Terminó la feria de mayo.
Córdoba trata de recuperar la serenidad. Tras una semana de celebraciones la ciudad se despereza. Sus
gentes caminan por sus calles cansinamente. El cansancio se acusa, tanto en el
físico, como en el bolsillo. Es hora de la vuelta a la normalidad, a lo
cotidiano, a los problemas de cada día que en estos tiempos se acrecientan, y
sobre todo a volver a ser nosotros mismos. Con nuestros defectos y también con
nuestras virtudes. Córdoba se sacude una semana de fiesta que ha servido para
que la ciudad parezca despierta y viva, pero sobre todo, para hacer olvidar
nuestros problemas, pero finalmente todo no ha sido nada más que un espejismo.
Todo vuelve a ser lo que era. La cruda realidad se vuelve a vivir, es algo
inherente a la vida. Lo otro, la feria o la fiesta, como todo lo efímero, pasa
de largo.
El eje que une Tendillas con
la plaza de la Corredera, lugar con reminiscencias taurinas de las que aún
sobrevive la calle Toril, ha perdido el trasiego de días atrás. Las gentes de
la tierra, y las foráneas también, hace unos días caminaban presurosos al
Arenal. Hoy lo recorren algunas amas de casa hasta el mercado central, así como
visitantes ávidos de contemplar la única plaza porticada de Andalucía. La Corredera conserva la fisonomía de su gran
última reforma, eso sí, invadida por veladores de bares y una horrenda
concepción de granito combinada con unas anacrónicas farolas, culmen todo del
mal gusto de los “artistas” de hoy. Pero ahí continúa. Testigo mudo y marco de
fiestas de cañas y toros, de autos de fe, de ejecuciones y de otros muchos más
acontecimientos que marcaron el desarrollo e historia de una ciudad como
Córdoba.
La concepción de la plaza se
debe a dos nombres. El del corregidor Ronquillo Briceño y al del arquitecto
castellano Antonio Ramos Valdés. Este último concibió, por orden del primero,
un espacio rectangular con balconadas en las casas que lo conforman. Todas a
excepción del palacio del propio corregidor, obra manierista, y la llamada casa
de Doña Jacinta, señora esta que los tenía que tener muy bien puestos, y que se
opuso a que su casa fuera demolida para adecuarla al proyecto del arquitecto
Ramos Valdés consiguiendo incluso una real cédula de Carlos II que finalmente
impidió la ejecución de la idea del corregidor.
En el antiguo palacio del corregidor se ubica
hoy el mercado central. De allí salgo tras comprar un poco de pescado fresco
para freír con el aceite de la tierra. Al llegar a la altura del llamado Arco
Alto, me encuentro a Rafael que toma presuroso la Espartería camino de
cualquier taberna, pues es la hora de la tradicional copa del mediodía.
-Rafael, buen hombre, ¿Dónde
va usted tan ligero?
- Hombre, amigo mío. ¿Dónde
cree osté que me dirijo a estas horas?
- Pregunta estúpida por mi
parte. Venga le acompaño que llevamos la misma ruta y antes de entrar a mi casa
me tomo una copa con usted y le convido.
Rafael sonríe. Le ha hecho
gracia que me autodefina estúpido. Es su sorna, su particular humor. Lo veo con
un aspecto inmejorable. Impecablemente vestido, como siempre, y con fuerza pues
sube la cuesta de la Espartería a una velocidad de vértigo a pesar de sus
ochenta y tantos años.
-
Rafael ¿ha ido usted a la feria?
Rafael calla por un momento.
Pero rápidamente me pregunta él a mí.
-
¿A la feria? ¿O a los toros? Porque a la feria desde
que se la llevaron de la Victoria al Arenal no he ido. Pero a los toros sí que
he ido. Solo falte el día de los caballos, que como bien sabe osté cada vez me gusta menos ver a los
toros “mutilaos” y encima humillaos con esas esibisiones de doma ecuestre.
Tras coronar la Espartería,
como si fuera el mítico Angliru, tomamos Claudio Marcelo hasta llegar a la
esquina con la calle María Cristina, donde nos sentamos en la terraza de la
clásica taberna El Gallo. Pido dos medios de vino y un platillo de aceitunas.
-
Bueno Rafael y que le ha parecido la feria taurina, que
a la otra ya me ha dicho usted que no va.
