Platino, de Coaxamalucan, lidiado por Manolete en México |
A pesar de haber pasado cien años
desde que se hiciera hombre, la sombra de Manolete continua presente en el
planeta de los toros. Su recuerdo permanece presente a pesar de los años
transcurridos. Ha sido un año donde el torero de Córdoba ha sido recordado,
como torero, como hombre y como mito. Los actos se han venido sucediendo de
forma frecuente. Aún seguirán hasta que el año este aculado en tablas allá por
el mes de diciembre. Y es que Manolete fue mucho más que un torero al uso. El
llamado Monstruo de Córdoba supuso el culmen de la evolución del toreo y sentar
de una vez para siempre, lo que hoy conocemos por la tauromaquia moderna.
Mirador (Comunista), de Tassara. Toro con el que se doctoró Manolete |
La aportación al toreo de
Manolete continua presente a pesar del tiempo transcurrido. Setenta años
después de su muerte, lo hecho por Manuel Rodríguez no ha perdido frescura, ni
tampoco vigencia. Aún late cada tarde en las plazas del llamado planeta de los
toros cuando un hombre flamea una tela escarlata a un animal que le puede segar
la vida.
La virtudes de Manolete fueron muchas.
Aún están vigentes. Fueron su legado. También, de forma injusta, se le acusa de
muchas cosas negativas, pecados que siempre tuvo, y aún mantiene, la fiesta. A
Manolete se le acuso de forma injusta del fraude en los pitones, de torear
novillos por toros y de ser un torero corto y pobre, al que salvaba su enorme
personalidad. Manolete pagó con creces el precio de la purpura, que llevo sobre
sus hombros los años que fue el único monarca absoluto, en los que reino en el
toreo en una España rota por una guerra, que dejó un país partido en dos y en
el que la fiesta de toros sirvió de alivio psicológico para empezar a suturar
heridas.
Hay que conocer la historia y la
época en la que vivió Manolete, para comprobar que los pecados de los que se le
acusan no fueron tales. Fueron fruto de las circunstancias vividas. Manolete se
enfrentó al mismo toro que sus compañeros de escalafón. Todos estoquearon y se
enfrentaron a un animal que en ocasiones no tenían la edad para ser
considerados toros. Sencillamente el toro escaseaba en los campos. La contienda
pasó factura en la cabaña de bravo y muchas reses fueron sacrificadas para
alimentar a las gentes. Una vez terminada la guerra el régimen vencedor quiso
poner en orden el campo bravo.
Manolete al natural con un "miura" en Barcelona |
En febrero de 1943 a instancia del
Sindicato Nacional del Espectáculo y ante la inexistencia de asociaciones que
integrasen a los criadores de reses bravas, curiosamente el derecho de
asociación estaba vetado, se crea el que se llamó Registro Especial de
Ganaderías de Lidia en pleno acuerdo con el Sindicato Nacional de Ganadería. En
este registro estarían las vacadas sobrevivientes a la guerra, así como las
radicadas en la vecina Portugal.
Una de las primeras acciones fue
la elaboración de un censo de todo el ganado de lidia existente en España. Los
resultados fueron abrumadores. Jamás hubo en las dehesas españolas un número de
reses de raza de lidia tan pobre. Por poner un ejemplo en la provincia de
Toledo no existía animal alguno que se pudiera destinar a plaza de toros, pues
el número de utreros y toros era inexistente. Igual ocurría en Ciudad Real.
Salvo en Salamanca y Andalucía el número de toros de cuatro años o más era muy
escaso, no llegaba a 2000 reses. Practicamente no había animales para celebrar
festejos taurinos. Los nacimientos también eran cortos y el problema de
alimentación, hacía que la mortandad entre los añojos fuese alta, lo que hacía
que pocos animales llegasen a la edad legal para ser considerados toros aptos. La
solución por parte de la autoridad ante la falta de recursos, no fue otra que
ponerse de perfil. El régimen miró para otro lado y permitió la lidia de
animales que aún no había cumplido la edad mínima para poder lidiarse en
corridas de toros. Era mejor tener al pueblo entretenido, no hay que olvidar
que los toros eran el mayor espectáculo de masas de la época, que privarlo de
lo que podía servir como medida de integración, así como para olvidar una guerra
aún más cercana. El toro bajó de edad, pero conservó su pujanza, su movilidad,
su casta y su fiereza, lo que hizo que a pesar de todos la fiesta viviese un
momento álgido en la década de los años cuarenta del pasado siglo.
Manolete e Islero, frente a frente |
Manolete por tanto no tuvo culpa
que le tocase torear, al igual que todos sus compañeros de escalafón, un toro menos
toro, por edad, que nunca. Por ello Manolete debe de ser absuelto de un pecado
del que se le acusó por parte de sus detractores. Gentes que no supieron ver lo
que de verdad venía con el torero de Córdoba, que no era otra cosa que la
revolución del toreo que culmino con lo que hoy conocemos. El toro que mató
Manolete fue el que impusieron las circunstancias, no el que impuso el torero,
ni tampoco sus mentores.
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