El toro es el pilar
sobre el que se fundamenta la fiesta. Cuando falla es obvio que la fiesta se
derrumba. Hoy se han cambiado los criterios selectivos en la cabaña brava. No
hay que olvidar que la lidia cuenta con tres tercios o actos. A saber, el
primero de varas, el segundo de banderillas y el tercero de muerte. El toro
debe de ser seleccionado para la fiesta en sus tres partes. El toro de hoy, los
‘cuvillos’ de Córdoba por ejemplo, es seleccionado únicamente para el tercio final
y con el solo objetivo de buscar el lucimiento del espada de turno. El concepto
puede ser válido pues los tiempos cambian, pero hay que admitir, que se está
cercenando a la lidia de una parte de su liturgia. También hay que contar que las
características que más se buscan son: nobleza, nobleza y nobleza, porque el
toro pierde su carácter fundamental, que no es otro que su capacidad para
combatir en todos los tercios de la lidia. En Córdoba falló el toro. Falló
estrepitosamente. Cuvillo, el ganadero más deseado por el escalafón, echó un
buen borrón. La corrida fue un desierto, un pedregal. Seca y árida. Hay que
cambiar la selección buscando un toro que dé el dinamismo y frescura que hoy
hace falta a la fiesta.
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