-
La feria ha tenio
cosas buenas y cosas malas. Las buenas, que se han visto cosas que no las
volveremos a ver, como las faenas de Morante de la Puebla, el toreraso que es José Luis Moreno y que a
la afisión cordobesa a poco que se la
cuide responde. Lo malo es que el toro cada vez importa menos a todos y eso es
un error. El toro es lo más importante de la fiesta.
-
La verdad es que si Rafael. El toro, aunque se ha
subido un punto en su presentación, ha estado por debajo de lo que debe ser
para una plaza como Córdoba.
-
Bueno, quisá
en presentación ha estado más o menos correzto.
Pero en comportamiento, ay, el comportamiento. El toro debe de ser un animal
con fieresa, no estos que han salido
de toriles como si estuvieran amaestraos.
Que en el primer tersio ya asoman la
lengua y da pena de verlos. ¡Coño, si parese
que salen del chiquero hasta picaos!
-
Bueno al menos este año la cosa ha tenido cosas
positivas Rafael, hay que mirar siempre lo bueno.
-
Bueno, bueno, pero hasta que no salga un toro fiero
todo tendrá menos importansia o quisá ninguna.
-
En fin Rafael, que para usted el único toro ha sido el
del cartel ¿me equivoco o no?
-
Como lo sabe osté.
Eso sí que era un toro. Un toro de los de antes. Por sierto ¿conose osté su
historia?
-
El toro “Indiano” de la ganadería de Rafael José
Barbero y estoqueado por Lagartijo el Grande en Zaragoza.
-
Ozú, está osté bien enterao de too.
El toro "Indiano" de la ganadería de Barbero |
Nos reímos con ganas. A Rafael
le hace gracia que sepa la historia del toro que ha figurado en los carteles de
la feria de Córdoba de este año. La verdad es que cuando escribí para “El Día
de Córdoba” el artículo sobre la presentación de la feria taurina, estuve
investigando sobre el toro en cuestión y eso Rafael obviamente lo desconocía.
Rafael se queda muy serio. De pronto, y tras beber un trago de vino, me dice:
-
¿Conosé osté por casualidad los orígenes de la
ganadería de los Barbero?
-
Algo he leído, pero mejor cuente usted que es más de la
época.
Rafael cambia el gesto. Se
queda muy serio y me dice entre bromas y veras:
-
¿Me está disiendo
osté viejo?
-
No se lo tome usted a mal hombre.
Rafael se ríe con ganas.
-
Hombre, a mal no lo tomo. Soy un ansiano pero viejo todavía no, amigo mío.
-
Pues cuénteme la historia de la vacada de Barbero que
para eso es usted un anciano.
Toma otro sorbo de vino. Toma
una aceituna y tras comerla despaciosamente comienza su relato.
-
Siempre le he dicho que las buenas ganaderías se
obtienen mediante cruses. Ahora se
defiende mucho la puresa de sangre,
pero la verdad no es otra que esas castas hoy tan defendidas por su puresa son mestisas. Fíjese osté
bien: Santacoloma: Saltillo e Ibarra. Los patasblancas: Veragua y Santacoloma.
Lo de Iban: Contreras con Domecq. Toas
tienen algo de cruse y la de Barbero
no podía ser menos.
-
La verdad es que si Rafael, incluso el toro artista de
Domecq es una amalgama de sangres y lo de Torrestrella no digamos. Pero siga
usted contando lo de Barbero.
-
Rafael José Barbero, que asin se llamaba nuestro hombre, era un comerciante de tela que tenía
su residensia en el barrio de San
Pedro. Afisionao al campo compró la
ganadería brava de Álvaro Muñoz Pereiro que era pura de casta “jijona”. La
ganadería la establesió en la finca
“Cordoba la Vieja” y en otras de la vega de Palma del Río siendo el mayoral
José de la Haba que fue, si osté no
lo sabe, padre de Manuel de la Haba “Zurito” fundador de la dinastía torera que
aún en nuestros días perdura con este nuevo “Lagartijo” que tan buen corte
tiene de torero.
-
¿Entonces Rafael la ganadería de Barbero era pura de
casta jijona?
-
Pos en
origen, si. Pero más adelante hubo una crusa
con toros de José Rafael Cabrera. Este cruse
es todavía un misterio. Unos dijeron que Barbero compró sementales, otros que
aprovecho una corrida cabrereña que iba camino de Madrid y paró en Córdoba la
Vieja, y otros que los de Cabrera estando en Córdoba se dedicaron a conquistar
amorosamente a las vacas jijonas de Barbero.
