Desde la primera vez que le vi
torear aprecie que tenía algo distinto. No era un torero adocenado, como la
mayoría de hoy, con todas las carencias de los que empiezan pero en él se
atisbaba una personalidad innata.
A pesar de mil y un
contratiempos, siguió adelante con su carrera, toreando aquí y allí, donde le
dejaban y siempre mostrando esas ganas de ser torero, que le hicieron
desorejar, por partida doble, a un eral de La Quinta en Los Califas, lo que
hizo que se convirtiera en la gran esperanza de la dormida y sufrida afición
cordobesa.
Llego la presentación con los
montados y con ellos se volvió a ver a un torero ilusionador. Fueron bastantes
los contratos y en todos dejo su impronta de torero distinto. Vestido de
mercurio claro y plata se presentó en Los Califas y cortó dos orejas a un
ejemplar de Algarra, algo que no le sirvió para nada, pues el sistema que rige
los destinos del toreo le cerro cuantas puertas le podía abrir, incluso las de
la repetición en su tierra ganada a buena lid sobre la arena.
Ese mismo sistema le relegó al
banquillo durante la temporada siguiente y a pesar de la lucha, y el trayecto
recorrido, el destino se presentaba oscuro para alguien, de quien se piensa y
cree, puede ser revulsivo en la ciudad que le vio nacer.
El año pasado se jugó su carrera
a dos cartas. Sevilla y Madrid. Poco paso. Solo mostró disposición y tal vez, conociéndolo
se puede afirmar con seguridad, la presión pudo ser detonante que el balance
fuese el de un aprobado por los pelos.
Si algo tiene nuestro torero, es
fijación con su meta, por eso nunca arroja la toalla. A pesar de los varapalos
que el toreo está dando a los que empiezan, retoma la actividad pensando en la
temporada 2018 como la última como novillero. Tras estoquear dos galanes con
kilos y pitones en casa de Juan Pedro Domecq, Javier Moreno, Lagartijo en los
carteles, ha anunciado sus ilusiones y una nueva etapa al lado de Manuel Plá y
acompañado de Melquiades Garrido.
Esperamos todos que está vez sea
la definitiva. El nuevo Lagartijo necesita el calor de alguien que conozco la
tramoya del toro, ya se vió con Ángel Luis Carmona en su primera étapa, y
Melquiades puede ser ese bálsamo que haga que el torero desarrolle todo lo que
lleva dentro.
Lagartijo puede y debe ser ese
clavo ardiendo, esa tabla de salvación, ese punto de inflexión que necesita
Córdoba. Su entorno familiar me dice, con todo el cariño del mundo, que tal vez
exiga mucho al joven espada, pero es porque tiene mimbres para revitalizar una
afición que duerme y solo espera que alguien le pegue un buen
"zamarreo" para devolverle la vida.
Animo y suerte Javier. Solo hay
que esperar que la diosas fortuna, para los páganos, o la Divina Providencia,
para los creyentes, te sonrían en esta temporada de 2018.
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