Rafael Molina Martínez y Manuel Rodríguez alternaron mano a mano en la corrida que cerró el ciclo de San Fermín del año 1908.
Julio debe ser un mes netamente
manoletista. La alargada sombra del monstruo de Córdoba se alarga cada verano.
Tristemente es el mes de agosto, cuando encontró su fatal destino en lugar del
julio en que vio la luz, cuando su imagen se vuelve a hacer presente. En este
año en que se está conmemorando el centenario de su nacimiento, los actos en su
recuerdo no cesan. Y es que Manolete continúa muy presente en la memoria no
solo de los aficionados a los toros, sino también de mucha gente que se siente
atraída por la enigmática figura de uno de los mitos españoles del siglo XX.
El icono manoletista trasciende
más allá del panorama netamente taurino. Tanto es así que al recordar a
Manolete, la figura de su madre, doña Angustias, siempre aparece de forma
nítida y presente. Mujer a la que tocó afrontar un difícil destino y que
siempre estuvo unido al toreo. Se casó con una de las promesas del toreo
cordobés, Rafael Molina Martínez, Lagartijo Chico en los carteles, al que una
enfermedad incurable en la época truncó su carrera taurina y también la vida,
pues el joven Lagartijo falleció en 1910 cuando le faltaban pocos meses para
cumplir los 30 años. Doña Angustias, viuda y con dos hijas, Dolores y
Angustias, contrae segundas nupcias con otro torero, Manuel Rodríguez, Manolete
en los carteles, de cuyo matrimonio nació el recordado Manuel Rodríguez
Sánchez, quien también se anunció como Manolete, Califa del toreo cordobés.
Lo que muchos pueden ignorar es
que Lagartijo Chico y el primer Manolete alternaron juntos en los carteles. Sin
ir más lejos, esta semana se han cumplido años de una de sus actuaciones: los
dos maridos de doña Angustias alternaron mano a mano en la corrida que cerró el
ciclo de San Fermín de 1908, por cierto el último año en que Lagartijo Chico se
enfundó el traje de luces, ya aquejado de la tuberculosis que acabó con su
vida.
Rafael Molina Martínez "Lagartijo-chico" |
Los sanfermines de la época eran
muy distintos a los de hoy. Era una fiesta antes de que Hemingway, don Ernesto
como lo conocían en ambientes taurinos, la hiciera internacional y poco a poco
fuese perdiendo su tradicional esencia. Hoy es conocida a nivel mundial, son
muchos los foráneos que vienen atraídos por su secular tradición, pero también
la masificación nubla el verdadero sentir de los navarros, que ven cómo poco a
poco su fiesta se les escurre entre los dedos.
Aquel año de 1908 las corridas
sanfermineras tenían un neto sabor cordobés. A los nombrados Lagartijo Chico y
Manolete se unía el nombre de Machaquito, en los años dorados de su carrera,
quienes, acompañados de Vicente Pastor y Bombita III, serían los encargados de
actuar en las tardes festivas, ante toros de Murube, Palha, Guadalest, Espoz y
Mina, Lizaso y Zalduendo.
Manuel Rodríguez "Manolete" (padre) |
El día 12 se anunciaban dos de
los espadas cordobeses. Lagartijo Chico y Manolete actuarían mano a mano ante
toros de la tierra, tres con el hierro de Zalduendo y otros tres con el pial de
Lizaso. Aquel festejo sirvió para que Pamplona rindiese homenaje a uno de sus
hijos más celebres, el violinista Pablo Sarasate, quien presidió el festejo
acompañado del gobernador civil y del alcalde de la ciudad. El público llenó el
coso pamplonés y los dos toreros paisanos partieron plaza. Lagartijo Chico
cuajó una meritoria faena ante el primero de la tarde, de Zalduendo y que tomo
cinco varas de la época, siendo muy ovacionado cuando lo finiquitó de estocada
y descabello. No lució mucho Manolete (padre) en el segundo de la tarde, un
animal, según El Eco de Navarra, manso y acobardado que no le permitió
lucimiento alguno, y que unido al mal uso de los aceros hizo que el público
pitase al matador. Volvió a lucir Lagartijo Chico con el tercero. Faena de
mérito y certera estocada que le sirvieron para obtener una cerrada ovación de
todos los asistentes. No lució, según la prensa de la época, Manolete en el
segundo de su lote; desconfiado con muleta y desacertado con la espada vio cómo
el público se enfadó con su labor. Lagartijo Chico en el último de su lote, muy
molestado por el viento y tal vez con los primeros síntomas de la enfermedad,
solo pudo lucir en banderillas y poco más, pues tampoco estuvo acertado en la suerte
suprema. El tercero de Manolete fue devuelto por saltar a la arena con un pitón
partido y con el sobrero tampoco destacó el novel espada, que se sacó la espina
en el toro de gracia, regalado por el presidente Sarasate a petición popular,
cuando cuajó una de las mejores faenas de su carrera, aunque Fulanez, quien
firma la crónica, afirma que más debido a la condición del toro y a su valor
espartano.
Lagartijo Chico dejó de actuar
ese mismo año aquejado de la enfermedad que le llevó a la muerte. El resto de
la historia ya es conocida. Su viuda casó con su compañero de aquella tarde
pamplonesa y nueve años después el mito se hizo carne en una casa de la calle
Torres Cabrera de Córdoba.
El Día de Córdoba (16/07/2017)
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