El matador de toros peruano corta la primera oreja en su presentación en Los Califas tras una faena a más
Morante de la Puebla y Manzanares, sin
suerte en sus respectivos lotes
Si Joaquín Zalduendo, ganadero decimonónico
navarro, viera el hierro de su apellido grabado a fuego sobre las pieles de los
toros que hoy lo lucen, se llevaría un disgusto mayúsculo. Los toros que criase
se caracterizaban por su casta, por su juego picante y sobre todo por los
quebraderos de cabeza que daban a los espadas que ante ellos se enfrentaban.
Eran toros de corta alzada, de capa colorada encendida y sobre todo con
carácter y bravura encastada. Toros que dieron lugar a una de las castas
fundacionales de la cabaña de bravo, a los que el tiempo se encargó de ir
marginando por su indómita fiereza. Los zalduendos de hoy son una antítesis del concepto
de bravura del aquel legendario ganado navarro. En estos tiempos los toros de
así se anuncian, no tienen nada que ver con los que le dan nombre. La vetusta
sangre navarra fue sustituida por la hoy dominante de la casta Vistahermosa.
Tienen la tónica general de la falta de casta, de fuerza y de fiereza. Tanto es
así que la ganadería anunciada en la corrida de ayer dio al traste con el juego
esperado por el público que se congregó en el coso califal. Es el toro que
piden hoy las figuras de esta fiesta actual. Fiesta que pierde su bastión y
cimento principal, que no es otro que el toro. El espectáculo que hoy se puede
ver es cada vez más decadente. Es el toro que pide la torería de nuestros
tiempos. Un toro que ha perdido sus características más arcaicas, como son la
fiereza y la casta. Son los toreros también partícipes, por exigir e imponer
estas ganaderías, de las decepciones que arrasan con las ilusiones de todos
aquellos que pasan por taquilla y que a fin de cuentas son los que sustentan
esta fiesta tan nuestra.
El
torero de hoy está capacitado, por preparación y oficio, para poder sacar
partido de un toro más fiero y encastado. Ellos han elegido este camino. Un
camino que les permite actuar durante la temporada en un buen número de
festejos, la mayoría de ellos, como el de ayer tarde, sin que la magia y el
duende se haga presente cuando más se necesita. Lástima. Ellos son los que
deben de cambiar el guion. De no hacerlo el público, tanto aficionados como
casuales espectadores, darán la espalda a la tauromaquia de hoy por previsible
y monótona.
Abrió
plaza Morante de la Puebla, vestido de amaranto y oro con un singular y
peculiar bordado, sin lugar a dudas inspirado en los años veinte del siglo
pasado. El de la Puebla es un torero genial, capaz de lo mejor y también de lo
peor. Torero de luces y sombras. Aún se conserva en la retina su actuación de
hace unos años, donde su singular personalidad cautivó al público de Córdoba.
Siempre es esperado en el coso de Ciudad Jardín. Ayer, tras la incomparecencia
del pasado año por enfermedad, el espada de la Puebla del Río no tuvo una tarde
precisamente brillante. Se le puede achacar sobre todo al juego de sus dos
toros, pero también a la inhibición que mostró en su segundo. Ahí se vio la
cara gris de su personalidad. Morante estuvo ausente, enfadando de forma
notable al respetable. Poco o nada se le vio con el percal. En su primero,
logró a base de tesón, y tras muchas probaturas, inventarse un trasteo
aparente. Una faena sin fondo, pero con los siempre hermosos retazos de su particular
arte y personalidad. En frente no tuvo toro, pero él puso su oficio y al menos
dejó la impronta de su toreo. En su segundo, otro toro de pobre juego, se
inhibió en la lidia y enfadó a un público que esperaba reverdeciera los
laureles, cada vez más lejanos, de aquella tarde de mayo donde conquistó a
Córdoba.
