Tal vez el público que suele
asistir a los toros, acuse falta de aire fresco en un espectáculo que sigue siendo el segundo de masas de este país.
La monotonía se ha enquistado en la corrida, y muy pocas son las veces que ésta
se rompe. Se ha buscado un toro excesivamente amable, tanto que la emoción y la
sensación de peligro han desaparecido de los ruedos, quedando la tauromaquia
tan previsible, que el público pocas veces encuentra el aliciente bastante para
pasar por taquilla y ocupar los tendidos de las plazas de toros. Por eso hay
que buscar ese estímulo, que vuelva a hacer que el gran público apueste por el
toreo como un espectáculo pleno y capaz de divertir a los que se congregan en
las plazas de toros. Sin lugar a dudas todo pasa por devolver al toro ese punto
de emoción, que haga que estar delante de él, esté lleno de sensaciones. Ayer
en la plaza de Bélmez ocurrió precisamente eso. Se lidió una corrida,
obviamente con una presentación para una plaza de tercera categoría, con
interés suficiente para que el público, ya fuera aficionado u ocasional, pasara
una tarde entretenida y sobre todo interesante por todo lo que ocurrió sobre el
albero del centenario coso del Guadiato. Los que fueron, seguro que no se arrepentirán,
y posiblemente vuelvan en un futuro. Los que se quedaron en la feria, o en
casa, pensando que sería un festejo al uso y modos de hoy, se lo perdieron. En
el pecado llevaran la penitencia.
Tal vez el resultado de la
corrida no fuese histórico. Posiblemente así fuera. Pero lo que hay que
destacar es que cuando al ruedo salta un toro con raza y casta, las cosas
siempre resultan más favorables. La corrida enviada por Victorino Martín tuvo
muchos matices para ser recordada. Toros bravos y colaboradores con los toreros,
eso sí, sin regalarles practicamente nada. Todos tuvieron mucho que torear.
Incluso los dos últimos, a la postre los más deslucidos, que de seguro, si no
hubiese molestado tanto el viento, hubieran tenido más posibilidades que las
que ofrecieron. Corrida sin la apariencia exterior que muchos podrían pensar,
pero de un comportamiento que tuvo a todo el público centrado en lo que ocurría
sobre la arena. Toros con raza y casta, todos murieron con la boca cerrada y
alejados de los tableros. Jugar la carta de Victorino, es de ganador, y sin
lugar a dudas los criados por el ávido ganadero de Galapagar fueron
responsables del resultado final del festejo. Bien por Victorino una vez más.
La empresa apostó por un mano a
mano entre dos toreros que saben hacer el toreo. Dos toreros alejados de papel couché, por lo tanto practicamente
desconocidos para el gran público. Dos toreros que hicieron las delicias del
respetable con el toreo puro, ortodoxo, clásico, barroco y temperamental. El
toreo de toda la vida, con el añadido de hacérselo a toros que no les regalaron
practicamente nada.
Abría cartel el murciano Paco
Ureña. Recibió a su primero con unos valerosos lances a la verónica que remató
con media. Tras un puyazo quitó por delantales ajustados que fueron aplaudidos.
Brindo el trasteo al respetable y cuajó una faena que tuvo buen concepto y
forma. Cuajó muletazos largos y templados por ambos pitones, destacando el
toreo al natural con la izquierda. Tal vez pecara de falta de unidad, pero no
hay que poner pero alguno a la labor del murciano en este toro, al que mató
contundentemente de una eficaz estocada, lo que le valió cortar la primera
oreja de la tarde. Su segundo fue un toro al que costo definirse. El
'albaserrada' no se dejó torear lucidamente con el capote. Tomo un puyazo en el
que empujó con clase. Ureña tomó la muleta, flotaba en el aire la incógnita de
saber que pasaría. Fue cuando apareció el toreo de dominio. A base de oficio,
Ureña fue obligando a su oponente para terminar toreando a placer. De nuevo fueron
de alta nota los naturales, tanto cargando la suerte, tanto a pies juntos, los
muletazos resultaron largos y templados. Lástima la colocación del estoque que
privó a Ureña desorejar por partida doble al animal, obteniendo solo una oreja.
