Hace ahora casi seis
años, concretamente el 28 de julio de 2010, cuando el Parlamento catalán votó,
eso sí, por un escaso margen, la prohibición de las corridas de toros en dicha
Comunidad y con ello la historia taurina de más de dos siglos de brillantez y
esplendor. Una historia que pintores, escultores, novelistas, y muchos más,
artistas y cineastas, dejaron constancia en los anales de nuestra querida
España.
Año 2016. Creo que los
festejos taurinos están cada vez más atacados y perseguidos por los
antitaurinos, porque cada vez son menos comprendidos. Vaya por delante que
posiblemente sólo haya un ¿argumento? en contra de las corridas de toros, y es
la sensibilidad. Pero, los que están
en contra de éste espectáculo deben de saber que los aficionados compartimos
ese sentimiento. Y cuando pongo en duda lo de “argumento”, es porque pienso que
la sensibilidad, más allá de
argumento es una razón.
Pero, extrapolemos
éste argumento a otras posibles sensibilidades. La pesca con caña. El
espectáculo de un pez atrapado en el sedal de un pescador es una cuestión de
sensibilidad, pero no por ello he considerado al pescador como un insensible y
un sádico que disfruta con la muerte de ese animal, independientemente de que
vamos a obviar el arraigo tanto antropológico como ético y estético con
respecto a las corridas de toros.
Actual y
desgraciadamente, abunda la moda un tanto oportunista, y pienso que poco
naturalista, muy victimista y compasiva de la realidad de las corridas de
toros. ¡Es totalmente falso, el que estemos hablando de un espectáculo donde la
barbarie llegue al punto de cebarse con unos pobres animales torturados para el
disfrute público de algunos!. Si a esto añadimos las campañas antitaurinas, basadas
en imágenes impactantes, con eslogan como, ¡tortura!, y en ocasiones
terminologías muy fuera de lugar, como, ¡sádicos!, podemos calibrar el alcance
de estos argumentos, infundamentados y totalmente simplistas.
Etimológicamente, tortura significa “hacer sufrir a un ser
indefenso, ya sea por puro placer o para obtener algún beneficio como
prestación a ese sufrimiento”. Pero:
1º- El objetivo de la
lidia no es el hacer sufrir al toro. En eso imagino que estaremos todos de
acuerdo, taurinos y antitaurinos.
2º- Si el toro,
realmente fuera torturado o se sintiera indefenso, o simplemente no estuviera
predispuesto para la lucha, huiría. Y en ello, podemos ver casos prácticos de
ganaderos que tientan en el campo abierto, como Prieto de la Cal, que cuando un
becerro no desea luchar, huye, reniega y no acomete, es mansurrón, pues no se
le fuerza. Se le respeta y no se le prepara para la lidia.
3º- El toro pelea. El
sentido de la lidia es la acometividad, la manara de embestir, atacar y
defenderse. Su combatividad.
4º- Es evidente el
inmenso riesgo del torero, que se juega la vida.
Son tantísimos los
argumentos… historia, tradición, diversidad y cultura, valores estéticos, sociabilidad,
arte, belleza, economía, ecosistema, y, ¡por supuesto!: TRAGEDIA y EMOCIÓN.
Ya, pare terminar, no
por falta de argumentos, sino de espacio en el periódico, me remito a una frase
de Francis Wolff: “ Más vale quedarse con tolerancia
hacia las opiniones, respeto a
las sensibilidades y libertad para
hacer todo lo que no atente contra la dignidad de las personas”.
José
Luis Prieto Garrido
Veterinario
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