Manolete y el mexicano Carlos Arruza
protagonizan una sana rivalidad con toreos muy diferentes
Su vínculo se mantiene tras la
muerte del IV Califa y Córdoba debería recordarlo
Caen despaciosas las hojas
del almanaque de 2017. Lo hacen de forma constante, tal y como en el próximo
otoño lo harán las de los árboles. Un año especial para Córdoba, donde la
alargada y carismática sombra de Manolete planea recordando el centenario de su
nacimiento, así como el setenta aniversario de su trágica muerte en Linares. El
torero cordobés continua vivo, no sólo en la ciudad que lo vio nacer, sino en
todo el orbe taurino. Los actos de homenaje y recuerdo a su figura se han
venido sucediendo por todos los puntos del planeta toro, y es que Manolete fue
vital en el desarrollo de la tauromaquia y además trascendió mucho más allá de
los ruedos.
El impacto de
Manolete en panorama taurino español fue brutal. El torero trajo un nuevo
modelo de tauromaquia. Unas formas revolucionarias y que sentaron las bases
para el llamado toreo moderno. En una época en que los medios audiovisuales
eran escasos y pobres, todos querían ver al nuevo ídolo de la fiesta de los
toros. Tanto es así que México, segunda patria del toreo, reanuda su relación
taurómaca con España. El convenio taurino entre ambos países, roto en 1936, se
reanuda en 1944 al solo efecto de que Manolete actúe en el país azteca. Antonio
Algara, empresario de la plaza del Toreo, contrata al califa cordobés para
actuar en México. Es cuando desde el otro lado del océano se pide a España un
gesto. Quieren ver que la reanudación laboral es total y piden que los
mexicanos toreen en la temporada española. Es cuando un torero segundón y
aburrido en México viaja a Portugal buscando nuevos horizontes y revulsivo a su
carrera. Es el único espada mexicano en la península. Tal vez por ello es el
primero que torea en cosos españoles. Aquella oportunidad es aprovechada por el
torero americano, quien forma una autentica revolución en Madrid, el 18 de
julio de 1944. Era Carlos Ruiz Camino, Carlos Arruza en los carteles.
EL TORERO
MEXICANO DEBUTA EN CÓRDOBA EN OCTUBRE DEL 44 JUNTO A EL ESTUDIANTE Y
DOMINGUÍNLA DISPUTA ENTRE AMBOS FUE EN LOS RUEDOS; FUERA TRABARON UNA INTENSA
AMISTAD
El mexicano pone en liza
un toreo muy distante al que ofrece Manolete. Carlos Arruza, hijo de padres
cántabros, es poseedor de un concepto poderoso y heterodoxo a la vez del toreo.
Con unas facultades físicas portentosas, el espada mexicano llena de dinamismo
el ruedo durante sus actuaciones. Tanto es así que en su presentación en
Madrid, y tras banderillear a su oponente, el público exaltado blanquea los
tendidos de pañuelos. Su toreo poderoso y valiente bebe de las fuentes de la
edad de oro del toreo mexicano. Armillita y Balderas, poder y valor, pueden ser
los espejos en los que se mira Arruza. Los públicos rápidamente quiere
enfrentar aquella tauromaquia alegre y dinámica al estoicismo y quietud del
torero de Córdoba. El primer choque se produce en Cieza. Ante toros del cura de
Valverde, Manolete y Arruza torean juntos por primera vez, el 26 de agosto de
1944, en presencia de Pepe Bienvenida. La competencia surge en sucesivos
festejos. Manolete finalmente se impone al mexicano, aunque este ofrece una
resistencia espartana aguantando muchas tardes el poder y personalidad del
torero cordobés.
Carlos Arruza
se presenta en Córdoba en la feria del mes de septiembre de 1944. Debuta en Los
Tejares el día 25 de septiembre. Le acompañan El Estudiante y Luis Miguel
Dominguín, quienes lidian una corrida de María Montalvo. Los cordobeses,
conocedores de la competencia con el torero local, se muestran hostiles hace el
espada mexicano, que vestido de tábaco e hilo blanco no logra lucimiento
alguno. División de opiniones en su primero y una sonora bronca en el quinto es
el balance final de su actuación. Arruza no entra con buen pie en la tierra de
su rival. Repite actuación, por partida doble, los días 25 y 26 de mayo, en el
año siguiente. Córdoba no ve por ningún lado el toreo característico del
mexicano. De nuevo Arruza pasa desapercibido por Córdoba. Es en la campaña de
1946 cuando por fin Córdoba disfruta de Carlos Arruza y la plenitud de su
toreo. Es la feria de septiembre. Junto al mexicano se acartelan Parrita y El
Vito. Los toros pertenecen al hierro santacolomeño de Felipe Bartolomé. En el
segundo Carlos Arruza muestra su toreo pleno y total en una faena que le sirvió
para conquistar al público cordobés. La prensa de la época escribió de aquella
faena: "Surgió el Arruza buen torero, el de los pases básicos -y
clásicos-, y el hombre que, aprovechando la bondad de un toro -el ir y venir
sumiso, la arrancada suave, noble y pastueña- quiere demostrar a un público que
ha aprendido también a ejecutar el toreo serio, consciente, verdad que gusta en
Córdoba. Por eso su conquista fue plena y rotunda".
La competencia
entre los maestros Manolete y Arruza fue siempre en los ruedos. Más allá de
ellos, los dos toreros trabaron una verdadera amistad. Tanto es así que tras la
muerte de Manolete, y a instancia del crítico taurino José Luis de Córdoba, es
Carlos Arruza quien promueve la corrida magna promonumento en 1951. Desde
entonces los nombres de Córdoba, Manolete y Carlos Arruza permanecen unidos en
el torero barrio de Santa Marina. Sería de justicia reivindicar en este
centenario del nacimiento de Manolete la figura del torero mexicano y
reinstalar en el monumento a Manolete en la plaza de Conde de Priego la placa
en la que Córdoba le agradecía su dedicación y desvelos para su ejecución. La
barbarie la arrancó hace años, sin que a día de hoy haya sido repuesta.
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