde
el tótem sagrado es el animal y el hombre el oficiante. Un ceremonial donde el
hombre puede perder la vida. Así me lo inculcaron y así lo he entendido.
Hoy defender la hegemonía del toro está mal vista. Si se
habla solo del toro, de su evolución, de su diversidad, de su poder, de su
historia, o de su puesta en valor verdadero, los mismos que se dicen taurinos
te miran por encima del hombro. Para ellos eres un integrista, un talibán, un
ser que desea una fiesta trágica y sangrienta. La fiesta de hoy es una fiesta
amable, una fiesta donde el hombre utiliza su inteligencia, y no ante el toro,
para medrar y vilipendiar la esencia de la fiesta misma. Hoy se 'torea' más en
los despachos y entre bastidores que en el ruedo. Los trust empresariales
manejan el mundo del toro en un sistema egoísta e injusto, eso sí, pensado para
obtener pingües beneficios exponiendo muy poco.
Muestra de todo lo escrito no es otra que la que hay liada en
la organización de las primeras ferias del año. En Valencia y Castellón se ha
castigado a los triunfadores de la temporada pasada y se ha premiado a los de
siempre. Incluso se ha maltratado a un ganadero serio e integro como Fernando
Cuadri. Por Sevilla también pintan bastos y de los gordos. Tras el boicot del
pasado año por parte del denominado G-5, a saber Morante, El Juli, Talavante,
Perera y Manzanares, este año las aguas siguen revueltas puesto que solo el
torero de Alicante está contratado para el ferial abrileño. Los demás siguen en
sus trece. Esta semana Morante se descolgaba de los carteles argumentando que
la empresa no es digna de regentar una plaza como la Maestranza sevillana.
El caso tiene muchas lecturas. Personalmente me inclino por
la expuesta por Vicente Zabala de la Serna y Carlos Crivell en las páginas del
diario El Mundo. Parece que un magnate allende de los mares, que curiosamente
apodera a Morante, y que a base de golpe de talón pretende regentar la coqueta
plaza sita en el Arenal sevillano.
Ya maneja parte del toreo en su país y ha desembarcado en
España para tratar de ser amo y señor de la fiesta de los toros. Primero
adquirió una ganadería de renombre, aunque pasara un mal momento, como es
Zalduendo. Luego le compró a Litri hijo su finca para que sirviera de predios a
la torada adquirida. Más tarde sorprendió pujando y haciendose con los destinos
de una plaza de primera categoria, eso si sumida en las profundidades como es
Córdoba. Y por último se unió a un avispado empresario francés y a otro
español, para formar una autodenominada Fusión Internacional por la Tauromaquia
(FIT) para potenciar la fiesta de los toros en toda su extensión.
Su propósito no es otro que organizar el toreo a su antojo y
beneficio, regentando plazas y apoderando toreros tanto de aquí como de allá, teniendo
sus miras en hacerse con la gestión de las Ventas y la México a medio plazo.
No me gustan estos salvadores del toreo que fundamentan todo
en su poder económico. No me gusta tampoco como está el toreo en el país de
donde viene este señor, si la España taurina está viciada, que decir de la
mexicana donde el toro importa cada vez menos. Y me gusta aún menos porque
estos señores son los encargados de administrar la plaza de mi tierra, a la que
otro salva patrias allende de la mar océana dejó sumida en el barro.
No quiero ser pesimista pero esto cada vez tiene peor color.
Un color plomizo como el del cielo de hoy. Por eso prefiero seguir soñando con
toros de verdad, de los que dan emoción y fuerza a la fiesta. En toros que
vendan cara su vida y que su sangre brava sea tan heterogénea como fue en
tiempos pasados. Y por supuesto que haya toreros y hombre capaces de
enfrentarse a ellos. Si el sueño se hiciese realidad tendríamos fiesta de toros
para siempre.
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