José
María Manzanares, corinto y oro, se estrelló con un lote vacío de todo lo que
se le debe de exigir a un toro bravo. Recibió a su primero con tres lances
majestuosos que remató con media verónica de gran plasticidad. Bien bregado por
Jesús González Suso, el
animal llegó al último tercio con poco fuelle, pero con calidad en sus
embestidas. La faena a este primero tuvo como tónica la pulcritud. Trasteo que
no pudo remontar vuelo por el pobre juego del toro que le tocó en suerte. El
animal se fue apagando a medida que el de Alicante le exigía por abajo. Aún así
hubo pasajes que conectó, con su sentido de la estética, fácilmente con el
tendido. Mató de una estocada contundente y en la que hizo de forma
sobresaliente la suerte del volapié. Estocada que puede ser la que acapare los
premios de esta feria corta y reducida. Igual tono en su segundo. Estética,
buen gusto y algún muletazo notable. La falta de colaboración por parte del
toro hizo que aquello no tuviera el peso esperado por un público que trató al
de Alicante con cariño y que lo hizo saludar tras concluir su labor.
Había
cierta expectación por ver al peruano Andrés Roca Rey. Roca es uno de los
toreros nuevos llamados a renovar el escalafón. Sus triunfos en otras plazas
eran su aval de presentación en una plaza en la que debutó en la corrida de
ayer. Cierto es que Roca Rey, de nazareno y oro, estuvo dispuesto toda la tarde
en gustar al público congregado en la plaza. Con el percal estuvo variado
durante toda la tarde. El recibo a su primero fue variado. Intercaló orticinas,
lances a pies juntos y chicuelinas ceñidas. Con ello ya se metió al público en
el bolsillo. Después quitó en un vistoso capoteo por caleserinas. El toreo de
capote mexicano, tan variado y alegre, siempre trae un aire fresco al toreo
actual. Brindó al público y citó en los medios para dar dos pases cambiados
ceñidos y vistosos. Luego en el toreo fundamental hubo voluntad y ganas, pero
el toro, debido a su falta de fuerza, cabeceaba al final de los muletazos
desluciendo así el trasteo planteado por el peruano. Aún así Roca Rey no
defraudó y gustó a los tendidos. El mal uso del acero le privó de cortar una
oreja. Trofeo que sí consiguió en su segundo, donde volvió a poner toda la
carne en el asador. Se volvió a encontrar con un oponente vacío y de pobre
condición. Roca Rey lo tuvo que hacer todo. Comenzó con estatuarios para
intentar acto seguido el toreo fundamental. La faena, debido a las pésimas
condiciones del toro, resultó irregular, tuvo eso sí, algún pasaje lúcido,
sobre todo con la mano diestra, donde enjaretó dos derechazos largos que hacían
presagiar algo importante, pero ahí acabo el toro y con ello las ilusiones de
todos. La oreja vino a premiar su disposición durante toda la tarde.
PLAZA DE TOROS LOS CALIFAS DE
CÓRDOBA. GANADERÍA: Toros de Zalduendo. Muy desiguales entre sí y de pobre
juego. Todos carentes de fuerza y de casta. Pésimos colaboradores para el
ejercicio del toreo. TOREROS: MORANTE DE LA PUEBLA, pinchazo y estocada
(ovación con saludos) y tres pinchazos, estocada y dos descabellos (bronca tras
aviso). JOSÉ MARÍA MANZANARES, estocada (ovación con saludos) y estocada y dos
descabellos (ovación con saludos). ROCA REY, dos pinchazos y dos descabellos
(ovación con saludos) y estocada y dos descabellos (oreja tras aviso).
INCIDENCIAS: Plaza de toros de los Califas de Córdoba. Corrida de toros. 2º
festejo del abono de la feria de Nuestra Señora de la Salud. Casi dos tercios
de entrada en tarde calurosa en la que molestó el viento. Entre las cuadrillas,
destacar a Carretero y Rafael Rosa en los tercios de banderillas del primero y
segundo de la suelta. Jesús González ‘Suso’ bregó con buen oficio al primero de
Manzanares.
FOTO: FIT
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