Hasta las gónadas, por no decir
otra palabra más malsonante, de mercachifles y chuflones que se han empeñado en
dejar la Córdoba taurina metida en la mierda. Gente que no ve más allá de su
ombligo y que no mira nada más que por sus propios intereses, cuando se
presupone que además deberían de mirar por el legado e historia de una ciudad
que siempre tuvo un peso especifico en el planeta de los toros.
De aquellos que pontifican en
mostradores y veladores de mármol, cuando en su vida han pasado por taquilla ni
se han interesado por el arte de Cúchares, más allá que en charlas tabernarias
que no conducen nada más que a la exaltación de un ego vacío y hueco.
Cansado de mercaderes que maltratan,
humillan y desprecian a una ciudad que aguanta impávida y estoica como acaban
con su grandeza, hundiéndola en los infiernos de donde costara un mundo salir.
Cuando se pensaba que se había tocando fondo, los entre-bastidores que se
escapan a los mortales, han demostrado que lo peor aún estaba por llegar.
El golpe último ha sido
definitivo, dantesco, cruel. Te han tirado al suelo y una vez allí han
continuado golpeándote hasta hacer que tu sangre empape hasta lo más profundo
de la tierra. Una tierra donde se ha forjado un pasto que ha alimentado al toro
español desde la antigüedad, una tierra que han pisado ídolos que jugaron con
la muerte e que incluso fueron vencidos y a la vez inmortalizados por ella.
Hoy más que nunca la tradición
taurina de Córdoba está herida de muerte. Se está desangrando, su ilustre
historia languidece y es olvidada de forma irremediable. Se antoja que el
remedio es cada vez más imposible. Entre todos la mataron y ella sola se murió.
Ahora es cuando, si aún nos sentimos orgullosos de ella, nos toca levantarla y
devolverla al lugar donde el mercadeo la ha arrojado. Seremos nosotros, los
cordobeses, aquí no hacen falta gestores con apellidos ilustres, ni de
alcurnia, ni tampoco billeteras repletas. Solo hace falta amor propio y amar
nuestra tradición. Nos costara trabajo quitar toda la mierda que entre unos y
otros han arrojado. Nos costara mucho sacrificio cerrar heridas por donde se ha
volcado mucha sangre. Pero si nos lo proponemos seguro que el destino nos es
favorable, después de tantas miserias
debe de ser condescendiente con quien tanto dio al toreo.
Sobran salvadores improvisados,
en el fondo huecos y sin contenido, solo hace falta cariño hacía la tradición,
la historia y lo que la fiesta de los toros nos legó. El modelo está caduco y
hay que cambiarlo. Ese es el quid de la cuestión. Entre todos hay que buscar el
modelo para tratar de revitalizar esto. Aquí no puede venir nadie un mes para
dar la temporada de cualquier manera e irse. Tampoco se le puede exigir un alto
canón y luego permitirle hacer eso. Ni tampoco centrar una historia en tres corridas
de toros, cuando Córdoba siempre fue plaza de temporada. Ni plegarse a las
miserias del sistema que impone “toreritos” de moda y cartón que siempre tratan
a Córdoba de manera despectiva. Ni consentir que por la puerta de chiqueros
salgan toros clonados del mono-encaste imperante que no traen más que desidia y
podredumbre a la fiesta.
Faltan muchas cosas, muchas. Todo
pasa por tratar las cosas con cariño y no pensando en lo económico. La
propiedad tiene que cambiar el modelo. Los empresarios que regenten Los Califas
tienen que cambiar el modelo. Los toreros que pisen el albero deben de cambiar
el modelo. Los ganaderos que embarquen toros para Los Califas tienen que
cambiar el modelo. Y la afición tiene que cambiar el modelo. Lo que hasta ahora
se ha mantenido, no sirve y urge cambiarlo. Si no seguiremos de mierda hasta el
cuello y Córdoba no merece esto.
Foto: Ferlancor (Panoramio)
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