-
Teniendo en cuenta Rafael que en aquellas épocas no
había sementales fijos en las ganaderías a saber lo que paso allí realmente
Rafael.
-
Lo sierto y
verdad es que donde había coloraos y castaños comensaron a aparecer pelos cárdenos, berrendos y negros, señas de
que algo había pasao.
Hierro de la ganadería de Barbero |
La tertulia con Rafael es
amena. Conoce el historial de las ganaderías antiguas de Córdoba como pocos.
Sigo interesado en lo que me está relatando y me veo obligado en pedir otra
ronda, vaya a ser que corte y me quede sin terminar de conocer la historia de
la antigua torada de Barbero. Nos traen un par de medios de fino y una suculenta
ración de boquerones en vinagre libres de cualquier anisakis.
-
Continúe Rafael, ¿Qué más cosas pasaron por la
ganadería de Barbero?
-
Le he dicho que aunque soy mayor de edad y tengo muchos
años, eso es mucho más antiguo aún que yo, asín
que lo que le cuento es cosa que me contaron a mi también hase muchos años. Rafael José Barbero se presentó en Madrid con
tres toros el día 19 de septiembre de 1851, teniendo que añadir a su divisa
encarnada y blanca otra sinta de
color amarillo para diferensiarse de
la del Duque de Veraguas. Coinsidió
además el esplendor de la ganadería con el de Lagartijo el Grande y ello junto
con la aparisión del tren hiso que
sus toros fueran a muchas plasas de
España.
-
Tanto que Lagartijo se topo con Indiano en Zaragoza
¿no?
-
Así es. El toro como se ve en el Museo Taurino era todo
un galán. Cuentan que a la hora de matar Rafael al ver por donde tenía que
pasar le dijo a su hermano: “Juan, estate preparado con el capote y me esperas
en el rabo”. Lagartijo se tiro en la mitad de la “cuna” saliendo volteado porsima del burel, pero claro, allí
estaba Juan Molina con el capote y libró a su hermano del peligro. Ni desir tiene que el toro rodó del espadaso.
-
Las cosas del primer Califa Rafael.
-
Así es amigo. Buena relasión
tenía Lagartijo con el ganadero, tanta que dos años después en 1868 los toros
de Barbero fueron los escogidos para la reinaugurasión
del coso de Los Tejares.
-
¿Y que paso finalmente con los toros de Barbero Rafael?
-
Pos que
cuando falleció el ganadero se vendió la ganadería al sevillano Rafael Laffite
y Castro quien la mantuvo con más o menos fortuna pasando una parte de ella con
el tiempo a la familia Pablo Romero quien a través de mestizajes y crusas poco claras dieron lugar a una
ganadería mítica.
-
Buena información Rafael. La pregunta es ahora la
siguiente ¿Cómo sabe usted tantas cosas?
-
Mu sensillo.
Mi afán por aprender. Es la única forma de saber sobre el toro y la fiesta.
Herede de mi tío muchas cuartillas con apuntes, recortes de prensa y unos
librillos que tienen más informasión
de la que puede osté suponer.
-
Pero en esos apuntes y notas no creo que cuenten lo que
me ha narrado usted de Lagartijo e Indiano en Zaragoza.
-
Bueno eso es de otra cosecha. Un hijo de Juan Molina,
por tanto sobrino carnal de Lagartijo, fue un notable banderillero en la
cuadrilla de su hermano Rafael Molina Martínez “Lagartijo Chico”. Al morir
prematuramente, Manuel que así se llamaba, dejo los toros y se colocó como ordenansa en el Museo Taurino. Al pasar
por la cabeza disecá del Indiano
siempre contaba lo mismo ante la sorpresa de los visitantes: “Mi tío Rafael le
dijo a mi padre, Juan espérame en el rabo”. Nadie suponía que el guía era
sobrino carnal del primer Califa.
Rafael Molina "Lagartijo" |
Reímos
conjuntamente imaginando el cuadro de unos turistas sorprendidos ante el relato
de un guía de museo. Terminamos nuestros vinos y cada uno se encamina para su
casa. Los relatos de Rafael siempre tienen su punto de interés. Esperamos con
ansía el próximo.
1 comentario:
Como siempre Salvador un bonito relato y amena lectura.
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