El quinto resulto deslucido. El de Victorino no tuvo la franqueza de sus
hermanos, pero también el aire, que molestó en exceso, impidió a Ureña, que lo
intento de todas formas, realizar una faena compacta. Algún muletazo de buen
corte y estética. Poco más. El viento y el mal uso de los aceros se llevó los
deseos de Ureña de redondear su tarde.
Pepe Moral venía de triunfar en
Navaluega ante los "otros" Albaserradas de Adolfo. El torero de Los
Palacios lleva una temporada corta, pero de mucha intensidad. Sus méritos en los
ruedos no están teniendo justicia alguna en los despachos, traduciéndose esto
en una falta de contratos incomprensible. Pepe Moral vino a Bélmez a triunfar y
a volver a reivindicarse una vez más. Y vaya si lo hizo. Tres orejas al
esportón y la sensación de ser un torero llamado a ocupar un lugar más
privilegiado en el escalafón. Recibió a su primero con vibrantes lances a la
verónica que fueron jaleados por la concurrencia. Brindó al público e
instrumento a su oponente una faena enfibrada y con ganas. Tal vez esas ganas
fueran las responsables de que el trasteo resultara irregular, destacando con
unos mecidos naturales que fueron lo mejor de la faena. Pudo cortar una oreja,
pero un pinchazo previo a la estocada hizo que solo pudiera saludar desde el
tercio. En el cuarto vino lo mejor de la tarde. Lanceó con gusto a la verónica
siendo muy aplaudido. Tras un puyazo y un vibrante tercio de banderillas a
cargo de Vicente Varela, Moral tomo muleta y estoque. Brindó a su compañero de
cartel y cuajó unos estéticos muletazos por bajo con los que fue haciéndose con
la encastada y brava embestida de su oponente. La faena resultó maciza,
rotunda, vibrante. Una faena que tuvo como denominador común la pureza, la
verdad y el buen gusto. Cuajó muletazos
profundos con ambas manos dominando a un bravo animal que hacía surcos en la
arena con el hocico detrás de la muleta que le ofrecía el torero palaciego. Una
estocada haciendo perfectamente la suerte y una muerte de bravo del toro,
hicieron que el tendido se blanquease de pañuelos y el doble trofeo fuese a
parar a sus manos. En el último de la tarde el viendo dió al traste con todo.
Era imposible dejar la muleta en el sitio para hacer que el animal repitiese
tras ella. Una simple ráfaga podría dejar al descubierto al torero y con ello
hacer peligrar su integridad. Aún así Moral lo intentó, por activa y por
pasiva, a pesar de ello consiguió algunos muletazos sueltos rotundos, lo que le
permitió, tras el buen uso del acero, cortar una oreja.
Resumen final: tarde entretenida
con toros de verdad, buenos toreros y el viento que se coló sin que nadie lo
hubiera invitado. Los que no fueron, se lo perdieron.
FICHA DEL FESTEJO:
GANADERIA: Seis toros de
Victorino Martín Andrés, correctos de presentación pero desiguales entre sí.
Resultaron de buen juego el líneas generales destacando el bravo 4º de nombre
Matero, los más deslucidos, que no malos, fueron los jugados en 5º y 6º lugar.
TOREROS: PACO UREÑA (malva y
oro). Estocada (oreja), estocada caída (oreja) y estocada atravesada y estocada
(ovación con saludos). PEPE MORAL (tabaco y oro). Pinchazo y estocada (ovación
con saludos), estocada (dos orejas) y estocada (oreja).
INCIDENCIAS: Plaza de toros de
Belmez. Corrida de toros con motivo de la feria en honor de Nuestra Señora de
los Remedios. Media entrada en tarde de agradable temperatura en la que el
viento molesto de forma constante, especialmente durante la lidia de los dos
últimos toros. Destacó entre las cuadrillas Vicente Varela que saludó tras
parear brillantemente al 4º. Al finalizar el festejo los dos toreros
abandonaron la plaza a hombros atravesando la puerta grande del centenario coso
belmezano.
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